Carlos Bonfil
Fotograma de la cinta Meek’s Cutof, que inauguró el festín fílmico en la UNAM
Implantación de la cinefilia. Tan sólo en este mes de febrero, la ciudad de México ha albergado tres importantes festivales cinematográficos (Cinecapital o FICCMéxico; Ambulante, gira de documentales, y FICUNAM, Festival Internacional de Cine de la UNAM), que reúnen 330 películas y están dedicados a promover el cine de autor en nuestro país. Una oferta sin duda abrumadora para los cinéfilos que con perplejidad y entusiasmo ven cómo se diseña y difunde una alternativa vigorosa al rutinario esquema de los estrenos comerciales.
Frente a la inquietud más recurrente de los espectadores sobre qué películas no perderse en un menú tan amplio de propuestas fílmicas que en 95 por ciento de los casos carece de distribución comercial, lo que procede (y muchos lo han entendido así) es aplicar un criterio riguroso de selección afinado por la consulta del catálogo (sinopsis de las cintas, trayectorias de los cineastas, reconocimientos internacionales) y de la navegación por las páginas electrónicas de los festivales.
A lo largo de la década pasada, dos ofertas de festivales (una monumental, el FICCO; otra mucho más modesta, el Festival Cinematográfico de Verano de la UNAM) y la labor sostenida de la Cineteca Nacional y la Filmoteca de la UNAM, avivaron en la ciudad de México el interés por ver el cine de autor que se proyecta en los festivales de Guadalajara, Morelia y Guanajuato. Desaparecidos el FICCO y el Festival de la UNAM, el panorama se ensombreció por un tiempo relativamente corto. Un equipo homogéneo de cinéfilos jóvenes y promotores culturales se ha encargado de revivir ambos festivales cambiando sus denominaciones, diseminando la propuesta inicial, procurando patrocinios nuevos, tanto institucionales como privados, y marcando pautas de desarrollo muy interesantes.
Algo se asume claramente: la apuesta cultural en favor de un cine de calidad que hasta hace poco parecía condenado a la marginación o al olvido.
Al determinismo ramplón de quienes todavía sentencian que el público mexicano sólo sabe y sólo quiere ver un cine de entretenimiento masivo (aclimataciones de la comedia estadunidense más frívola o prolongaciones de la chatarra audiovisual del duopolio televisivo), la ampliación de un circuito de cine alternativo y su enorme diversificación de propuestas le ofrecen hoy un desmentido contundente.
El cine mexicano de bajo presupuesto con temáticas y búsquedas formales novedosas sale paulatinamente de su arrinconamiento programado para ganar espacios de difusión en el creciente circuito de festivales, cine clubes y en el mercado del video.
La proliferación de festivales contribuye a formar y afinar el gusto de los espectadores que responden generosamente a cintas documentales como Presunto culpable, volviendo éxito de taquilla lo que antes habría sido obra marginal de difusión muy reducida. Se creía conocer el gusto juvenil e imaginarlo refractario a las retrospectivas de directores europeos septuagenarios o centenarios.
Basta evocar el éxito en la Cineteca Nacional del ciclo dedicado a la Nueva Ola francesa, o el entusiasmo que generan las cintas del portugués Manoel de Oliveira, para calibrar la disposición de este público para ver buen cine. Ese mismo público acoge con ánimo nuevo y desprejuiciado el cine radical del tailandés Apichatpong Weeresethakul o los documentales de Frederick Weisman, o la retrospectiva del francés Jean Eustache; el cine del coreano Lee Chang-dong (Poesía) o del chino Jia Zhangke (Ojalá hubiera sabido), las realizaciones recientes de directores argentinos y uruguayos, y de manera especial los documentales y largometrajes de ficción mexicanos que, privados de exhibición comercial, tienen una presencia destacada en el Festival Internacional de Cine de la UNAM hasta el próximo 3 de marzo.
Dos secciones de competencia, cuatro secciones de exhibición, retrospectivas, mesas redondas, una cátedra Ingmar Bergman, y la presentación en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) de la instalación Primitive, del cineasta Weeresethakul, son muestra de la diversidad en la propuesta del festival fílmico universitario. La UNAM renueva su vieja tradición sesentera de promover en cine clubes lo mejor de la cinematografía mundial, sólo que hoy lo hace en su propio festival, en salas espaciosas (Miguel Covarrubias, Juan Ruiz de Alarcón, Auditorio del MUAC, entre otras), con las facilidades de un transporte nocturno gratuito, y una respuesta juvenil entusiasta que le augura días todavía mejores. Mayores detalles: www.ficunam.unam.mx
carlos.bonfil@gmail.com
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