Sara Sefchovich
Lo mismo que en el caso de Florence Cassez, el tema de mi artículo de hoy no es sobre si Sandra Ávila Beltrán, la llamada Reina del Pacífico, es o no culpable de lo que se le imputa. De eso yo no sé ni puedo saber. Pero a lo que voy a referirme es a uno de los asuntos periféricos de esos casos, que periódicamente hacen ruido.
Recientemente hubo un escándalo que derivó en montón de acusaciones y ceses de funcionarios, porque supuestamente permitieron que la señora, presa en Santa Marta Acatitla, recibiera la visita de un médico para que le hiciera un tratamiento estético. Lo que resulta sorprendente es que, de repente, algo que viene sucediendo con regularidad se convierta en problema. Porque basta con mirar cómo se ve Ávila, para saber que durante el tiempo que lleva encerrada se ha podido ocupar de su belleza.
El cabello, perfectamente pintado (“uso tintura para vencer las canas”, le dijo a Julio Scherer en una entrevista), largo y bien cuidado. Perfectamente maquillada y manicurada (“de rojo absoluto, las uñas de los pies”, dice Scherer). La hemos visto en la televisión, con blusa de seda sin sostén, luciendo orgullosa lo que Scherer describe como “sus grandes pechos” y su buen cuerpo “impetuoso, de una mujer en plenitud”.
Hasta el uniforme reglamentario color caqui de la cárcel lo usa bien entallado, con tacones altos y lentes de sol, e incluso lleva joyas, según Gerardo Mejía, quien publicó una entrevista con ella en EL UNIVERSAL. Así pues, se trata de una mujer atractiva y más todavía, espectacular, dice Scherer, que “se acicala y disfruta de la elegancia y aun del refinamiento”. Quizá ese podría ser un elemento para juzgar si es o no culpable, porque una y otra vez vemos que las mujeres de los narcos son muy atractivas.
Ella misma dice que también son “competitivas, exhibicionistas. Siempre miramos a la que tenía la mejor joya, el mejor carro, quién era más y mejor atendida por el esposo, por el novio. Nos gusta mantenernos arregladas y fijarnos en la moda. Cuidar hasta el detalle el cuerpo, la cara”. Mantener esto requiere de buena alimentación, ejercicio, masajes, peinadoras y tinturistas, manicuristas, costureras, lavanderas y planchadoras.
Éstas pueden encontrarse dentro de las instalaciones de la prisión o venir de fuera a proporcionar sus servicios, lo cual exige permisos y apoyos en la cárcel que, sin duda alguna, se compran con dinero. Ahora bien: según Mejía, la señora está completamente incomunicada, “es el reo más aislado en este país actualmente”, afirma en un video que circula en la red. Sin embargo, seguramente ese aislamiento no es para castigarla, sino para darle la oportunidad de recibir los cuidados y servicios que desea, de mantener su celda limpia —recuérdese que cuando entró a prisión se quejó ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos de que había chinches—, su ropa cuidada, su persona atendida.
Porque aislada no está: recibe visitas constantes y participa en fiestas en las que se divierte y hasta baila. Pero además de guapa, Ávila es también seductora. Según Mejía, impone respeto, con una mirada hace que la obedezcan, le hagan mandados, le traigan lo que requiere o desea. Y adonde va la acompañan varias internas “para lo que se le ofrezca”.
Eso no es sólo cuestión de dinero, es una actitud que sin duda la llevó a ocupar el lugar hasta el que llegó, porque en los recuentos sobre ella resulta obvio que desde los reporteros hasta periodistas del tamaño de Julio Scherer han caído rendidos a sus encantos, a su manera de moverse, de hablar, de mirar, a su seguridad en sí misma, a su “completo dominio de la relación con las personas” y a su don de mando: “Cuando hablo me gusta que me miren a los ojos”, se comenta que dice.
Así que lo del bótox, suponiendo que hubiera sido cierto, ya es lo de menos. Lo de más sería cuestionarse por qué de repente asuntos como éste, que suceden con toda regularidad en las prisiones (para quien lo puede pagar por supuesto), de repente se vuelven motivo de escándalo. ¿Qué es lo que hay detrás de que se saque a la luz como problema lo que sucede cotidianamente?
Escritora e investigadora en la UNAM
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