Arnaldo Córdova
El entrecomillado corresponde al título de un artículo que publicó el senador priísta Manlio Fabio Beltrones, el 11 de enero de este año, en el periódico Reforma. En ese artículo se puede degustar, al mismo tiempo, tanto la simpleza y la ignorancia de los priístas comunes y corrientes como su infinito cinismo y su asombrosa ordinariez. Es sorprendente ver cómo han perdido la capacidad de formular ideas programáticas y de largo alcance, partiendo de la realidad del país. Se limitan, simplemente, a hacer el recuento de las atrocidades que los panistas cometen desde el poder y a balbucear obviedades que quieren pasar por planteamientos de buen gobierno.
No puede uno por más de rememorar la enorme capacidad que sus antecesores, desde los tiempos de la fundación del Partido Nacional Revolucionario, tuvieron para darse una imagen más o menos exacta del país que estaban gobernando y concebir y redactar programas que resultaban adecuados para los problemas que se estaba enfrentando. Baste recordar que en los documentos básicos del PNR (1929) se formuló, por primera vez (interpretando muy bien el espíritu nacionalista de la Constitución de 1917), la doctrina del intervencionismo estatal en la economía y su necesaria rectoría por parte del Estado.
También viene a la memoria el Primer Plan Sexenal, de 1933, con el cual el general Cárdenas hizo su campaña electoral y que reivindicaba los principios constitucionales del desarrollo económico, los derechos de la nación sobre su territorio y sus riquezas, y la legitimidad y también la oportunidad de las demandas de los trabajadores del campo y de la ciudad para el desenvolvimiento integral del país. O, asimismo, el Segundo Plan Sexenal, de 1939, cuando se planteó con la mayor claridad la política económica de sustitución de importaciones y la necesidad ya prioritaria de la industrialización de México.
Los gobernantes de la Revolución Mexicana muchas veces cometieron errores garrafales, sobre todo si se considera que tenían un poder ilimitado sobre la población mexicana y sus clases. Pero tenían plena conciencia de cuáles eran los problemas que aquejaban a la nación y barajaban una multitud de posibles soluciones. No eran unas lumbreras, pero puede decirse que tenían estatura de estadistas, aunque no todos. El resultado fue un impresionante crecimiento económico que en los años cincuenta y sesenta estuvo arriba del seis por ciento y varias veces llegó a superar el nueve por ciento. El llamado “milagro mexicano” que fue la envidia del tercer mundo.
Escuchar y leer (cuando logran poner sobre el papel alguna idea) a los priístas de hoy (tal vez habría que llamarles bisnietos del PNR) mueven a una infinita piedad. No tienen, por donde quiera que se les vea, los tamaños de sus bisabuelos y abuelos. Simplemente, no tienen ideas y ni siquiera el asomo de elementales soluciones a los problemas. El artículo de Beltrones es de una falta de escrúpulos y de imaginación, pero sobre todo, y hay que repetirlo, de un cinismo rayano en la desvergüenza que, en efecto, añora uno a sus brillantes antecesores.
Se pregunta Beltrones: “¿Qué estamos haciendo hoy para darle orden y rumbo a nuestro país [“rumbo” y “enrumbar”, son las únicas aportaciones al diccionario de la política nacional que han hecho los priístas desde la época de Salinas (otra que recuerdo es “no me descarto ni me encarto”, Sauri Riancho dixit)]? ¿Qué tanto las acciones que hoy tomamos las hacemos pensando en el México que queremos construir para la próxima década [y por qué sólo para la próxima década, sólo Beltrones lo sabe]? ¿Cuándo los ciudadanos veremos mejoras en nuestra economía? ¿Cuándo veremos una disminución de la violencia? ¿Cuándo dejaremos de omitir soluciones de largo plazo?”
¡“¿Qué propongo?”!, se pregunta tronante este pequeño Zeus priísta y nos ilumina con su asombrosa sabiduría: “Mi propuesta es: regresar al poder sí; pero para construir un nuevo régimen”. Y de nuevo vuelve al colosal déficit de los inútiles e ineptos gobernantes panistas: la alternancia (vale decir, los gobiernos panistas) no ha sido capaz de establecer un nuevo régimen, que querría decir recuperar “el valor de la política para no seguir estancados en la mediocridad, la pobreza, la corrupción y el atraso, y frenar el agravamiento de la desigualdad social, la pobreza, el desempleo, la deficiencia de los servicios públicos, la precariedad de la seguridad social, la inseguridad física y patrimonial o la caída de la productividad”.
Y, ¿qué “nuevo régimen” nos puede proponer Beltrones? Para empezar, una alianza con los que él cree no tan jodidos y ganan entre 3 mil y 15 mil pesos, justo aquellos entre los que se encuentra la clientela del PRI; una alianza, “para impulsar un gobierno fuerte y eficaz, que sea capaz de garantizar justicia para todos”, que no dependa de los ingresos petroleros y que aumente su recaudación fiscal por lo menos un 7 por ciento más (para llegar al 17 por ciento). Como puede verse, se trata de un programa político de verdad asombroso. Sólo que no dice nada. Ni siquiera se sabe en qué pueda consistir dicha alianza y no da ni la más elemental idea de cómo no depender del petróleo o aumentar los impuestos.
Beltrones es tan sólo un grillo y es inútil que se las quiera pintar de nuevo ideólogo del PRI. No tiene cabeza para ello. No sabe decir nada y, en realidad, nunca dice nada más que puras obviedades. ¿Por qué no se pregunta cuál es la diferencia entre el régimen panista y el viejo régimen priísta al que él siempre sirvió? Porque encontraría que no hay diferencia ninguna. Excepto quizá el tema de la seguridad, que los panistas han agravado hasta el exceso, todo sigue igual que con los priístas. Tampoco con ellos, después de Echeverría, crecimos más allá del dos por ciento y la pobreza cundió sin freno.
La insultante riqueza de unos cuantos cientos de oligarcas comenzó con Salinas (Wikileaks lo pone al desnudo) y, en consecuencia, el empobrecimiento generalizado de los mexicanos y el despilfarro de la riqueza nacional. Ningún presidente a lo largo de la historia destruyó tan sistemática y obstinadamente el patrimonio nacional como el priísta Carlos Salinas de Gortari. Tampoco hubo ninguno que nos entregara tan atados de pies y manos a Estados Unidos como él, al que Beltrones sirvió. Éste debe saber que fue Salinas el que imaginó, por el miedo que le produjo el 88, cuando la izquierda se aproximó al poder, la alianza histórica del PRI con el PAN, para atajar la amenaza de la izquierda.
En ello radica el cinismo de los priístas de hoy: es fácil que le echen la culpa al PAN gobernante, pero sólo porque olvidan con toda facilidad que los desastres del PAN en el gobierno vienen de la era priísta y fueron provocados por los priístas en el gobierno. Antes los panistas se quejaron de que los priístas les estaban robando su programa; ahora los priístas, que gobernaron como panistas durante 18 años (1982-2000), dicen que aquéllos hacen todo mal. Los panistas no sabían y siguen sin saber gobernar; lo poco que saben lo aprendieron de los priístas. Y si así están las cosas, ¿qué diferencia habría si los priístas ganan la Presidencia?
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