Reflexión a propósito de las consultas
Consultar o no consultar, he ahí el dilema. La respuesta, claro, está en el tema y la posibilidad de que los resultados de la consulta sean acordes a las intenciones del gobierno, porque si el promotor de una iniciativa siente que la opinión popular puede resultar negativa, encuentran entonces todas las excusas posibles para evitar la consulta.
Marcelo Ebrard anunció que habría ruido después de su comparecencia sobre la reforma de PEMEX y bien que lo ha habido. El propuso una consulta popular sobre la reforma y antes que se supieran las preguntas que involucraría la consulta, de inmediato el gobierno y sus corifeos panistas saltaron a gritar que no se podía hacer porque era desde anti-constitucional, hasta que era incorrecto consultar a una sociedad que no está informada.
Estas posturas son casi naturales en un país de corta memoria y corto plazo de atención, pero lo más interesante es que el objeto del debate ha cambiado diametralmente; ahora ya no discutimos sobre la pertinencia de la pseudo reforma y cómo debería ser ésta, sino que el centro del escenario lo ha tomado la consulta ciudadana: ¿la hacemos o no? Echele usted un poco de memoria al asunto y recordará que no hace mucho tiempo lo fundamental era cuánto tiempo se iba a debatir, lo central era los días que duraría el debate y no el contenido del mismo. No se determinaba qué papel cumplirían los expertos, ni cuál los políticos; y frente a medios de comunicación que solamente se ocupan del escándalo, evadiendo la profundidad de la discusión, solamente queda el terreno gris donde se mueve una sociedad manipulada.
El gobierno fue cogido desprevenido en ambas ocasiones. Primero se dieron cuenta que los habían pillado en la maniobra del fast track, que no podrían aprobar en lo obscurito y sobre las rodillas el destino del petróleo, y tuvieron que ceder ante la maniobra de extender la aprobación; al parecer el gobierno nunca consideró este escenario, cuyo componente más perturbador es que a lo largo del debate inevitablemente se oirían ciertas voces que podían contradecir la voluntad del gobierno y que posiblemente la opinión social podía cambiar. No obstante la manipulación de los medios de comunicación, que le restaban valor al testimonio de un premio Nobel para dárselo a un politicastro de bajo nivel, tarde o temprano se filtrarían hacia la sociedad los méritos y desventajas de la propuesta. El gobierno perdió la oportunidad de que el proceso se mantuviera como siempre, arropado en la negociación debajo de la mesa donde la secrecía permite acomodos, compra de voluntades y arreglos muchas veces vergonzosos, aunque beneficiosos para unos cuantos.
La segunda propuesta, que consiste en consultar a la sociedad, los volvió a coger desprevenidos, porque el juego salía del espacio obscuro y oculto, posibilidad ante la que no se prepararon. Ahora ya no saben que hacer para convencer a la sociedad que ellos tienen el mandato para acordar “grandes cambios”, más allá del debate público, porque cuentan con la confianza societaria. Pero aquí, dirían algunos críticos, vuelve a pesar el hecho que hay una enorme duda sobre la legitimidad de Calderón, y entonces la presión que ejerce López Obrador se eleva a un espacio político que el gobierno creía haber superado. El gobierno se escuda en una potencial falla legal de la petición de referéndum.
Unas voces dicen que no es posible que el PAN se niegue a la consulta si en el pasado ellos sostenían que el referéndum debía ser un instrumento en manos de la sociedad para frenar al gobierno, al grado que sobre esa plataforma el que hoy es líder del PAN en el senado, Santiago Creel, construyó parte de su carrera política; y varios de los estados gobernados por panistas han incluido tal opción en sus leyes. Las voces del PAN sostienen que solamente hace un año Ebrard y el PRD se opusieron a la consulta sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo. Lo que no queda claro es si la negativa de Ebrard justifica la cerrazón panista ante el referéndum en PEMEX, o si se comenta solamente para mostrar la inconsistencia del jefe de gobierno del Distrito Federal.
Luego entonces, aquí hay algo que va más allá del entendimiento del común de los mortales. ¿Cómo es posible que los políticos cambien de opinión de una forma tan drástica en un tema tan central como es consultar a la sociedad? No es posible que piensen que por el hecho de haber resultado electos –aun con resultados electorales dudosos- adquieren la potestad para decisiones muy importantes, al grado que pueden cambiar el destino nacional sin consultar a la sociedad.
Si los políticos no se ponen de acuerdo, se deben abstener de tomar grandes decisiones y un acuerdo que no debe fallar es consultar a la sociedad.
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Samuel Schmidt
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