por Mumia Abu-Jamal
¿Te diste cuenta que ya terminó la guerra? Si parpadeaste, es probable que te lo hayas perdido. Es asombroso que una guerra que comenzó con tanto bombo y platillo, tanta retórica belicosa y tantos compases marciales haya salido de la “fase de combate” con tanta calma, tanta indiferencia, tanto silencio. ¡Una matanza de casi 8 años! Y ¿qué se logró, aparte del bálsamo del olvido? ¿Por qué se desató la guerra? ¿Por las armas de destrucción masiva?`No. ¿Por la democracia? No. ¿Para acabar con la tortura?
No. ¿Por la libertad para las mujeres? No. ¿Para crear un modelo para el resto del Medio Oriente? De ninguna manera. La guerra se emprendió para que Estados Unidos pudiera guardar las apariencias; para reforzar el ego norteamericano y montar un espectáculo militar, para imponer las barras y estrellas sobre los pozos petroleros de Irak y para dominar la región durante muchas generaciones.
La guerra se desató porque George W. Bush aspiró a ser Eisenhower –un “presidente de guerra”—resplandeciente en la gloria militar de ser el Comandante en Jefe de las fuerzas armadas. 8 años después, la nación está agotada, gastada, enloquecida y enojada. ¿Con quién se enoja? Con los musulmanes. Con las mezquitas.
Con “el otro” de piel morena. Hasta con los latinos. ¿Por qué no desata su ira contra los que encendieron las llamas de la guerra? ¿Contra los periódicos, las cadenas de televisión, los canales de cable, los think tanks, los políticos que impulsan las guerras, o los predicadores apocalípticos que veían esta guerra como el “fin del mundo”? Más que una nación, Irak ahora es una ruina. Es un vestigio de lo que una vez fue, con un gobierno paranoico y sospechoso de su propio pueblo. Si Irak ahora es algo, es un ejemplo de lo que no debe ser.
¿Está más seguro Estados Unidos ahora? ¿Más seguro contra qué? ¿Contra la ira musulmana a punto de estallar? ¿Contra la amarga cosecha de las decenas de miles de veteranos que fueron a la guerra, y perdieron su juventud y su alma por Halliburton, ExxonMobil y British Petroleum? ¿Contra su propia angustia? ¿Contra sí mismo? La guerra es una fiebre.
Es una enfermedad psíquica en la que una nación belicosa descarga su enfermedad sobre otra nación –como grandes escupitajos al suelo. Sin embargo, las causas no han sido definidas ni tratadas; por eso la enfermedad persiste y se transmite. La guerra terminó… por el momento. Desde el corredor de la muerte soy Mumia Abu-Jamal *Este ensayo se escribió unos días después de que Obama anunció el fin del combate de tropas estadounidenses (oficiales) en Irak.
¿Te diste cuenta que ya terminó la guerra? Si parpadeaste, es probable que te lo hayas perdido. Es asombroso que una guerra que comenzó con tanto bombo y platillo, tanta retórica belicosa y tantos compases marciales haya salido de la “fase de combate” con tanta calma, tanta indiferencia, tanto silencio. ¡Una matanza de casi 8 años! Y ¿qué se logró, aparte del bálsamo del olvido? ¿Por qué se desató la guerra? ¿Por las armas de destrucción masiva?`No. ¿Por la democracia? No. ¿Para acabar con la tortura?
No. ¿Por la libertad para las mujeres? No. ¿Para crear un modelo para el resto del Medio Oriente? De ninguna manera. La guerra se emprendió para que Estados Unidos pudiera guardar las apariencias; para reforzar el ego norteamericano y montar un espectáculo militar, para imponer las barras y estrellas sobre los pozos petroleros de Irak y para dominar la región durante muchas generaciones.
La guerra se desató porque George W. Bush aspiró a ser Eisenhower –un “presidente de guerra”—resplandeciente en la gloria militar de ser el Comandante en Jefe de las fuerzas armadas. 8 años después, la nación está agotada, gastada, enloquecida y enojada. ¿Con quién se enoja? Con los musulmanes. Con las mezquitas.
Con “el otro” de piel morena. Hasta con los latinos. ¿Por qué no desata su ira contra los que encendieron las llamas de la guerra? ¿Contra los periódicos, las cadenas de televisión, los canales de cable, los think tanks, los políticos que impulsan las guerras, o los predicadores apocalípticos que veían esta guerra como el “fin del mundo”? Más que una nación, Irak ahora es una ruina. Es un vestigio de lo que una vez fue, con un gobierno paranoico y sospechoso de su propio pueblo. Si Irak ahora es algo, es un ejemplo de lo que no debe ser.
¿Está más seguro Estados Unidos ahora? ¿Más seguro contra qué? ¿Contra la ira musulmana a punto de estallar? ¿Contra la amarga cosecha de las decenas de miles de veteranos que fueron a la guerra, y perdieron su juventud y su alma por Halliburton, ExxonMobil y British Petroleum? ¿Contra su propia angustia? ¿Contra sí mismo? La guerra es una fiebre.
Es una enfermedad psíquica en la que una nación belicosa descarga su enfermedad sobre otra nación –como grandes escupitajos al suelo. Sin embargo, las causas no han sido definidas ni tratadas; por eso la enfermedad persiste y se transmite. La guerra terminó… por el momento. Desde el corredor de la muerte soy Mumia Abu-Jamal *Este ensayo se escribió unos días después de que Obama anunció el fin del combate de tropas estadounidenses (oficiales) en Irak.
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