más vale malo por conocido que bueno por conocer. Su signo fue, como decía Monsiváis, la ceja levantada de Pedro Armendáriz ante la peor de las injusticias.
La derrota fue llevada a grado de mito fundacional: la caída de los
indígenas contra los españoles. El mestizo resultante contenía en sí
mismo un fracaso de dimensiones civilizatorias y una aspiración nunca
cumplida de ser triunfador, blanco, hablar inglés o francés. No
importaba si era la oposición de izquierda, social, de derechos, y
finalmente la electoral, o si se trataba de un partido de la selección
nacional de futbol, la derrota era siempre previsible. La cultura
priísta controlaba a sus sujetos con la idea de que no valía la pena
resistirse porque no tendría un resultado distinto a resignarse. De ahí,
la idea de que no podíamos construir, de que todo era al aventón, sin
precisión ni profesionalidad, condenado a ser una red de agujeros
. Si algo resultaba bien, era chiripa
, por azar, como El Borras.
El aguante se convirtió, a su vez, en un orgullo. El picante, el
alcohol, el ruidero, si se soportan, se convierten en símbolo de
valentía. Nunca la defensa de un derecho o del débil, porque eso no
convenía al régimen de un solo Partido. Si las mujeres sufrían en silencio
y los varones apretaban los dientes ante el abuso y el atropello,
demostraban su pertenencia a lo que se entendió durante un siglo como
ser mexicanos. Al no poder oponerse, el mexicano
–esa creación
posrevolucionaria– vivía como un minotauro solitario, melancólico, en
laberintos o jaulas, sostenido tan sólo por su propia obcecación de
existir, cuando lo que decretaba la Historia es que se diluyera en los
referentes imaginarios que la élite sigue teniendo de los europeos y
estadunidenses.
Lo imperturbable fue una lectura política de la despolitización:
había que tener cuidado de que no estallara otra Revolución o de que los
gringos nos volvieran a invadir. El sistema simbólico se basaba en la
Historia para convertirse en un mito de control. Se extendió a casi
cualquier expresión pública: el que se mueve, no sale en la foto
; el que se enoja, pierde
,
que se aplicaba a cualquiera que tratara de quejarse, ya no se diga,
indignarse. La paz social era la inmovilidad para no resultar
perjudicado y meterse en política
fue la prudencia de los de antemano asustados. Se sacaron conclusiones de las conductas propiamente mexicanas
de la inmutabilidad de las ruinas, las cabezas olmecas, las máscaras.
De una estética se concluyó una ética. La apatía, la inmovilidad, hizo
de la contundencia de la Coatlicue su alegría de vivir.
Me parece que, en ciertos sectores y regiones, se fueron aflojando
estos controles simbólicos. Junto con la decadencia del Partido Único y
su coletazo –la alternancia
con Acción Nacional– se abrieron las
vías de la indignación, la política como moralidad, la inclusión de los
excluidos en un país plebeyo. Veo ya rasgos distintivos del nuevo tipo
de arraigo: no esconder el origen barrial o ejidal o migrante; denunciar
el color de piel como agente del sistema de castas en que se solidificó
la desigualdad; revelar el privilegio como efecto del azar social;
poner en duda la superioridad de la blanquitud
, como aspiración de ser aquello que se llamó Primer Mundo
o país desarrollado
y cuya mitología abandonó, primero, quien nunca obtuvo ninguna de sus promesas.
Estamos viendo a una asamblea que crece entorno, abajo, y desborda su
nueva inclusión simbólica en un terreno múltiple de culturas que abarca
algo más que la extensión geográfica de los que tienen pasaporte
mexicano. No está institucionalmente condicionada, como lo pretendió el
PRI, sino correlacionada con la República, un espacio de participación
pública. Lo electoral no es ni la décima parte de lo que se palpa en las
calles, sean mexicanas o estadunidenses. Es justo a lo que se refiere
la supuesta élite mexicana cuando dice que los de abajo están envalentonados
y ya no respetan las jerarquías
que –aseguran– volverán a instaurarse nada más López Obrador se vaya a
su rancho a escribir. Muy probablemente no será así porque lo que se
atmosferiza tarda en formarse casi tanto como en disiparse. Y no depende
de un resultado electoral.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario