Carlos Bonfil
Para enderezar mejor su señalamiento crítico de esta situación de violencia endémica, David Torres ha elegido una narración con tintes fantásticos y referencias mitológicas que recrean de modo sugerente el estado de sonambulismo alucinado que vive Eric, narrador que evoca sus tribulaciones pasadas, el odio que todavía siente por el padre que lo abandonó, al tiempo que señala que desde niño siempre soñó con ser un perro, habiendo guardado para su presente de hombre acorralado la mirada de ese animal noctívago y solitario en una ciudad donde hoy imperan la violencia y el rencor social. En ese clima de pesimismo radical, donde el recuerdo de los padres de Eric remite a la guerra sucia de los años 80 –herida aún viva– hay espacio también para el consuelo moral a partir de una fantasía infantil que aún acaricia el periodista: la imagen de un monstruo bienhechor, hombre semidesnudo con cabeza de búfalo, que lejos de aterrorizar se ha vuelto ya presencia balsámica. Eric, el periodista hostigado por denunciar los despojos perpetrados por una compañía minera a una comunidad indígena, ya no será un Teseo enfrentando a un minotauro que exige sacrificios, sino, de acuerdo con la inversión del mito propuesta en el texto de Cortázar que cita la película, tan sólo un hombre indefenso y taciturno que bajo la enigmática tutela de un ser salvaje tendrá que luchar con los fantasmas, más monstruosos aún, de su propio pasado.
Se exhibe en la sala 7 de la Cineteca Nacional a las 14 y 18:30 horas.
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