8/15/2016

Pensamientos y escenarios “catastróficos”


Utopía

Eduardo Ibarra Aguirre

De acuerdo a varios diccionarios catástrofe significa: “Suceso desdichado en el que se produce gran destrucción y muchas desgracias con grave alteración del desarrollo normal de las cosas. Una catástrofe aérea”. Y usado de manera coloquial: “Cosa mal hecha, de mala calidad o que produce mala impresión. Nuestra primera cita ha sido una catástrofe. Sinónimos: desastre”.
En ninguna de las acepciones puede entenderse qué pretendió decir Enrique Peña Nieto a los jóvenes que recibió el viernes 12 en el salón Adolfo López Mateos, mientras otros más no pudieron acceder porque la entrega del Premio Nacional de la Juventud 2016 estaba programada para realizarse en la explanada Francisco I. Madero de Los Pinos, pero la contingencia ambiental lo impidió, pues implicaba arriesgarse a la crítica que en cualesquiera casos es inevitable por esa propensión de los gobernantes y políticos de manejarse entre los gobernados con la fórmula: “Yo o el desastre”, como si fueran menores de edad o lo que es peor, súbditos, ahora que dos madres angustiadas se hincaron ante el secretario de Gobernación para implorarle ayuda para localizar con vida a sus hijos desaparecidos.
El titular del Ejecutivo federal llamó a la juventud –38 millones según José Manuel Romero Coello, director general del Instituto Mexicano de la Juventud y destacado adulador de su jefe sexenal–, a “no dejarse invadir por pensamientos y escenarios catastróficos”, y les aseguró que su administración ha logrado romper barreras a través de cambios y reformas estructurales que están abriendo “un nuevo camino para las futuras generaciones”.
Frente a las “ideas catastróficas” que no identificó ni mucho menos polemizó con ellas, enarboló por enésima ocasión las reformas estructurales que constituyen la nueva “ruta que está siguiendo el país” para tener “una nación más próspera, con mayor bienestar para su gente”, por ello se trabaja para que la juventud tenga un “escenario distinto del México que tuvieron generaciones anteriores”.
Cambios con los que “Por supuesto que enfrentamos resistencias en ésta y en todas las otras reformas, porque, repito, es romper con barreras, es romper inercias, con vicios, con modelos ya añejos que no estaban sirviendo”.
Resistencias pues “quizá la marca que distingue al gobierno que me toca encabezar, (es) el de romper paradigmas; romper los modelos que teníamos, que estaban obstaculizando e impidiendo que pudiéramos avanzar y crecer a mayor celeridad”, postuló Enrique Peña a 3.5 meses de que comience el penúltimo año de su gobierno y el crecimiento económico nada más no llega, el país persiste como en los últimos siete lustros en el crecimiento mediocre de la economía, de 2.2 por ciento. Y hasta hoy con todo y la ruptura de “paradigmas” y las santificadas reformas ni siquiera se logra aquel porcentaje, pero siempre habrá causas exógenas para justificarlo.
Y por supuesto que no faltó el elogio a la madre de todas las reformas de un sexenio que no permite prever un final tranquilo, a pesar de la “amnistía” que ofrece Andrés Manuel López Obrador a los amos y señores de la corrupción y el “compromiso de no encarcelar” a Peña Nieto si gana la Presidencia.
Razones y sinrazones aparte, de los múltiples actores políticos, los agentes económicos y organizaciones sociales que convergen con posiciones e intereses propios en el conflicto magisterial, es justamente la muy santificada reforma educativa, pero poco explicada y menos argumentada, el tema que más polariza a los mexicanos.
Utopía 1715, 15-VIII-16

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