Revela estudio de la UNAM
De la redacción
México DF, 12 marzo 08 (CIMAC).- La satisfacción en la vida de pareja es decreciente para las mujeres, y también para los varones, a partir de los cinco años de matrimonio. Pero para ellas esta situación permanece estable hasta los 20 años y aún puede “revivir” la satisfacción, revelaron investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
A esto parece responder que los divorcios estén al alza y el número de parejas que contraen nupcias es cada vez menor, señalan Patricia Miranda Hernández y Raúl Ávila Santibáñez, de la Facultad de Psicología de la UNAM, informa un comunicado de la institución.
Ello quizá tenga que ver con la satisfacción marital en función de los años de matrimonio, que no es la misma para hombres y mujeres, apuntan. Para explorar esta idea, la investigadora y el investigador utilizan una técnica de la psicofísica social, método de estimación de las magnitudes, para "medir" este concepto.
Si bien la sabiduría popular rezaba que "aunque el casamiento es ratonera, nadie quiere quedarse afuera", las circunstancias han cambiado. La tendencia en los últimos años señala que los divorcios están al alza y que el número de parejas que contraen nupcias es cada vez menor.
Raúl Ávila Santibáñez observó que pareciera que el gusto, el agrado y el interés de vivir con la pareja disminuyen conforme transcurre el tiempo y aumenta el número de hijas e hijos.
Ambos decidieron comprobar una hipótesis: la existencia de una clase de "promediación algebraica" en las diferentes áreas de interacción de la pareja. Cuando son más los aspectos negativos habrá una separación; si predominan los positivos se tratará de matrimonios con problemas, pero que permanecerán juntos.
Además, por primera vez han usado una técnica de la psicofísica social, el método de estimación de las magnitudes, para "medir" la satisfacción marital. Encontraron que ésta, en general, es decreciente para los varones a partir de los cinco años de matrimonio y que, en contraste, las mujeres están complacidas en los primeros años y hasta después de los 20 cuando vuelven a mostrar interés por realizar actividades sexuales con su esposo, entre otras.
AMOR Y DESAMOR EN CIFRAS
Según cifras del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), durante el año 2005 se registraron 595 mil 713 matrimonios y 70 mil 184 divorcios. Con respecto a 2004, los primeros disminuyeron 0.8 por ciento y los segundos aumentaron 3.9.
A escala nacional, la edad promedio para casarse fue de 27.8 años en los hombres y de 25 en las mujeres. En el 2005, la tasa bruta de nupcialidad (matrimonios por mil habitantes) en el país fue de 5.7. Por entidad federativa, las que registraron los mayores indicadores fueron Quintana Roo (9.1), Guerrero (7.6), Durango (7.5) y Zacatecas (7.4); las menores fueron Puebla (3.9), e Hidalgo y Chiapas (ambas con 4.3).
De cada 100 personas que se casaron, 75.3 por ciento tenían entre 15 y 29 años de edad. Asimismo, el número de matrimonios entre personas en esos rangos de edad fue de 399 mil 868, es decir, 67 de cada 100 enlaces.
DIVORCIOS
Pero por cada 100 uniones hubo 11.8 divorcios, que son cada vez más frecuentes. En 1970 eran sólo 3.2 y para el 2000, aumentó a 7.4. Las entidades con mayor índice fueron Baja California (31.8), Chihuahua (30.6) y Aguascalientes (20.4), y las de menor incidencia: Tlaxcala (2.0), Oaxaca (2.1) y Guerrero (5.1).
La edad promedio de los hombres al momento del divorcio es de 37.3 años y en las mujeres es de 34.7. De las parejas que se separaron en 2005, casi la mitad tuvo una duración de 10 años o más en 48.6 por ciento, seguida de quienes estuvieron unidos cinco años o menos (32.3 por ciento).
En 2006, se registraron en el país 72 mil 396 divorcios, siendo las entidades con mayor índice el Estado de México, DF, Nuevo León, Baja California y Chihuahua. Del total, 37 mil 558 parejas habían tenido un matrimonio con duración legal de 10 años y más; 20 mil 51 de uno a cinco años; 14 mil 549 de entre 6 y 9 años; 95 menos de un año y el resto no se especificó.
Antes, sostuvo Ávila, se creía que si un matrimonio lograba permanecer unido los primeros diez años lo haría para siempre, “pero ya no es cierto. El tiempo ya no es garantía, como parecía serlo en otra época”.
RELACIONES COMPLEJAS
La satisfacción marital, explicó Ávila, tradicionalmente se ha relacionado con una apreciación subjetiva. Se ha conceptualizado, añadió Patricia Miranda, como “la evaluación que hace cada miembro de la pareja respecto de su propio matrimonio y de su contraparte”. Los investigadores, sin embargo, destacan a los patrones de conducta que de hecho ocurren en la relación de pareja como los elementos básicos de la satisfacción.
Lo cierto es que no puede hacerse una calificación en “paquete”, de forma global, porque en una relación hay peleas por dinero o por el cuidado de las y los hijos, pero puede ser maravillosa sexualmente.
Por ello, ambos académicos determinaron la importancia de las actividades que realizan los matrimonios día con día, divididas en nueve áreas: responsabilidades del hogar, cuidado de hijas e hijos, actividades sociales, intercambio sexual, finanzas, comunicación, independencia personal y del cónyuge, y progreso ocupacional o académico.
La meta fue cuantificar la relación de pareja y determinar si el intercambio de recompensas o satisfactores es equitativo, recíproco; de ser así, la relación va relativamente bien. Cuando hay un desequilibrio, sobrevienen los divorcios y otros problemas.
El científico recordó que en sensopercepción existe un método para medir la respuesta de un individuo a estímulos físicos, como luces, sonidos y olores. El creador, Stanley Smith Stevens, sugirió que se podía extender a la psicofísica social, a la medición de sensaciones, emociones, actitudes u opiniones.
La técnica, que nunca hasta ahora había sido llevada al estudio de la satisfacción marital, consiste en dar un valor arbitrario a una actividad específica, como ver TV con la pareja. A partir de ello “qué valor se le daría a caminar juntos en el parque, compartir una velada romántica, cocinar o hacer el amor”.
Así, el método de estimación de las magnitudes compara una situación estándar con otras, dándole a la primera un valor arbitrario. Esta es una manera que permite tener no sólo un índice de cómo va el matrimonio, sino de la importancia general que se le atribuye a la relación, explicó.
Hasta ahora se habían usado las llamadas escalas tipo Likert, de cinco o siete puntos (“muy satisfecho”, “satisfecho”, “poco satisfecho”, entre otros) para tratar de determinar lo que ocurre en los matrimonios. No obstante, las respuestas tienen un carácter subjetivo y los cónyuges pueden mentir. En cambio, “la intención es ver lo que realmente está ocurriendo en la pareja, porque los hechos son los que cuentan”, añadió Ávila Santibáñez.
El estudio se hizo con una muestra de 180 hombres y el mismo número de mujeres, con el único requisito de estar casados o vivir en pareja. Es decir, fueron en total 360 personas divididas en seis bloques de 30 hombres y 30 mujeres: de uno a cinco años de matrimonio, de seis a diez, de 11 a 15, de 16 a 20, de 21 a 25 y de 26 en adelante.
Se realizó en la Ciudad de México entre personas, en su mayoría, de clase media, abundó Patricia Miranda.
Los participantes “valoraron” 63 diferentes actividades que efectúan dentro del matrimonio, como cocinar, lavar la ropa, planear los gastos, besar, abrazar, acariciar, visitar amigos; o alimentar, bañar o llevar a la escuela a las y los hijos, platicar o compartir los problemas del trabajo.
Fue así que se encontró un índice de importancia promedio que las parejas le atribuyen a las actividades que ocurren en el matrimonio y, lo más interesante, una función global con relación a los años de casados diferente para cada uno.
Para los hombres, las actividades que ocurren en esas nueve áreas son importantes en los primeros cinco años; en los siguientes cinco ya no son tan relevantes y así sucesivamente. Para después de los 30, en general ya no les importa su matrimonio.
En las mujeres, se detectó una función en forma de “U”. De uno a cinco años de matrimonio todo lo que ocurre es importante. Luego, el interés tiende a disminuir y permanece estable hasta los 20 años, cuando se incrementa de nueva cuenta, señaló Miranda Hernández.
Entre otros interesantes hallazgos, los universitarios encontraron que, contrario a lo que se pensaba, la importancia del área sexual para ambos miembros de la pareja e independientemente de los años de matrimonio, no disminuye, sino que permanece constante.
Un reactivo esencial para hombres y mujeres y sin importar el tiempo que han permanecido juntos, abundó la psicóloga, es cuidar a la pareja cuando se enferma. Esa es una de las atenciones que más fortalecen la relación.
Ahora cabría hacer comparaciones de acuerdo con el nivel socioeconómico, educación e, incluso, lugar de residencia. Se aplicaron cuestionarios en algunas comunidades del estado de Puebla, para establecer diferencias con la población de la Ciudad de México.
Al mismo tiempo, se ha iniciado una nueva fase del estudio, donde se preguntará a parejas con uno a cinco años y con 26 a 30 años de unión, las actividades que realizan por su cónyuge y con qué frecuencia.
08/GG/CV
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