Silvia Ribeiro*
Desde el pasado 7 de julio,
el estado de California incluyó en la lista de sustancias cancerígenas
al glifosato, principal ingrediente del herbicida RoundUp de Monsanto
(también ingrediente de Faena, Rival, Machete y otras marcas). En un año
deberá ser etiquetado en esa entidad como agente que puede causar
cáncer. Monsanto apeló de la decisión, alegando que afecta sus intereses
comerciales y afirmando que no hay pruebas de que sea cancerígeno.
¡Pero sus propios estudios a principios de la década de 1980 muestran lo
contrario!
Monsanto afronta en una corte de distrito de San Francisco, Estados
Unidos, 91 juicios iniciados por personas que sufren, ellos o parientes,
cáncer linfoma non-Hodgkin. Acusan a Monsanto de haberlos expuesto al
glifosato, sabiendo y ocultando que podía causar cáncer. Los casos,
presentados en varios distritos, se combinaron en un litigio único que
debe sentenciar el juez Vince Chhabria en diciembre de este año. Hay
otras mil 100 demandas de personas que han presentado casos similares
contra Monsanto en diferentes cortes. (http://tinyurl.com/lfpych4)
El agrotóxico glifosato fue inventado por Monsanto y es usado
ampliamente en agricultura y jardinería, pero su uso aumentó hasta 2000
por ciento debido al cultivo de soya, maíz y otros transgénicos
tolerantes a este herbicida.
Un documento clave que Monsanto ha intentado desechar del proceso a
toda costa, es un estudio de la propia empresa publicado en 1983, sobre
el efecto del glifosato en 400 ratones de laboratorio, que muestra que
un número significativo de ratones expuestos al glifosato en
alimentación, desarrollaron tumores. Monsanto presentó el estudio, pero
en las conclusiones no reflejó la gravedad de los impactos.
En 1984, el toxicólogo William Dykstra de la EPA (Agencia de
Protección Ambiental de Estados Unidos), revisó el estudio completo y
declaró que indicaba claramente que
el glifosato es oncogénico, produce adenomas tubulares renales, un tumor raro, relacionado a la dosis administrada. Monsanto respondió que los tumores no eran por glifosato, sino por
otras causas. Pero en 1985, luego de nuevas revisiones del estudio por parte de toxicólogos y otros expertos, éstos emitieron una declaración consensuada clasificando al glifosato como
probable cancerígeno en humanos. Monsanto comenzó entonces una agresiva campaña para
convencera funcionarios y científicos de la EPA –incluyendo emplear algunos en su empresa– hasta que logró que algunos declararan que no estaba claro que los tumores se relacionaban al glifosato. La historia del caso y las subsecuentes turbias manipulaciones por parte de la empresa están detalladas por la reconocida periodista Carey Gillam, en Environmental Health News, junio 2017 (http://tinyurl.com/ychhe3yv)
El estudio de Gilles-Eric Séralini en 2012, alimentando ratones con
maíz transgénico con glifosato, mostró justamente resultados similares a
los de los estudios de Monsanto en 1983. Ambos son coincidentes con las
conclusiones del amplio estudio de revisión del grupo internacional de
expertos de la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer
(IARC) que motivó a la Organzación Mundial de la Salud a declarar en
2015 al glifosato como probable cancerígeno en humanos.
Christopher Portier, ex director del Centro Nacional de Salud
Ambiental, de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de
Estados Unidos, fue invitado como experto a la revisión del IARC.
Portier afirmó que la evaluación aplicada por los reguladores
estadounidenses al glifosato es
científicamente erróneay que coloca en riesgo la salud pública. Agregó que
los datos en esos estudios indican fuertemente la capacidad del glifosato de causar cáncer en humanos y animales; no hay razón para creer que los resultados de todos esos estudios son simplemente una casualidad(http://tinyurl.com/ybpuvl8y, citado por C. Gillam)
La ola de juicios contra Monsanto sigue creciendo y cada vez emergen
más evidencias de cómo la transnacional sabía de los daños del glifosato
y los transgénicos, pero desató una cadena de maniobras para
ocultarlos, aumentando sus ganancias a costa de la salud de las personas
y el ambiente.
La lucha de las comunidades de campesinos indígenas y apicultores en
la península de Yucatán, es justamente para impedir que la siembra de
soya transgénica resistente a glifosato enferme y mate a sus
comunidades, sus abejas, el agua y el medio ambiente. La demanda de
comunidades de Quintana Roo sigue en proceso, mientras que en Campeche y
Yucatán, la SCJN ordenó realizar consultas, cuya realización ha sido
saboteada, paradójicamente, por la comisión de bioseguridad (CIBIOGEM) y
la de pueblos indígenas (CDI) (http://tinyurl.com/ybe49o4t)
Casi al mismo tiempo, Sol Ortiz García, secretaria ejecutiva de la
Cibiogem, en un simposio internacional sobre bioseguridad en un hotel de
lujo en Guadalajara en junio, declaró que en México hay
sobreregulacióny que la oposición a los transgénicos es un problema de
comunicación(http://tinyurl.com/yadn9sqz ). En ese evento, Monsanto dio 11 conferencias, Dupont 9, Syngenta 3 y Bayer 1, además de otras de Agrobio y otras personas e instituciones ligadas a la industria biotecnólogica. Campesinos afectados y científicos críticos: cero ¿Será ésta la comunicación a la que se refiere la Cibiogem? Ya que en Campeche y Yucatán acosan a los campesinos afectados para que ni siquiera puedan hablar. ¿Tendrán que morir de cáncer para que los consideren
evidencia? Aunque en ese caso Monsanto ¿y la Cibiogem? posiblemente dirán que se debe a
otras causas. Es un problema de comunicación. O más bien, de quién paga por ella.
*Investigadora del Grupo ETC
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