Sara Sefchovich
Al menos técnicamente
Después de casi dos décadas de pretender explicarme por qué en México el discurso y la realidad no tienen nada que ver, el secretario de Hacienda Ernesto Cordero me dio hace unos días la pista que iluminó mi ignorancia.
En declaraciones para justificar los aumentos a la gasolina, afirmó que ellos no tendrían que significar incremento de precios en otros rubros. Así lo dijo: “No deberían de reflejarse, al menos técnicamente, en el precio de los bienes”.
Allí está el detalle, como decía Clavillazo. Para nuestros funcionarios una cosa es lo que se quiere que suceda y otra lo que realmente sucede. Su “no debería” hace que la realidad sea la equivocada y de eso ellos no tengan la culpa.
Este es un modo nacional de funcionar. En mi colonia se fue la luz a las ocho de la mañana. Pasaban las horas y no volvía. Los vecinos contactamos a la flamante empresa de clase mundial llamada Comisión Federal de Electricidad. La respuesta siempre fue la misma: con amabilidad dijeron que estaban para servirnos, que la llamada iba a ser grabada con fines de calidad en el servicio y que con gusto nos atendía Fulanito Menguez, pero que lamentablemente no podía hacer nada porque su trabajo era solamente levantar el reporte y enviarlo al área correspondiente. Técnicamente todo parece perfecto: sonrisas y amabilidades y discursos de “estamos para servirle”, pero la luz volvió a las nueve de la noche.
Y así todo. Hasta niveles de franca y grave esquizofrenia. Por ejemplo: técnicamente el país sigue funcionando, pero la realidad es completamente otra. El menor contacto con los gobiernos, federal, estatales y locales sirve para darse cuenta de que no es así. Y la razón es simple: que aunado a la tradicional ineficiencia y corrupción además no se está dejando que fluya eso que los burócratas llaman “el recurso”.
Aunque técnicamente hay dinero (para tenerlo es que se hicieron los aumentos en impuestos y precios y el ex secretario Carstens juró que con eso se lograría), éste no llega a donde está destinado.
Dineros que ya estaban autorizados pero no fueron entregados, pagos que no se hacen a trabajos ya realizados, presupuestos comprometidos que no se transfieren, programas que se anuncian y no se cumplen, eventos y publicaciones que se suspenden a medio camino, cheques que no se pueden depositar quesque por la falta de una firma o porque la firma en cuestión no coincide, instituciones y organismos que aún no reciben su dinero ¡del año 2009!
Pero nada de eso se nota porque en apariencia todo sigue funcionando.
¿Qué está pasando?
Todos sabemos la verdad en este país de mentiras: dinero hay, lo que sucede es que ya empiezan a meterlo en su cochinito para las campañas electorales que vendrán. Los discursos sobre eficiencia, transparencia, austeridad con los que se justifican las medidas de recorte o las no entregas de recursos o las suspensiones de lo ya aprobado o los dineros que cuando llegan desvían su camino o se les mocha una parte, no son más que para encubrir esta realidad.
Tan es así, que hace unos días, cuando Carlos Loret de Mola entrevistaba al secretario de Educación sobre las medidas que se tomarían por el frío, Alonso Lujambio se refirió al “programa electoral” en vez de al “programa escolar”, porque el que hambre tiene, en pan piensa.
En México no habría necesidad de dejar volando todo porque el dinero existe y alcanza. El problema es que lo quieren usar para otra cosa y al mismo tiempo quieren pretender que no es así y que lo van a dar a donde lo deben dar. Y allí estamos con nuestras flamantes instituciones para celebrar bicentenarios o para construir infraestructura o para generar cultura o para impartir salud o para lo que se quiera, todas amarradas de manos porque el dinero no les llega, todas pura fachada discursiva.
Técnicamente vivimos en una democracia pero realmente la nuestra es una que lo corrompe todo desde el momento en que su único motivo, objetivo y modus operandi es la siguiente elección. Estamos a los primeros días de enero del 2010 y esto ya está sucediendo aunque técnicamente falte mucho para el proceso electoral.
sarasef@prodigy.net.mx
Escritora e investigadora en la Universidad Nacional Autónoma de México
En declaraciones para justificar los aumentos a la gasolina, afirmó que ellos no tendrían que significar incremento de precios en otros rubros. Así lo dijo: “No deberían de reflejarse, al menos técnicamente, en el precio de los bienes”.
Allí está el detalle, como decía Clavillazo. Para nuestros funcionarios una cosa es lo que se quiere que suceda y otra lo que realmente sucede. Su “no debería” hace que la realidad sea la equivocada y de eso ellos no tengan la culpa.
Este es un modo nacional de funcionar. En mi colonia se fue la luz a las ocho de la mañana. Pasaban las horas y no volvía. Los vecinos contactamos a la flamante empresa de clase mundial llamada Comisión Federal de Electricidad. La respuesta siempre fue la misma: con amabilidad dijeron que estaban para servirnos, que la llamada iba a ser grabada con fines de calidad en el servicio y que con gusto nos atendía Fulanito Menguez, pero que lamentablemente no podía hacer nada porque su trabajo era solamente levantar el reporte y enviarlo al área correspondiente. Técnicamente todo parece perfecto: sonrisas y amabilidades y discursos de “estamos para servirle”, pero la luz volvió a las nueve de la noche.
Y así todo. Hasta niveles de franca y grave esquizofrenia. Por ejemplo: técnicamente el país sigue funcionando, pero la realidad es completamente otra. El menor contacto con los gobiernos, federal, estatales y locales sirve para darse cuenta de que no es así. Y la razón es simple: que aunado a la tradicional ineficiencia y corrupción además no se está dejando que fluya eso que los burócratas llaman “el recurso”.
Aunque técnicamente hay dinero (para tenerlo es que se hicieron los aumentos en impuestos y precios y el ex secretario Carstens juró que con eso se lograría), éste no llega a donde está destinado.
Dineros que ya estaban autorizados pero no fueron entregados, pagos que no se hacen a trabajos ya realizados, presupuestos comprometidos que no se transfieren, programas que se anuncian y no se cumplen, eventos y publicaciones que se suspenden a medio camino, cheques que no se pueden depositar quesque por la falta de una firma o porque la firma en cuestión no coincide, instituciones y organismos que aún no reciben su dinero ¡del año 2009!
Pero nada de eso se nota porque en apariencia todo sigue funcionando.
¿Qué está pasando?
Todos sabemos la verdad en este país de mentiras: dinero hay, lo que sucede es que ya empiezan a meterlo en su cochinito para las campañas electorales que vendrán. Los discursos sobre eficiencia, transparencia, austeridad con los que se justifican las medidas de recorte o las no entregas de recursos o las suspensiones de lo ya aprobado o los dineros que cuando llegan desvían su camino o se les mocha una parte, no son más que para encubrir esta realidad.
Tan es así, que hace unos días, cuando Carlos Loret de Mola entrevistaba al secretario de Educación sobre las medidas que se tomarían por el frío, Alonso Lujambio se refirió al “programa electoral” en vez de al “programa escolar”, porque el que hambre tiene, en pan piensa.
En México no habría necesidad de dejar volando todo porque el dinero existe y alcanza. El problema es que lo quieren usar para otra cosa y al mismo tiempo quieren pretender que no es así y que lo van a dar a donde lo deben dar. Y allí estamos con nuestras flamantes instituciones para celebrar bicentenarios o para construir infraestructura o para generar cultura o para impartir salud o para lo que se quiera, todas amarradas de manos porque el dinero no les llega, todas pura fachada discursiva.
Técnicamente vivimos en una democracia pero realmente la nuestra es una que lo corrompe todo desde el momento en que su único motivo, objetivo y modus operandi es la siguiente elección. Estamos a los primeros días de enero del 2010 y esto ya está sucediendo aunque técnicamente falte mucho para el proceso electoral.
sarasef@prodigy.net.mx
Escritora e investigadora en la Universidad Nacional Autónoma de México
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