En el marco del Día Mundial contra la Trata de Personas, conmemorado cada 30 de julio, se destaca que a nivel global el delito afecta principalmente a mujeres y niñas, quienes cada vez más son utilizadas para realizar trabajos domésticos forzados.
Según el Reporte Global 2020 de Trata de Personas, por cada 10 víctimas de trata, cinco son mujeres y dos son niñas. Tal como señala el informe, en países con alto nivel económico estas víctimas son explotadas con fines sexuales. No obstante, en otras regiones con subdesarrollo, mujeres y niñas son traficadas para realizar labores forzadas, la mayoría de ellas relacionadas con trabajo del hogar.
El reporte de la ONU indica que, a nivel global, una de cada cuatro mujeres son traficadas para labores forzadas. Este fenómeno es mucho más frecuente en Centroamérica y El Caribe: 50 por ciento de las personas víctimas de trata con el fin de realizar tareas domésticas son niñas. Por su parte, en África del Norte cerca del 60 por ciento de las víctimas destinadas a dichas tareas son mujeres adultas.
Todas estas víctimas sufren violencias que van de la mano con el tráfico humano. Entre ellas se encuentran la violencia sexual, y el abuso físico y psicológico por parte de quienes las explotan. Pero ¿qué permite que esto siga sucediendo?
Las invisibilidad del sector doméstico
En el reporte de la ONU se afirma que la invisibilidad del trabajo doméstico es un factor determinante para que esta modalidad de trata siga expandiéndose. La falta de información contribuye a que muchas mujeres y niñas sean amenazadas para realizar trabajos del hogar sin días de descanso, prestaciones y, en la mayoría de los casos, alejadas de sus familias.
De acuerdo con el Observatorio de Violencia de Género en España, las víctimas de esta modalidad casi siempre desconocen sus derechos y, por lo tanto, no pueden identificar los tipos de violencia a los que son sometidas ni iniciar una denuncia por ello; y aunque reconozcan las agresiones en su contra, muchas veces el temor a perder su empleo no les permite actuar.
A este miedo se suma que algunas de estas mujeres han sido sustraídas de sus lugares de origen. Esto significa que viven lejos de sus familias, por lo cual no tendrían un sitio a donde ir si abandonan el hogar donde trabajan.
Un ejemplo claro es el caso de las mujeres migrantes en Estados Unidos y otras partes del mundo que son sometidas a labores forzadas. Para ellas, los costos de traslado y la exposición a riesgos como la deportación –en el caso de las migrantes indocumentadas– hacen que la explotación laboral parezca su única alternativa antes que la denuncia o el retorno obligado a sus hogares.
De acuerdo con la ONU, a nivel mundial, el 80 por ciento de las personas que realizan trabajos del hogar son mujeres. A muchas de ellas las engañan por medio de supuestas relaciones amorosas y ofertas de trabajo falsas; muchas veces, los actores detrás no son individuos propiamente, sino que conforman grandes redes de trata.
Al respecto, la ONU cita un caso de 2019 en el que se descubrió una red de tráfico que traía a mujeres a México desde Colombia para obligarlas a realizar trabajo doméstico. Los traficantes tenían lazos de parentesco: hay quienes están traficando a sus familiares a costa del sufrimiento.
Aunado a lo delicado de la situación, para la periodista colombiana Diana Marcela Tinjacá falta conocer más cifras relacionadas con el trabajo doméstico. De esta forma se podría identificar cuántas de las mujeres que lo realizan son, en realidad, víctimas de trata en un mercado laboral ilegal e invisible.
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