2/19/2022

¿Dónde está Karla?

  

En medio de la pandemia, la violencia contra las mujeres se había desbordado y no por ello se confirmaba que esta muerte sería el tercer caso de feminicidio en el año, pero las contradicciones de los testimonios hizo que la sociedad sospechara de ello. De confirmarse que éste se trató de un feminicidio, sería el tercero del 2021. Durante los primeros días de enero una mujer fue privada de la vida por su ex pareja en la ciudad de Piedras Negras, luego de ser apuñalada; y la segunda fue arrojada de un vehículo en movimiento por su pareja en la ciudad de Saltillo. Durante el mes de enero, el número 911 que recibe llamadas de todo tipo de violencias, recibió en Coahuila 728 llamadas vinculadas a casos de violencia de género.

Los dos hijos de Karla, hoy de 8 y 10 años, fueron a vivir a casa de su hermana, la tía, recibidos por dos de sus primas, de 7 y 14 años. Las peleas por el espacio y los juegos entre las menores de edad, son de imaginarse. Una familia que abre las puertas de su corazón, de una casa habitación que requiere ampliación, de acompañamiento familiar y psicológico para sus integrantes, que enfrenta un proceso penal en el que un integrante de la familia es enjuiciado, se amplía.

La casa de los niños está cerrada. Tienen una madre muerta y un padre en prisión. Tras 2 meses de los hechos, él fue trasladado al Cereso Varonil Saltillo. El juicio inició a un año de que todo sucedió y coincidió con el cumpleaños 44 de Karla, el 12 de febrero.

Karla no sólo era como la mamá de algunas del grupo que desde kinder existe, sino que era quien las convocaba y por ello incluso la habían elegido como testigo de matrimonio. Era una mujer única, leal, generosa, cercana con cada una, a pesar de las diferencias entre ellas, que daba sin recibir nada a cambio, y  que  ponía a las demás personas por encima de sí misma. Las hermanas de Karla eran hermanas de las amigas de Karla, así que el grupo de amigas y de familias se ampliaba, y todas éstas, preocupadas por lo sucedido, fueron generando una hipótesis de lo que había pasado. Algunas de ellas fueron parte de los alrededor de 50 testigos en el juicio contra el esposo de la misma víctima. Lacho, no sólo era el esposo de su amiga, sino que era también su amigo y por ello no podían pensar mal de él. Con el tiempo las evidencias fueron superiores; les hicieron pensar que los hechos habían sido distintos y que ella además de haber querido huir de su casa, había sido asesinada.

Su esposo no sólo había actuado desde una estructura de control, poder y ventaja sobre Karla, sino que incluso la castigaba. Ello podría explicar que una de las versiones dijera que ella tenía un par de maletas en el auto el día de los hechos, mismas que no han sido ubicadas al día de hoy.

La información que circuló durante el año iba y venía. Que se cayó por tomar alcohol, que se cayó quitando el árbol de Navidad, que se cayó de las escaleras, que si su hijo vió lo sucedido, que él había quebrado algo y por ello había habido una discusión, que el marido le golpeó contundentemente la cabeza y arrojó desde atrás por las escaleras, que ella llegó con golpes al hospital, que se limpió el lugar del “accidente”, que ingresó al hospital 10 horas después de los hechos, que no se presentan los videos de seguridad de la casa, que el padre del marido organizó a los médicos  que  la atendieron, que no coinciden las declaraciones de su marido a las autoridades. Nadie sabía la verdad. Nadie sabía qué había pasado con la amiga, con la hermana.

El hijo de Karla acudió a una de las audiencias del juicio en contra de su padre. Uno de los 5 abogados de la defensa le preguntó: “¿Te sientes culpable por la muerte de tu madre?”. La pregunta no corresponde al proceso psicológico que el menor de edad está recibiendo. Aún cuando hubiese habido objeción en la elaboración de la pregunta en la sala del juicio público, el retroceso en el acompañamiento y proceso de pérdida que como niño está viviendo, se ve absolutamente destruído. A una de las testigos mujeres que acudió, le preguntó la defensa: “¿Dónde está Karla?”, como si el nervio de una mujer adulta que nunca estuvo cerca de un proceso penal, pudiera desestabilizarse y entonces desestimar su testimonio.

También en las audiencias se escuchó el testimonio de un médico que sin ser forense, daba opinión concluyente de lo ocurrido en el cerebro de la víctima, mismo que no advirtió el cuerpo golpeado o sangrado de ésta y que cínicamente repitió no conocer la Norma Oficial Mexicana 046 de criterios para la atención y prevención médica de la violencia familiar y sexual. Aquí se presentan algunos gremios a los que el Estado está obligado a volcar toda su infraestructura e información para que las mujeres tengan una vida libre de violencia, así como la protección máxima de las y los menores de edad que quedan  huérfanos  tras hechos de violencia.

Como lo dijo la Corte Interamericana de Derechos Humanos en  la  sentencia  del Campo Algodonero (2009): “Los homicidios de mujeres por razones de género, son resultado de una situación estructural, y de un fenómeno social y cultural enraizado en las costumbres y mentalidades, y estas situaciones de violencia están fundadas en una cultura de violencia y discriminación basada en el género”. Karla no había dado a conocer ningún indicio de antecedente de violencia y no porque no hubiese sido víctima de ello, sino porque no es ni común ni bien visto hablar del tema en su círculo social.

El control del cuerpo de Karla que tuvieron esa madrugada de invierno dos varones, como lo son el esposo y el suegro de la víctima, es material suficiente para analizar lo sucedido en la causa penal 111/2021 del estado de Coahuila, pues se trató de una víctima incomunicada, aún cuando ella haya estado inconsciente. Esperamos que hoy martes 15 de febrero del 2022 las juezas María Antonieta de Leal Cota, Nuvia Janelli Aguillón y Silvia Catalina Ortiz, consideren lesiones en brazos, piernas y cráneo del deceso de la víctima y por supuesto, los  50  testimonios  que  se  presentaron  durante estas 2 últimas semanas de juicio.

Hay muchas deficiencias en las investigaciones penales de feminicidio, no sólo es que se pierden evidencias, que hay malas investigaciones o una perspectiva de género mal aplicada (si la hay), lo que  se  puede  aprender  de  este  suceso  que  duele  hasta  las venas, como muchos otros, es que ni la sociedad, ni abogados, ni médicos, ni los funcionarios del Estado, están preparados para defender la vida de las mujeres o la de la niñez en orfandad de las víctimas de feminicidio a pesar de las  leyes  que  existen  y  que obligan al Estado a velar por  la  seguridad  y  vida.  Que  descanse  en  paz  nuestra hermana Karla.

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