1/16/2010


Frío que estremece el alma
José Cueli

Lo único que nos faltaba a los pobres mexicanos era padecer este gélido invierno. No fue suficiente con vivir en 2009 ventarrones y ramalazos de todo tipo, ahora iniciamos el año con este clima que nos cala hasta los huesos y nos congela el alma.

Este triste clima invernal no hace sino ahondar el talante depresivo que venimos arrastrando desde hace mucho tiempo. La ciudad se vislumbra triste y gris mientras los rostros se ven apagados y taciturnos. Buscamos apaciguar el frío con ropa térmica y calentadores o chimeneas. Pero hay otro frío que no se calma con estos paliativos. Es el frío del alma al pensar en los millones de mexicanos que viven en la indigencia. Ante estos pensamientos hasta el cerebro se nos enfría. Por supuesto, estos compatriotas no aparecen ni en la prensa ni en la televisión, ni tampoco en las mentes de los potentados que disfrutan de los parajes invernales cobijados en hoteles de cinco estrellas, esquiando (bien arropados y hasta con instructor) sin pensar si quiera en los que mueren casi sin ropa, no digamos en lo alto de las serranías con temperaturas bajo cero, sino en las calles de las ciudades. Son los pobres que mueren de hambre e hipotermia. Su muerte es solitaria, anónima y silenciosa.

La crueldad no siempre tiñe los escenarios de sangre. Otro de sus inquietantes colores es el blanco de la muerte, el blanco de los que sufren hambre, el blanco que da la palidez del frío, o bien, el color negro que emana de nuestra parte indiferente y egoísta, la parte ecocida y depredadora que todos llevamos dentro.

Los estragos del cambio climático son resultado de nuestro desamor a la Tierra, de nuestro desprecio por el semejante y de nuestra ceguera ante el sufrimiento ajeno. De ello se tuvo evidencia en la reciente cumbre en torno al cambio climático. Las grandes potencias no quieren perder su poder y sus escandalosos beneficios económicos y ¡al carajo con el planeta!, que sigan el ecocidio y sus dramáticas y mortíferas consecuencias.

Este crudo invierno fue precedido por toda una serie de atrocidades a lo largo y ancho del planeta. Todas ellas repercutieron hondamente en nuestro país. Crisis económica con elevadísima tasa de desempleo; inflación que va en aumento (aunque se diga lo contrario) y que ha dejado a miles de familias en bancarrota; hambre, mucha hambre entre los millones de marginados; paupérrimos servicios de salud y miles de enfermos sin posibilidades de atención médica y sin poder adquirir los medicamentos más elementales. Sirva como vergonzoso ejemplo el dramático caso de los enfermos terminales renales (des)atendidos por el Instituto Mexicano de Seguro Social.

Ni que decir de la inseguridad y de la violencia que se vive en México, donde la lista de atrocidades crece de manera exponencial.

Con un año como el que pasó y la terrible incertidumbre que nos espera en el que empieza lo que menos necesitábamos era este crudo invierno que no hará sino acrecentar el desánimo para algunos y los trágicos desenlaces para los más carenciados, que suman muchos millones a lo largo y ancho del país.

Ojalá el clima mejore y roguemos que a nuestros dirigentes se les ilumine el cerebro y se les bajen los humos narcisistas, porque nuestra patria ya no soporta más adversidades. Hasta ahora, lo único que se está calentando es el malestar social.

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