Orlando Delgado Selley
En el Partido Demócrata hay un intenso debate sobre la necesidad de ampliar ciertas políticas públicas y sobre sus fuentes de financiamiento. Las posiciones se asocian a los contendientes por la nominación a la candidatura para las elecciones presidenciales de noviembre de 2020. Dos precandidatos han desarrollado una relevante propuesta de reforma tributaria, para estar en posibilidad de financiar una urgente ampliación de la atención a problemas fundamentales en materia de salud y educación. El planteo de Elizabeth Warren ha ganado respaldo, lo que la ha llevado a precisar su propuesta presupuestal de modo que sea posible valorar la viabilidad de su planteamiento.
En México, desde la victoria de Morena en julio de 2018 se ha expuesto la necesidad de una reforma tributaria. AMLO la ha desechado, argumentando que puede avanzarse con importante programas sociales –como Jóvenes Construyendo Futuro, Jornaleros Sembrando Futuro y Adultos Mayores– sin una reforma tributaria. Sin embargo, el desempeño de la economía anuncia que para fin de año habrá un crecimiento pírrico y, en consecuencia, la posibilidad de sostener ese amplio programa de apoyo social puede dificultarse. El FMI en su reciente informe global ha advertido que lograr las metas del gobierno de AMLO, ante las dificultades del entorno global y la retracción de la inversión privada, requerirá una ampliación significativa de los ingresos tributarios.
Hace apenas unos días, Warren propuso que los
billonarios, es decir, los estadunidenses cuya riqueza es de miles de millones de dólares y que son alrededor de 400 personas, pagarían en su gobierno 6 por ciento adicional de impuesto. Su señalamiento en un acto público fue claro:
aquellos que han hecho bien las cosas en las décadas recientes tendrán que pagar una participación más justa. Gabriel Zucman, conocido estudioso de la concentración del ingreso y la riqueza en Estados Unidos y asesor de Warren, apuntó que
este impuesto adicional de 6 por ciento hará más difícil que logren ser multimillonarios antes de los 70 u 80 años, lo que permitirá que circule la riqueza.
La propuesta de Warren resulta interesante para México, donde la desigualdad es mucho mayor que en Estados Unidos y los requerimientos sociales son verdaderamente urgentes. Los superricos mexicanos, los que aparecen siempre en la lista de Forbes, pagan una tasa de impuestos muy baja: 34 por ciento de sus ingresos anuales. Considerando la lista pequeña, la que aparece en la última información sobre estos superricos, 36 personas-familias entre las que está Slim, Larrea, Salinas Pliego, Baillères, Eva Gonda, María Asunción Aramburuzabala, Juan González, Jerónimo Arango, Beckman, Robinson Bours, Servitje, Antonio del Valle, Carlos Hank, los Achar y 22 más, cuya riqueza en 2018 sumó 180 mil 840 millones de dólares, equivalentes a 6.8 por ciento del producto interno bruto de 2018. Si los multimillonarios mexicanos, más los que le siguen hasta sumar los 200 más ricos del país, pagarán un impuesto como el que propone E. Warren el ingreso público se incrementaría sustancialmente y estos superricos seguirían siendo superricos. Lo que además supondría no emprender una reforma tributaria general, sino solamente una adecuación que podría considerarse temporal.
La información disponible indica que el uno por ciento más rico en Estados Unidos concentra cerca de la tercera parte de la riqueza total de ese país y es mayor que la que posee 60 por ciento de la población. Para Warren que los superricos paguen más impuestos es la manera justa de pagar el ambicioso programa de salud y educación que ella ha propuesto. Forbes incluye 607 estadunidenses entre los más ricos del mundo. 18 de ellos firmaron un documento el verano pasado señalando que apoyan que se cobre un impuesto de este tipo. Uno de ellos, Nick Hanauer cofundador de una empresa inversora, reconoce que este impuesto puede incomodar a la gente extremadamente rica, pero él
está más preocupado por su democracia: durante varias décadas la gente ha tenido incrementos muy pequeños de ingreso, mientras que los que se ubican en la cima han tenido ganancias de más de 400 por ciento desde 1980.
Las grandes fortunas de los superricos mexicanos se incrementaron sustancialmente con las reformas económicas. El modo de funcionamiento neoliberal permitió que mientras para el grueso de la población su ingreso se mantenía sin crecimiento o incluso disminuía su capacidad adquisitiva, para los superricos su riqueza y sus ingresos crecían exponencialmente. Como dice Warren, y lo respaldan 13 superricos estadunidenses, es hora de que los superricos contribuyan fiscalmente en mayor medida y que ayuden a financiar la superación de carencias profundas en amplios sectores de la población, pues su riqueza es fruto del trabajo de esa población. Hay condiciones políticas para hacerlo y necesidades económicas apremiantes que no pueden esperar hasta 2022.
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