10/12/2020

Fratelli tutti, un vigoroso deslinde papal

 Eduardo Ibarra Aguirre

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Don Jorge Mario Bergoglio, mejor conocido en la aldea como papa Francisco, presentó la encíclica Hermanos todos que constituye un clarísimo y categórico deslinde con el capitalismo salvaje (neoliberalismo), debido a que es generador de las pavorosas desigualdades económicas y sociales que caracterizan al orbe de hoy, así como del virus del individualismo. Y propuso el domingo 4 la fraternidad con hechos y no sólo con palabras. 

En lo que especialistas auténticos –no como los que se presentan desde el oligopolio mediático mexicano–, estiman que la tercera encíclica de su papado que comenzó el 13 de marzo de 2013, “representa la síntesis de su pontificado y la ha presentado solo, sin estar acompañado con otras autoridades de la Iglesia, porque es el emblema de su autoridad” (Filippo di Giacomo). 

En su tercera encíclica (carta) de 84 páginas y escrita en español aunque mantiene su título en italiano, el pontífice argentino retoma los temas sociales abordados a lo largo de 7.5 años y reflexiona sobre un mundo azotado por las terribles consecuencias económicas y sociales del SARS-CoV-2 que provoca la enfermedad covid-19, Francisco condena el dogma neoliberal, por ser un “pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presente”. Tal y como lo repiten hasta el hartazgo los intelectuales orgánicos de los dueños de México (no más de 50 familias) y que se ostentan “liberales”, como los Simpatías –con el perdón del comediante Alejandro Suárez–, Leo Zuckermann y Sergio Sarmiento. 

Para el primer papa latinoamericano “La especulación financiera con la ganancia fácil como fin fundamental sigue causando estragos”, y advierte con sobrada razón que “el virus del individualismo radical es el más difícil de derrotar”. 

Desde hace más de tres lustros (6-IX-04) aquí insistimos que el daño mayor que produjeron 36 años de reformas y políticas neoliberales, de Miguel de la Madrid a Enrique Peña, no es solamente la imposición de un Estado mínimo con el desmantelamiento del sector estatal de la economía que era demasiado obeso, mas no sus áreas estratégicas, a precios de ganga para los socios del presidente en turno (capitalismo de compadres) y sin ninguna trasparencia a pesar de que el “autónomo” Inai existe desde 2003, sino la destrucción de lazos comunitarios y la elevación del individualismo y la competencia a valores supremos, por encima de la comunidad y la familia, lo que importaba era triunfar. Lo comunitario fue convertido en sinónimo de comunismo, como lo gritan los fanáticos que realizan un performance, no un plantón, en el Zócalo, patrocinados por el dueño de FEMSA (Coca Cola y Oxxo), José Antonio González Carbajal por medio de uno de sus exempleados. 

Don Francisco no sólo critica, también propone porque “Es posible aceptar el desafío de soñar y pensar en otra humanidad. Es posible anhelar un planeta que asegure tierra, techo y trabajo para todos”. Y reivindica el derecho del ser humano de vivir con dignidad y desarrollarse plenamente, pues la pandemia evidencia la incapacidad de los gobernantes de actuar en conjunto en un mundo falsamente globalizado. La fragilidad de los sistemas mundiales frente a las pandemias evidenció que no todo se resuelve con la libertad de mercado. 

Postula una “nueva ética en las relaciones internacionales”, opuesta a la (sub) cultura de los muros (le hablan Donald Trump) y propone, finalmente, una reforma estructural de la ONU y que la deuda externa de los países debe ser pagada, pero sin perjuicio al crecimiento y subsistencia de las naciones más pobres. Un mundo para todos, pues. 

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