3/09/2008

¿Y los frijoles?


Estaba yo listo para empezar la presentación de mi libro México visto desde lejos cuando me dice el director del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo que la misma tendría que suspenderse porque estaba anunciada para estallar la huelga del sindicato de académicos justo a la misma hora. Un día después se sumó el sindicato de administrativos.


Una corriente de emociones encontradas me recorrió el cuerpo porque recordé los tiempos en que como profesor de la UNAM participe en mas de uno de esos conflictos, algunos vendidos por “intelectuales: que hoy se dicen constructores, promotores y defensores de la democracia.
Mi limitada experiencia en el sindicalismo universitario me ha vuelto suspicaz porque pienso que siempre hay algo oculto tras ese tipo de movimiento. Las razones que escuche por detrás de la demanda de salarios, que esta justificada, es que se han desfasado las condiciones de trabajo de los universitarios en contra de otros sectores en el sistema educativo en Hidalgo.

Por ejemplo, los maestros del magisterio reciben 90 días de aguinaldo en contra de 30 de los universitarios. Se percibe de alguna manera una postura discriminante a la universidad mientras que los universitarios sienten que se han empeñado en elevar la calidad de su trabajo.
Respecto al salario se me ocurrió comparar con lo que sucede en el IFE. Los consejeros se han otorgado un incremento para empatar las condiciones que según ellos tenían en el 2006, su sueldo mensual alcanza 4,090 días de salario mínimo, o sea 180,000 pesos, salario inalcanzable por un profesor de la categoría mas alta, con 30 años de antigüedad y el nivel máximo de estímulos del Sistema Nacional de Investigadores y los programas de su universidad.

Duro el fin de semana para que las demandas de los huelguistas fueran satisfechas.

Fue muy estimulante que un grupo de estudiantes pidiera que la presentación del libro se hiciera de todas maneras, pero la propuesta levantaba una serie de “riesgos” porque no hubiera faltado quien pensara que era una provocación. La huelga era un hecho histórico porque es la primera en veinte años, y hubiera sido histórico hacer una presentación del libro en el estacionamiento, pero no sucedió.

Ya estando ahí, el director del Instituto me invitó a hacer el recorrido junto con los líderes sindicales para sellar las instalaciones. Dada la arquitectura del edificio tuvimos que subir una cantidad interminable de escalones y cuando sacábamos la lengua de cansancio, quedaba claro que el sindicato iba adelante hasta el infarto, porque además hacia un calor inusual para febrero, una maestra dijo que solamente la vencería el infarto.

Cuando nos acercábamos a la cafetería, la dueña mostró una cara de preocupación porque no había podido refrigerar los frijoles y se echarían a perder. Es obvio que nadie tuvo la cortesía de avisarle que estallaría la huelga para que no cocinara nada que se echara a perder. Le sugerí que donara los frijoles a los huelguistas y no mostró ningún gusto por hacer tal cosa. Argumentó: “Son cinco kilos de frijoles”, y una maestra le dijo, “no se preocupe en un rato se acaban”, y aunque le sugerimos que le iban a cuidar su olla, ella se fue prefiriendo que se echaran a perder.

Después de un rato la cocinera volvió con ayuda para poner a buen recaudo los frijoles y descubrimos, también una olla de arroz, que olían maravilloso. Aunque de inmediato surgieron ideas sobre la mejor manera de disponer de los frijoles, la señora no mostró la menor solidaridad con la clase obrera, tal vez porque los maestros no parecen ser obreros, o porque podría estar molesta por los costos para ella de la huelga. Dilema mayor que puede extenderse a toda la sociedad. ¿Quién gana y pierde con una huelga universitaria?

En los 70’s la izquierda educada en el marxismo vulgar –muchos no lo han superado- hizo muchos esfuerzos por demostrar que éramos proletarios intelectuales y así justificar la creación de sindicatos, la organización proletaria de los académicos, la sociedad no termina de comprar la teoría y tal vez a los académicos como trabajadores privilegiados.Hoy vemos los restos de un sindicalismo universitario –al igual que el resto de los sindicatos- que han perdido la batalla frente al neoliberalismo que exige productivismo para beneficiar a unos cuantos. En el caso de las universidades, estamos acorralados por administraciones gubernamentales que manejando el presupuesto lograron violentar la autonomía universitaria, forzaron a la academia a manejarse dentro de perfiles burocráticos diseñados en alguna oficina donde no se entiende ni la naturaleza ni la relevancia del trabajo universitario.

La metáfora de los frijoles nos muestra que en el deterioro del salario –fuera de la alta burocracia- una olla del grano sigue siendo importante para sostener a los luchadores sociales y que a la sociedad le puede interesar muy poco la solidaridad si ella implica alguna perdida personal. Esta es una falla democrática preocupante.


Samuel Schmidt
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