Desde que fue nombrado precandidato a la Presidencia por el PRI, en
noviembre pasado, cada semana Meade Kuribreña ha sumado a su equipo de
trabajo a personajes tan disímbolos y de distintas generaciones en la
administración pública y en el partido, que no comparten criterios ni
formas de hacer política.
Por ejemplo, Aurelio Nuño, coordinador de la campaña, priista de
historia reciente, y Vanessa Rubio, subsecretaria de Hacienda y Crédito
Público con una carrera en la administración pública a partir de 1994,
ahora coordinadora de la Oficina del precandidato, nada tienen qué ver
con el exgobernador del Estado de México, Eruviel Ávila, quien se
desempeña como vicecoordinador de la campaña o con el viejo político
José Ramón Martel, a quien asignaron como asesor político.
Tampoco se ven vínculos estrechos entre el senador panista Javier
Lozano, como vicecoordinador de mensaje y vocero oficial de José Antonio
Meade, con Heriberto Galindo Quiñones, asesor político de la campaña,
un viejo lobo de las áreas de comunicación social en al menos cinco
instituciones desde hace varias décadas, cuando las críticas de algunos
medios al gobierno se arreglaban con una llamada suya a los directivos o
directamente a los reporteros.
¿Qué vinculación se puede dar o puede haber entre Alejandra Sota,
asesora en materia de comunicación y opinión pública en la precampaña,
con los exreporteros de Televisa y operadores de prensa Eduardo del Río y Enrique Rodríguez?
De la misma manera, ¿qué vínculos pueden darse entre Alejandra
Lagunes, coordinadora de Estrategia Digital de la Presidencia, con las
otras dos voceras de la precampaña: la senadora Ana Lilia Herrera
Anzaldo y la diputada federal Mariana Benítez Tiburcio, quienes apenas
han asomado la cabeza para defender la imagen y el discurso de Meade?
Más: qué pueden hacer José Luis Romero Hicks como vicecoordinador
México y Ciencia, que tendrá a su cargo la generación e impulso de
agendas relacionadas con innovación tecnológica, desarrollo urbano,
fomento a las exportaciones y comercio internacional, con el panista
Julio DiBella Roldán, quien ayudará a construir una red ciudadana más
participativa e incluyente, cuando fracasó en la asesoría que le dio a
Josefina Vázquez Mota en sus campañas presidencial en el 2012 y para la
gubernatura del Estado de México en 2017.
La integración del equipo de campaña de José Antonio Meade parece no
tener un rumbo claro ni una estrategia definida. Por los perfiles de
cada participante, su integración parece más una concesión a grupos de
presión que una línea definida que lleve al candidato a mejorar su
posición a un mes de que empiece la campaña electoral.
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