En esa fantasía persistente en un Archibaldo adulto, los personajes adversos por destruir son las mujeres, objetos de su deseo culpable, personajes a la vez fascinantes y temidos. La ironía mayor para este misógino amoroso es que cada esfuerzo homicida se volverá un acto fallido. El azar o la intervención de un tercero habrá de frustrar siempre la faena criminal. Ensayo de un crimen es la disección filosa de ese largo anhelo malogrado, y su protagonista encarnará un remedo de dandi muy atildado y anacrónico que se une a la galería de burgueses que Buñuel ha presentado en El ángel exterminador, El diario de una recamarera o con malévolo desenfado surrealista, en El discreto encanto de la burguesía.
Luego de los celos enfermizos de aquel respetable caballero de Colón (Arturo de Córdova) en Él (Buñuel, 1952), vendría tres años después la obsesión mitómana de Archibaldo. El santo varón homicida había deseado de niño la muerte de su institutriz, y una bala perdida de la tropa revolucionaria se encargó de abatirla por una ventana; muchos años después, el hombre amenaza con asesinar a la monja enfermera que lo atiende, y ésta muere accidentalmente al caer por el cubo de un elevador; finalmente, cuando prepara la muerte de su futura esposa, a la que luego descubre infiel, quien se ocupa del crimen no será él, sino el amante. Sólo su providencial encuentro con Lavinia (Miroslava) habrá de sublimar su delirio homicida en un ritual sutilmente perverso.
Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional a las 12:30 y 17:30 horas.
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