Hace bien que miremos a un presidente que está dispuesto a reconocer aunque sea una mínima parte de sus debilidades de gobierno.
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Aunque
es lo mismo, no es lo mismo. Digamos que son los mismos términos, pero
el presidente Enrique Peña Nieto no se refería a la serie de televisión
gringa, de la que se dice en México que sólo existe en el canal 5: La Ley y el Orden. Sí se refería a la situación mexicana hoy, aquí y ahora: insuficiencia de ley y de orden...
O por lo menos eso se entendió de lo que dijo en entrevista con la
periodista Jude Webber y que se publicó el lunes pasado en el periódico
inglés The Financial Times, el mismo día que llegó a Londres
para asistir en visita oficial y para atestiguar el inicio de la
presencia mexicana en aquella capital, de acuerdo con el programa: Año Dual México-Reino Unido.
Resulta interesante que lo más interesante de lo que declara el
presidente mexicano lo haga para periódicos extranjeros. Para que la
repercusión de sus dichos llegue a los confines del planeta tierra y
que lo sepan todos, y para que se convenzan de sus virtudes
presidenciales. Bien. De todos modos acá sabemos lo que pasa, y lo que
ocurre.
Así que esta vez en apoyo a la Ley Anticorrupción, que está en
trámite en el Senado de la República, el presidente mexicano dijo algo
que evidentemente es muy cierto y que por lo mismo todo –o casi todo-
el mundo lo sabe:
“En México se vive hoy un proceso creciente de ‘incredulidad y
desconfianza’. Y también se ha mostrado ‘suspicacia y duda’; y que su
administración [por gobierno] se debe concentrar en mejorar la ley y el
orden: El gobierno federal debe reconsiderar hacia dónde nos
dirigimos”, declaró el presidente de México.
Esto último recuerda aquella frase emblema del gobierno de Luis
Echeverría (70-76): “Arriba y adelante” y que al hacer su análisis, don
Daniel Cosío Villegas le espetó. “Sí, señor presidente, es bueno ir
arriba y adelante, pero también se debe saber dónde se va a
aterrizar...”.
Digamos que un principio de solución es conocer el problema. Y mal
haría un presidente en no darse cuenta del pulso de la situación
nacional; de lo que ocurre fuera de la casa de gobierno y de lo que
piensan los mexicanos al grito de guerra...
Si: En el país hay incredibilidad en sus instituciones, en su
gobierno y en quienes están en el gobierno. No hay un día, uno sólo de
nuestros presentes días, en los que la sorpresa dé paso al azoro y de
ahí a la desconfianza y de ahí al enojo colectivo.
Es que la incredulidad y desconfianza se generan, por ejemplo, con
la apropiación presidencial de zonas sensibles de gobierno en sus tres
poderes republicanos. El nombramiento de funcionarios afines y garantía
de preservación del régimen y sus operarios; ya en la administración y
supervisión de lo público (Virgilio Andrade), como en el Poder
Judicial, al proponer a quien será ministro de la Corte (Manuel Medina
Mora) o en la Procuración de Justicia (Arely Gómez); en apoyo a
gobernador en Michoacán (Silvano Aureoles) y la presencia omnipresente
de su partido en las instituciones de lo electoral (INE...)...
...Y candidatos insospechados en una lista priísta de plurinominales
con la que, en muchos casos, se ve que en política y candidaturas el
PRI, como todos los partidos oficialmente reconocidos, andan volando
bajo; o que la permanente inseguridad pública nacional es el pan ácimo
de todos los días; y el sometimiento a los designios estadounidenses
para garantizar su seguridad nacional armados como Pedro por su casa y
montados en nuestro caballo... y...
Aceptar que en México existe incredulidad y desconfianza, suspicacia
y duda, y que hay que mejorar la ley y el orden tiene un significado de
ingobernabilidad y, por lo mismo, de autocrítica; y es bueno.
Pero conocer la enfermedad también requiere de especialización,
fortaleza, conocimiento y voluntad de de quien habrá de curarla. Una
enfermedad seria no se cura con discursos o con entrevistas-discurso;
sí se cura con un cambio de actitud, con gobierno de Estado...
Se cura si se dan las pautas para cambiar el enfermo sistema de
partidos que vivimos; si se convoca a la creación de nuevas
instituciones políticas que representen y sean interlocutores ciertos
de los habitantes de este país; se cura si se deja de manosear al
sistema electoral; se cura si se somete a escrutinio democrático a
quienes habrán de ocupar puestos clave en la administración pública...
Se cura si se deja de procurar justicia con base en supuestos y se
trabaja con certezas; se cura si se blinda al país de intervenciones
extranjeras en nombre de nuestra seguridad y se cura si se plantean
procedimientos de mejoras salariales, promoción de creación de empleos
y se anula la economía informal en toda la nación mexicana...
En parte ese sería el camino para iniciar el proceso de credulidad y
confianza, de certidumbre y veracidad y, sobre todo, ley y orden
dejarán de ser una aspiración y sí justicia a secas; una justicia que
preserve nuestras libertades, nuestros derechos, nuestras obligaciones
y nuestras exigencias como sociedad en democracia...
Hace bien el presidente en hacer estas declaraciones. Hace bien que
miremos a un presidente que está dispuesto a reconocer aunque sea una
mínima parte de sus debilidades de gobierno. Pero mejor será conocer el
remedio y el trapito.
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