7/11/2017

Fox, traidor a la democracia



Pedro Salmerón Sanginés
Entre otras tendencias (algunas abiertamente fascistas), en el origen del PAN hubo una auténtica vocación democrática representada por Manuel Gómez-Morín, que marcó uno de los temas centrales del discurso de ese partido, incluso en su periodo en que se convirtió en una derecha profundamente reaccionaria y de espaldas a la nación (1949-1962). En la década de 1980, el PAN formó parte de la lucha democratizadora del pueblo de México, lo que incluía marchas, ayunos, toma de aduanas, bloqueos de carreteras y otras acciones que llamaron "resistencia civil". En ese contexto, hay frases memorables de Fox sobre la inexistente democracia mexicana, tales como las actas, “ya no son un documento confiable… todas son una marranada” (20 de julio de 1991). Luego, en su exitosa campaña presidencial, dos temas fueron torales: la democratización y el combate a la corrupción. Como presidente, traicionó ambos.

El inicio de esa traición fue el pacto signado con el PRI. Según Fox, citado por sus cercanos colaboradores Jorge Castañeda y Rubén Aguilar, entre julio y noviembre de 2000 las discusiones entre su equipo sobre la estrategia política, terminaron con dos ideas contrapuestas: atacar al PRI o buscar con ese partido un acuerdo de gobernabilidad. Fox se decidió por la segunda. De esta decisión se desprende la traición a su promesa de perseguir a los corruptos ("tepocatas" y "peces gordos"), no sólo del pasado, sino también del momento, como evidenció que nadie pagara por el Pemexgate, como lo demuestra Álvaro Delgado en El amasiato.

Más de lo mismo: desde el primer día se gestó una alianza con Elba Esther Gordillo, convertida en operadora de Fox en diversos ámbitos. Otra vez citando a sus inmediatos colaboradores, para Fox “Gordillo es una mujer valiente y aguerrida que… intentó cambiar (al PRI) con convicción y lealtad... Fox considera que el apoyo de Gordillo fue muy importante durante su gobierno”. Esa alianza con Gordillo fue clave para la traición a su segunda gran promesa de campaña. Señala Armando Bartra:

“La debutante democracia paradójicamente mexicana no se jodió durante la campaña ni en las elecciones y el recuento de votos (de 2006). A la democracia mexicana la jodieron a finales de 2003, cuando el presidente Fox… tomó la decisión de impedir a toda costa que el candidato natural de la izquierda llegara a la Presidencia”.

A toda costa. Bartra lo ilustra a lo largo de su libro y lo aceptan incluso los transicionólogos de que escribí hace 15 días. Nadie puede negar que Fox violó la ley en 2006. Dice Bartra: "Desde el momento en que Fox echó a andar el complot contra López Obrador las elecciones de 2006 quedaron en entredicho, irremisiblemente manchadas, marcadas a fuego por la inequidad".

La clave institucional de la destrucción de la democracia (operada por Elba Esther Gordillo y su inmediato auxiliar Miguel Ángel Yunes) fue el golpe (hasta hoy irremediable) a la imparcialidad, neutralidad y credibilidad del IFE, del árbitro de que hablé hace 15 días. Un árbitro que en su renovación en 2003, fue denunciado como parcial e inaceptable por uno de los tres jugadores principales, y el mejor posicionado en ese momento.

El propio consejero presidente electo mediante esas maniobras que mataron la legitimidad del IFE como árbitro, Luis Carlos Ugalde, lo confiesa: desde la operación hecha por Yunes y Gordillo para elevarlo, pasando por las negociaciones oscuras entre PRI y PAN ("negociaban en privado y nadie sabía los criterios que orientaban sus decisiones. Parecían más interesados en nombrar personas que les dieran certeza a ellos, los partidos, que a los ciudadanos"), hasta reconocer que el consejo del IFE designado en 2003 nació con un pecado de origen resultado de la falta de transparencia y del interés de los partidos (aunque no dice con la concreción debida, que fue el interés de los partidos que lo impusieron: PRI y PAN): el resultado, consejeros "bajo sospecha", claramente vinculados al PRI o al PAN.

A ese episodio vinieron las abiertas violaciones a la ley de empresarios cuyos ilegales privilegios habían sido cancelados por López Obrador en la Ciudad de México, y las del propio presidente Fox, tan descaradas que el Tribunal Electoral tuvo que reconocerlas.

Finalmente el fraude, el fraude que según los transicionólogos no existió nunca. El fraude documentado en sendos libros de Héctor Díaz-Polanco, Sergio Aguayo, José Antonio Crespo y Andrés Manuel López Obrador entre otros autores y cuya evidencia fue incinerada. De eso hablaremos en otra entrega.

Las citas en: Aguilar y Castañeda, La diferencia, Grijalbo, 2007, pp. 27 y 28 y 52 

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