5/18/2012

Foro de la Cineteca : La lección de pintura


Carlos Bonfil
Foto
Fotograma de la cinta dirigida por el chileno Pablo Perelman
La lección de pintura, sexto largometraje del chileno Pablo Perelman (Archipiélagos, 1992), es una curiosa elección para este Foro de la Cineteca, centrado en principio en operas primas y en propuestas de autor sin grandes posibilidades de distribución comercial.

La narración limpia y emotiva que propone el realizador y guionista a partir del relato homónimo de Adolfo Couve tiene, sin duda, garantizada una buena recepción comercial ya que maneja, sin alardes de innovación formal, pero también sin gran originalidad o sutileza actoral, el tipo de fórmulas de entretenimiento que combinan melodrama y reflexión política eludiendo cautelosamente toda complejidad.

Elvira (Verónica Sánchez), madre soltera, llega al pueblo chileno de Llay-Llay a principios de los años 60, y ahí burla la maledicencia local vistiendo siempre de negro, con lo que aparenta ser una viuda respetable. Para ella el asunto es más sencillo: La idea de ponerme ropa de colores me da susto. Su encuentro con el boticario del pueblo, Aguiar (Daniel Giménez Cacho), pintor aficionado carente de talento, le permite encontrar trabajo como asistente en la farmacia. Este encuentro y la relación un tanto in- sustancial entre boticario y empleada son narrados desde el punto de vista de Aguiar, quien de inmediato centra su atención en la vocación artística de Augusto, hijo de Elvira, quien desde los cuatro años revela un indiscutible talento para la pintura, mismo que seis años más tarde cobrará casi por inspiración providencial y sin esfuerzo una dimensión de genialidad.

Los temas de una posible relación amorosa entre Elvira y Aguiar o el de la relación de envidia profesional del artista fallido por el talento nato del niño genio son apenas desarrollados, sin fuerte carga dramática y sin un conflicto real o un atisbo de ambigüedad que los vuelva realmente interesantes. Lo que parece interesar a Perelman es tomar estas anécdotas como pretexto o alegórico telón de fondo para contar una historia mayor, el enfrentamiento y polarización intensa de posiciones políticas e ideológicas durante el breve gobierno popular de Salvador Allende. Es en esta rápida radiografía social donde el director muestra una convicción mayor y una postura moral mejor definida.

Aun así el conjunto de la cinta tiene un tratamiento que va de lo convencional y anecdótico a lo abiertamente sentimental. Esta ausencia de sustancia y complejidad dramáticas contrasta fuertemente con las ficciones políticas que ofrece el cine chileno actual, y entre las cuales destaca a buena distancia el talento de Pablo Larraín (Tony Manero, Post Mortem) o el del propio Andres Wood, productor de esta cinta y realizador de la muy eficaz Machuca.

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