Con la renegociación
del tratado de libre comercio T-MEC se pactó una reforma laboral para
que los sindicatos mexicanos se rigieran bajo los principios de la
democracia liberal. Después de los cambios a la Ley Federal del Trabajo,
publicados el primero de mayo de 2019, se armonizarían durante los
próximos 240 días los estatutos de las organizaciones sindicales, de ahí
que el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE)
enviara al Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje el nuevo
reglamento para que las elecciones de las direcciones seccionales en las
que se divide el organismo en cada entidad federativa fueran como lo
establece la ley: por medio del voto personal, libre, directo y secreto.
A partir de enero de 2020, ningún comité seccional a elegir que no
cumpla con el nuevo marco normativo tendría interlocución legal con la
Federación o con los gobiernos locales.
Si bien es cierto que una demanda histórica, incluso que dio origen a
la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), ha
sido la democratización del sindicato magisterial, el nuevo marco
constitucional y estatutario es insuficiente, es necesario que las
disidencias magisteriales empujen desde abajo y por sus propias
iniciativas procesos efectivos de democracia de bases, para que una
coyuntura de esta magnitud no resulte en escenarios indeseables o en
letra muerta.
En primer lugar, si no se pone sobre la mesa y en los mismos términos
de los comités seccionales la renovación del Comité Ejecutivo Nacional,
lo cual implicaría esperar hasta 2024 en que terminaría el periodo de
Juan Cepeda, no podemos hablar de un proceso democrático completo, pero
sí del riesgo de institucionalizar y neutralizar durante todo el sexenio
a las resistencias magisteriales que han sido contrapesos del SNTE, de
la reforma educativa empresarial y de las políticas neoliberales.
Los 40 años de lucha de la CNTE no caben en un sindicato, pero el
gremio magisterial sí tiene lugar en un movimiento social más amplio,
cuyas alianzas, horizontes y dinámicas de lucha son fundamentales para
seguir consolidando un polo de actores y organizaciones populares que
logren radicalizar hacia la izquierda la dimensión progresista de la
Cuarta Transformación (4T) en favor de las clases pobres y de los
trabajadores, que detengan la avanzada actual de posicionamientos de la
derecha o su regreso recargado al gobierno en 2024, como sucedió en
Brasil con el gobierno profascista de Jair Bolsonaro.
En tercer lugar se requiere de la acción informada, consciente y
organizada de los docentes democráticos sobre las reglas, los árbitros,
las formas, los tiempos y los procesos, para que su participación en la
elección de las representaciones sindicales no legitime el reacomodo de
las cúpulas del sindicalismo patronal, el posible regreso de grupos que
pretenden marear a los maestros sirviendo los viejos cacicazgos en copas
nuevas, como las Redes Sociales Progresistas (RSP) y los Maestros por
México (MxM), propiedad de la familia de Elba Esther Gordillo Morales.
En cuarto lugar, si no se revierte el proceso de reforma educativa,
laboral y administrativa que viene desde el sexenio anterior y que se
extendió hasta el gobierno de la 4T, en el que se desdibuja al sindicato
de maestros, se normaliza la meritocracia como competencia individual
para ascender en la escalera profesional del éxito personal, se
disminuye su intervención a la función observadora de la legalidad hecha
de manera unilateral por el Estado patrón; frente a todo ello se corre
el riesgo de disputar sólo un cascarón vacío. Ante una legislación
adversa o incompleta, lo que se requiere para construir un sindicalismo
con interlocución para hacer valer las demandas del magisterio, no sólo
es respetar la legalidad, buscar la toma de nota o seguir la formalidad
de los procesos electivos, aunque sean libres; también se hace necesaria
la presencia de una dirección fortalecida con la legitimidad de sus
bases, con capacidad para movilizar y mantener viva la organicidad del
sindicato.
En quinto lugar, la conquista de la dirección no es la democracia en
automático de todos los componentes del gobierno sindical. Los estatutos
del SNTE siguen siendo los de un aparato funcional al Estado, su
estructura la de una maquinaria burocrática y sus instancias funcionan
de modo vertical, cuya lógica es suplantar y no representar a los
agremiados. Se tendrá que romper con el votas y te vas de la racionalidad liberal para legitimar la desactivación de la democracia protagónica y colectiva.
Al proceso promovido por la reforma laboral le hará falta el impulso
vital y orgánico de la democracia participativa, a través de espacios de
representación horizontal, no estáticos sino dinámicos, que se nutran
de la presencia contante de las bases en asambleas delegacionales,
regionales, plenos y congresos; es decir, una democracia construida de
abajo hacia arriba, en donde la dirección sólo es ejecutiva de las
decisiones tomadas en colectividad, pero no autónoma ni cupular.
Seguramente la discusión es más profunda y más crítica de lo que aquí
escribo, pero es ineludible, sobre todo en este momento en el que están
en puerta varios procesos de renovación sindical en los estados.
*Doctor en pedagogía crítica.
Twitter: @levmx666
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