Editorial La Jornada
Como se sabe, la decisión de contratar a profesionistas extranjeros se basa en la carencia de facultativos en regiones marginadas y remotas; si bien el sistema público dispone de plazas para esas zonas, no hubo suficientes médicos nacionales que concursaran para ocuparlas.
Otro elemento ineludible de contexto es la campaña de opinión lanzada recientemente por grupos de interés que, por una parte, se quejaron de que el gobierno federal no contratara a profesionistas mexicanos y recurriera en cambio a sus pares cubanos.
Esa campaña ha sido precedida por otra más antigua, que ha buscado desprestigiar a los profesionistas de la salud de la isla caribeña, con argumentos insostenibles sobre una supuesta formación deficiente.
Lo cierto es que los médicos cubanos tienen una importante y prestigiada presencia en numerosos países, incluido el nuestro, y que han prestado servicios inestimables en las más diversas circunstancias críticas en varios continentes. Por mencionar únicamente casos recientes, especialistas de esa nacionalidad acudieron a nuestro país tras los sismos de 2017, y atendieron a miles de personas en Oaxaca, y a Haití, cuatro años después, a raíz de las graves circunstancias que se presentaron allí por el evento telúrico de 2021.
También hubo galenos cubanos en México y en otras naciones latinoamericanas y europeas en la etapa inicial de la pandemia de covid-19. En años recientes, grupos de oftalmólogos cubanos trabajaron en varias entidades de nuestro país en la detección y cirugía gratuitas de cataratas, un programa del gobierno de La Habana para diversos países y que contó con financiamiento de Venezuela.
Por lo demás, en medio de las penurias económicas causadas por el bloqueo comercial que Estados Unidos mantiene contra la isla desde hace seis décadas, Cuba ha desarrollado un sector salud sin paralelo en América Latina, no sólo por su investigación y desarrollo de fármacos –entre los que destaca la reciente creación de vacunas para prevenir el covid-19– sino también por sus centros educativos, en los cuales se han formado decenas de miles de facultativos de diversas especialidades procedentes de muchas naciones, entre ellas, México.
A la vista de esos hechos, es inevitable concluir que las campañas en contra de la contratación de médicos cubanos y de difamación en contra de ellos no tienen más fundamento que la ignorancia, en el mejor de los casos, o de una inocultable mezquindad. Para los profesionales caribeños que han empezado a trabajar en zonas marginadas y mal comunicadas del territorio nacional, México no debería tener más que agradecimiento.
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