Feminismo mexicano, transformador e impulsor de conciencias jóvenes
Ciudad de México.- En más de un siglo, el movimiento feminista mexicano transformó sus formas de organización y actualizó sus demandas, con la diferencia central de que en el pasado, la mayoría de las exigencias se hicieron sin una ley en la mano.
Hoy, con un marco legal que las respalda, las feministas enfrentan un contexto de criminalización y descalificación desde el gobierno federal y el revanchismo machista que les impide el pleno ejercicio de los derechos alcanzados, de acuerdo con feministas e historiadoras entrevistadas a propósito del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, quienes hacen un recorrido por la historia para analizar esta transformación hasta llegar al movimiento caracterizado por la participación de miles de jóvenes que realizan marchas multitudinarias y que se manifiestan de diversas formas ante la ineptitud del gobierno para garantizar sus derechos.
Libertarias, maestras y trabajadoras, las pioneras
En México, las ideas feministas empezaron a discutirse a finales del Siglo XIX, como consecuencia de la reforma liberal que permitió el acceso de las mujeres a una educación laica. Antes de la Escuela Secundaria para Señoritas, que se creó en 1869, las mujeres tenían una educación fundamentalmente religiosa, relató la historiadora Patricia Galeana Herrera, fundadora del Museo de la Mujer.
El acceso a la educación media y superior marcó el inicio de una revolución cultural e hizo surgir una multiplicación de publicaciones de y para mujeres en la que se informaba sobre los movimientos femeninos en otras partes del mundo y se escribían artículos sobre “la emancipación de la mujer”.
De acuerdo con la también exdirectora del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, el proceso revolucionario en México también fue un escenario central para que, motivadas por las maestras normalistas (como Dolores Jiménez y Muro), se organizaran.
Si bien inicialmente las mexicanas se unieron al movimiento antirreeleccionista con huelgas de hambre y protestas, después volcaron su organización en la demanda de su derecho al voto, que logró unificar en el Frente Único Pro Derechos de las mujeres tanto a las comunistas, penerristas (del partido hegemónico en ese momento) y hasta las católicas. Este movimiento, sin embargo, sucumbió cuando se negó el voto a las mujeres en 1938.
Galeana Herrera divide la historia del movimiento feminista en cuatro grandes olas, distinguidas entre sí por sus demandas.
En este orden, la primera ola del feminismo mexicano data de finales del S.XIX, con la demanda del voto y los derechos laborales, reivindicado por las trabajadoras que participaron en la huelga de las cigarreras (1887), la huelga de las zaraperas (1884) o la huelga en Río Blanco, por la explotación en las fábricas textiles.
Con el movimiento revolucionario en México, formalmente los derechos laborales tanto de hombres como de mujeres se ampliaron. De hecho, en la Constitución de 1917 se refirió explícitamente a la igualdad de salario por el mismo trabajo.
Esta primera ola se extendió hasta los años 60, cuando México reconoció la ciudadanía plena de las mujeres y se convirtió en uno de los últimos tres países en hacerlo en América Latina, de acuerdo con la historiadora.
Derecho de las mujeres a decidir
La segunda ola del movimiento feminista está vinculada con la liberación sexual de la mujer, de acuerdo con Galeana. En esta época, el feminismo se vinculó con el movimiento estudiantil de 1968. A partir de entonces surgieron organizaciones que comenzaron a trabajar por el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo.
De acuerdo con la clasificación de la historiadora, la tercera ola ocurrió en los años 90, la última década del siglo pasado, cuando el movimiento feminista se diversificó y abordó temas de la diversidad sexual.
Actualmente, detalló la historiadora, vivimos la cuarta ola de este movimiento feminista que, al no conseguir estas demandas, sigue reivindicando los derechos sexuales y reproductivos.
En 2021, mediante manifestaciones masivas, tomas de Congresos, conformación de colectivas de acompañamiento de abortos, así como elaboración de iniciativas de ley, documentación y amparos, las feministas consiguieron que, en total, cuatro entidades del país despenalizaran la interrupción del embarazo hasta las 12 semanas de gestación: Hidalgo, Veracruz, Baja California y Colima, los cuales se sumaron a Ciudad de México (2007) y Oaxaca (2019) que ya contaban con esta legislación. No obstante, en 26 entidades el aborto voluntario sigue siendo un delito.
De acuerdo con Galeana, actualmente a estas demandas por la autonomía del cuerpo se suman nuevas exigencias que no habían cobrado tanta fuerza en las épocas anteriores: la eliminación del acoso sexual, la violencia y el feminicidio.
2022: Movimiento masivo de mujeres
“En esta cuarta ola, gracias a las redes sociales, tenemos que se ha dado un movimiento masivo de las mujeres saliendo a las calles a marchar por una vida libre de violencia y por su derecho a decidir sobre su propio cuerpo”, observó Galeana.
Sin embargo, esta cuarta ola enfrenta, en su opinión, un revanchismo machista ante el avance de derechos que se refleja en el aumento de la violencia contra las mujeres. Frente a ello, señaló, surgió una importante cantidad de colectivas a lo largo y ancho del país para evidenciar la ineficacia del gobierno de garantizar una vida libre de violencia para las mujeres.
Para Patricia Galeana, ahora las formas de incidencia y exigibilidad de las mujeres son muy diversas ya que en esta época las mujeres usan las redes sociales para denunciar a sus acosadores, pero también dirigen sus discursos y exigencias a las y los legisladores y los tres niveles de gobierno para que garanticen sus derechos.
En la época actual el movimiento feminista —protagonizado por mujeres jóvenes— muestra una decepción y frustración frente al no cumplimiento de las leyes y la impunidad para todos los casos de feminicidio, personas acusadas de acoso sexual, de violación, incluso connotados políticos, no se les hace absolutamente nada.
A ello se suma la descalificación que desde el Ejecutivo se hace al movimiento al señalarlo como algo externo a México y que las jóvenes están manipuladas.
“No están manipuladas, están totalmente conscientes y están totalmente empoderadas de sí mismas para dar la batalla, pero desde luego sí hay desesperación porque no ven que haya políticas públicas que favorezcan que las mujeres puedan vivir libres de violencia”, puntualizó.
Patricia Galeana
Transformar la posición de las mujeres
“A lo largo de la historia de México ha habido muchos tipos de intervención de los distintos feminismos para transformar la posición de las mujeres en la sociedad y buscar derechos de distinto tipo”, señaló la historiadora del Centro de Estudios de Género de El Colegio de México, Gabriela Cano Ortega.
Precisó que una cosa que ha cambiado en el tiempo es la forma de interlocución entre el movimiento feminista y el Estado, ya que si bien los “activismos feministas” se han dirigido con sus demandas a los sectores del Estado, a los actores estatales, también hay feminismos que militan dentro de las instituciones.
De acuerdo con la también integrante de la Academia Mexicana de Ciencias, hay demandas del feminismo que han persistido , como el acceso voluntario a la educación, al trabajo y a la autonomía personal de las mujeres, y éstas se han reinterpretado de acuerdo con el contexto de cada época.
Las actuales generaciones del movimiento feminista, señaló la experta, toman conceptos básicos del feminismo de los años 70 (donde hubo distintas vertientes políticas e ideológicas, y formas de acción) pero los interpreta y los reelabora. Por ejemplo, desde finales de la década de los años 70 los “activismos feministas” conceptualizaron y reclamaron el derecho a decidir de las mujeres basado en el reconocimiento del momento y el número de embarazos que deseaban tener las mujeres.
“Hay un cierto cambio, pero también hay un reconocimiento de un punto de partida en conceptos del feminismo de los 70, desde luego esto no se puede aislar de la situación del país y de la violencia que envuelve a regiones de país. No es que los movimientos feministas y su demanda en contra de la violencia se pueda separar de la violencia que vemos en las calles y en muchas zonas del país”, reflexionó Cano.
Otro ejemplo de esto es que en la época actual se habla de feminicidio, un concepto que existió hasta 1991, cuando la antropóloga feminista, Marcela Lagarde, teorizó al respecto. Esto no significa, sin embargo, que la violencia contra las mujeres no existía antes sino que se nombraba distinto, coincidió la académica de la Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Xochimilco Ana Lau Jaiven.
Para la historiadora, otra diferencia entre el pasado y la actualidad es que ahora las jóvenes tienen una ventaja: son muchas y se comunican por las redes sociales. Antes, en los 70, no había redes sociales y los grupos eran pequeños. “Sí salían a la calle, no se quedaban en su casa y había de todo, pero también había mujeres que se acercaban a los feminismos de diferentes maneras”, relató.
“Tenemos las leyes pero no se cumplen”
A diferencia de la década de los años 80 y 90, (cuando ella empezó a militar en el feminismo), las mexicanas tenemos algo que antes no se tenía: leyes a favor de los derechos de las mujeres, explicó la abogada feminista Patricia Olamendi Torres.
De acuerdo con la también ex coordinadora del Comité de Expertas de la Convención Belém Do Pará, desde finales del siglo pasado y hasta la fecha, el movimiento feminista se fue ampliando a través de alianzas de mujeres en diferentes espacios, por ejemplo, con legisladoras, políticas, defensoras de los derechos de las mujeres, etcétera.
Conforme fueron creciendo estas alianzas también se fue ampliando la legislación y políticas públicas a favor de los derechos de las mujeres. “Éramos muy poquitas. Nos conocíamos todas en todo el país. Regularmente éramos mujeres que teníamos niveles escolarizados un poco más altos, mucho compromiso social, ligada al movimiento de izquierda, cuando el feminismo no era popular sino más bien rechazado. Nos veían como mujeres raras y lesbianas”, relató.
La también integrante de la plataforma “Nosotras Tenemos Otros Datos” narró que a finales del siglo pasado, la mayor parte de las reformas que hicieron fueron publicadas, negociadas y trabajadas con el Estado.
No obstante, señaló, en el actual sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador no existe esta alianza ni este trabajo en conjunto entre mujeres e instituciones.
Por el contrario, observó, lo que hay actualmente por parte del Estado es una agenda conservadora que nos regresa a los años 70 u 80, cuando se pensaba en las mujeres dentro de los hogares y la exigibilidad de derechos era casi nula.
“Hoy no tenemos ninguna relación con el Estado, nos volvimos enemigas del Estado, lo que no es sencillo (…) El feminismo es transformador, no hay forma de ser conservadora. Somos enemigas, nos tratan como enemigas y cada vez que pueden nos marcan campañas en nuestra contra. Denostar, mentir, generar conflicto. No es normal”, criticó Olamendi.
Esta agenda conservadora, precisó, está desapareciendo programas y presupuestos para la atención del cáncer de mama, la vacuna contra el Virus del Papiloma Humano, las Escuelas de Tiempo Completo y otras políticas que se construyeron aproximadamente hace 30 años.
Mientras, el movimiento feminista se ha vuelto amplio, un movimiento social (más que de un grupo), con diversas expresiones y que no es unánime. No obstante, también es un movimiento de descontento cuyas expresiones son producto de la marginación social en la que viven actualmente las mujeres.
Ahora el movimiento es masivo. Necesitamos que el feminismo también se traduzca en acciones, conocimiento, exigibilidad de derecho. Que se reconozca es un gran logro.
Esto, dijo, es una transformación radical en comparación con los años 80,90 cuando las marchas del 8 de marzo eran con contingentes de cientos, no miles de mujeres, como ahora. “La violencia brutal que hemos enfrentado es lo que desata esta protesta masiva, esta protesta y esta situación de decir esto no es posible porque tiene que haber un cambio radical”, señaló.
La diferencia, dijo Olamendi, es que hoy en día luchamos con la ley en la mano. “Antes luchábamos sin la ley, luchábamos por la ley. Hoy en día luchamos con la ley. Hoy exigimos el cumplimiento de esos derechos. Antes no exigíamos eso”.
Por su parte, Ana Lau Jaiven, quien fue coordinadora de la Maestría en Estudios de la Mujer en la UAM, observó que las feministas han hecho hincapié en que no es un tema de sexenios porque “No importa quién esté gobernando, de todos modos no nos van a hacer caso, nos tienen miedo y por eso el borramiento institucional del Estado, de los gobiernos, de las entidades, hacia las mujeres, no que borren a las mujeres, pero hay un borramiento de las demandas de las mujeres”.
En otras décadas, dijo la historiadora, las mujeres creían que les iban a dar derechos porque muchas de ellas venían de los partidos políticos, estaban en contra de la doble militancia, entraron a las cámaras parlamentarias a ver si podían hacer cambios. No obstante también marchaban y también pintaban las paredes, pero no nos acordamos porque lo hacían de noche.
“Era una situación distinta. No es la abrumadora cantidad de chavas que ahorita están pintando las piedras”, concluyó.
En la siguiente entrega hablaremos de las colectivas de jóvenes, quiénes son, cómo se organizan y cuáles son sus demandas.
| segunda y última parte
México vive la cuarta ola del movimiento feminista, con una diversidad de jóvenes que convergen en una demanda central: alto a todas las formas de violencia contra las mujeres en todos los espacios, no sólo el familiar. Estas jóvenes encontraron un espacio seguro de denuncia en las redes sociales y en las marchas resignifican el espacio público.
Esta segunda parte de reportaje “Feminismo mexicano, transformador e impulsor de conciencias jóvenes”, es un recuento de las demandas de las mujeres desde la “Primavera Violeta” de 2016 hasta la marcha del “8M” de 2022, donde las protagonistas son mujeres jóvenes dispuestas a organizarse de diversas formas ante la inacción del Estado para prevenir y sancionar las violencias en su contra.
De la “Primavera Violeta” al “8M”
Las nuevas voces empiezan a ocupar los espacios públicos con fuerza. El 24 de abril de 2016 miles de mujeres, en especial jóvenes, tomaron las calles de la Ciudad de México para exigir el cese de las violencias históricamente cometidas en su contra.
A esta manifestación, sin precedentes por la multitud de participantes, se le conoció como “Primavera Violeta”, emulando el nombre de la “Primavera Árabe”, como se nombró a las protestas multitudinarias en Egipto en 2011, que reivindicaban derechos sociales.
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Hace seis años las mujeres llegaron a esa marcha convencidas de exigir un alto al al feminicidio y al acoso callejero. Previo a la manifestación en las calles, redes sociales como Twitter y Facebook se inundaron de testimonios de violencia que se difundieron con la leyenda “Mi primer acoso”.
La indignación se encendió con casos como la violación sexual contra la joven Dafne N., ocurrido en enero de 2015, en Boca del Río, Veracruz; la agresión sexual contra la periodista Andrea Noel, el 8 de marzo de 2016 en la capital del país; y por el asesinato de Nadia Vera Pérez, Olivia Alejandra Negrete Avilés, Mile Virginia Martín y Yessenia Quiroz Alfaro, el 31 de julio de 2015 en la colonia Narvarte, también en esta ciudad.
Estos hechos reflejaron la violencia que las mujeres viven cada día. Por ejemplo: en 2015, 90 por ciento de las víctimas del delito de acoso sexual fueron mujeres, además ellas representaron 70 por ciento de las víctimas en todos los delitos sexuales (violación, acoso y hostigamiento sexual e incesto), de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía.
Si bien la violencia sexual no es una problemática nueva, el hecho que marcó la diferencia entre las protestas de antaño y las de ahora son las posibilidades que abrió el espacio digital. “Estas nuevas morras, jovencitas, tienen una ventaja: son muchas y se comunican por las redes sociales. En los setentas no había redes sociales y los grupos eran pequeños”, describió la historiadora y académica de la Universidad Autónoma Metropolitana, Xochimilco, Ana Lua Jaiven.
En esta nueva era feminista las redes sociales son un espacio de encuentro entre mujeres de distintas edades, ideologías y contextos sociales diversos, lo que ha potenciado el movimiento feminista actual, como explicó la defensora Arussi Unda, integrante del colectivo veracruzano Brujas del Mar.
Para la defensora, desde una visión crítica, el movimiento feminista actual es tan masivo que se confronta en algunos temas y en otros carece de conceptualización y formación política. No obstante, las redes sociales hacen posible las alianzas entre mujeres que están trabajando para conseguir un bien colectivo y no personal.
A decir de Unda, la reflexión colectiva con otras organizaciones de mujeres ha derivado en diferentes iniciativas, por ejemplo, en pensar en 10 temas “irreductibles” que integran la agenda feminista, entre ellos políticas para evitar la desaparición de mujeres, la violencia sexual, el feminicidio y la violencia familiar, entre otros.
Un ejemplo de esta organización colectiva, que se propagó en las redes sociales, fue el movimiento #MeToo, que en 2019 cobró fuerza en México y volvió una práctica segura denunciar públicamente a los agresores en el espacio digital, sin importar si se trataba de hombres reconocidos en el ámbito de la literatura, la música, el cine, la academia o el periodismo.
En octubre de 2017 el periódico estadounidense “New York Times” publicó una serie de reportajes sobre las reiteradas conductas de acoso sexual del productor de cine Harvey Weinstein, en contra de alrededor de 80 actrices. Este caso desató un movimiento mundial conocido como “Me Too”, en el que mujeres de diversas profesiones y oficios hablaron públicamente en espacios públicos y, principalmente en redes sociales, de sus experiencias de acoso sexual.
Estudiantes organizadas y el #MeToo
En el caso de México, el movimiento etiquetado en redes como #MeToo también se replicó en las universidades. Estudiantes de distintas facultades de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), fueron de las primeras en alzar la voz y a partir de 2019 denunciaron pública y formalmente a maestros, compañeros y trabajadores, de cometer distintas formas de violencia contra ellas.
En esta y otras casas de estudios empezaron a surgir denuncias con nombre, apellido y foto, algunos testimonios colgaron de “tendederos” públicos; hubo marchas, mítines y paros de labores indefinidos que llevaron a las autoridades a generar modificaciones en sus reglamentos internos.
En la UNAM las alumnas, en particular las estudiantes de la la Facultad de Filosofía y Letras, hicieron tanto ruido con sus demandas que las autoridades universitarias cambiaron los estatutos de la universidad, crearon unidades de género y de atención a víctimas y reformaron planes de estudio para incluir materias de feminismo, entre otras acciones.
Las universitarias se convirtieron en protagonistas. Por ejemplo, las Mujeres Organizadas de la Facultad de Filosofía organizaron uno de los paros académicos más largos de todos los que hubo en las universidades mexicanas por violencia contra las mujeres. La protesta duró cinco meses y culminó con la entrega de las instalaciones durante la pandemia por COVID-19.
Si bien las estudiantes en paro, que por meses vivieron en las instalaciones académicas, recibieron amenazas, insultos y hasta agresiones físicas de parte de alumnos y personas que no estaban de acuerdo con ellas, en poco tiempo consiguieron instaurar nuevas vías de diálogo a través de foros, asambleas y comités.
Las universitarias consiguieron transformaciones en los estatutos y lograron cambios culturales entre la comunidad universitaria.
Una estampa de cómo se transformó la universidad a partir de esta movilización la mostraron las Mujeres Organizadas de la Facultad de Arquitectura el pasado 25 de febrero, cuando las “encapuchadas” fueron recibidas con aplausos y consignas de agradecimiento por parte de funcionarias, académicas y estudiantes, durante un acto oficial en el que se renombró una sala con el nombre de María Luisa Dehesa Gómez Farías, la primera mujer arquitecta en México.
Como nunca antes se había visto, las funcionarias de la facultad agradecieron a las estudiantes el haber protagonizado un paro de labores para visibilizar y denunciar la violencia al interior de la casa de estudios. En respuesta, las Mujeres Organizadas recordaron que en ese recinto no se reconoce a las mujeres, ya que no se les menciona, ni a ellas ni a sus contribuciones en las clases y proyectos.
“Los nombramientos fueron desde, por y para las mujeres. Fuimos nosotras, no la institución (…) nosotras hemos empezado a recuperar nuestra genealogía, hemos empezado a recuperar el lugar que nos pertenece en la historia, esto solo es el inicio porque juntas lograremos el reconocimiento que merecemos (…) la causa justa por la que salimos a exigir nuestros derechos y a demandar justicia en todos los ámbitos donde nos ha sido negada la posibilidad de vivir libres y sin miedo”, declararon.
Brillantina rosa, nueva forma de protestar
Al #MeToo le siguió la “Brillantada”, un acto simbólico y lúdico, pero lleno de indignación, que ocurrió 12 de agosto de 2019, cuando un grupo de jóvenes arrojaron diamantina color rosa al entonces secretario de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México, Jesús Orta Martínez, como una forma de denunciar que días antes cuatro policías violaron a una menor de edad y exigir justicia.
Estas nuevas formas de manifestación y exigencia de derechos provocaron la criminalización del movimiento feminista. La policía ha desarrollado distintas estrategias de disuasión en las marchas, entre ellas iniciar carpetas de investigación contra las manifestantes, lanzar gas lacrimógeno o disparar armas de fuego, como se vivió el 9 de noviembre de 2020 en Quintana Roo, durante una marcha por el feminicidio de tres mujeres.
Las mujeres de la cuarta ola del feminismo, como las nombra la historiadora y académica de la Universidad Nacional Autónoma de México, Patricia Galeana Herrera, exigen una vida libre de violencia, pero no sólo es una demanda, también trabajan para hacerla realidad.
Ejemplo de esto es la “Asamblea Vecinal Nos Queremos Vivas Neza”, una colectiva que se formó en 2017 tras el asesinato y violación sexual de la niña Valeria, de once años de edad, quien fue violada y asesinada después de subir al transporte público de aquel municipio mexiquense, cuando se dirigía a su casa.
El trabajo de esta asamblea es representativo de la organización de las mujeres en el Estado de México, la entidad que en 2021 acumuló 144 casos de feminicidio, según datos oficiales. También es el primer estado en contar con dos Alertas de Violencia de Género contra las Mujeres, una por feminicidio y otra por desaparición de mujeres y niñas.
Vivir libres de violencia, exigencia presente
De acuerdo con la defensora Elsa Arista, quien participa en esta colectiva, el hecho de que las mujeres sean violentadas ante la inacción de las autoridades hizo que se organizaran, crearan esta red de apoyo, pero que además se convirtieran en feministas.
El motor principal de la Asamblea, señaló Arista, es acompañar a las familias de víctimas de delitos como violación, desaparición y feminicidio. Este acompañamiento se refleja en la protesta organizada, en mítines en fiscalías y en la presentación de denuncias en medios de comunicación. En su opinión, la tarea de hacer visible la violencia contra las mujeres en su entidad es fundamental ya que las instituciones siguen sin atender sus denuncias a nivel nacional.
“A nosotras nos toca actuar en el Estado de México. En estos momentos no encontramos escucha ante una violencia que ha crecido de manera exagerada. Las compañeras (feministas de otros años) dejaron pautas importantes de por dónde luchar, cómo hacer”, señaló la defensora.
La Asamblea también le apuesta a transformar la cultura machista a través del trabajo con la comunidad. Por ejemplo, organizan cocinas comunitarias y actividades de difusión contra la violencia. Para Arista, la principal demanda de las colectivas feministas que se articulan en el Estado de México es alto a la violencia contra las mujeres en todos los ámbitos.
Las más jóvenes, observó, están exigiendo desde otro lugar, “un espacio de libertad que antes no tomábamos porque no sabíamos que lo teníamos: las calles. Ha cambiado radicalmente cómo nos vemos como mujeres”, declaró.
Escuelas, bastión de transformaciones
Un epicentro más de la protesta feminista en los años recientes está en las escuelas mexicanas. La estampa más reciente ocurrió el 11 de marzo en un Colegio de Bachilleres en San Luis Potosí, donde las adolescentes hicieron un tendedero de denuncias de acoso sexual, el cual fue retirado por la dirección del plantel. Inconformes y sabedoras de sus derechos, las alumnas llevaron sus protestas a las redes sociales, donde se viralizó la acción.
Derecho a decidir, a vivir tranquilas
Entrevistadas durante la manifestación que reunió (de acuerdo con datos oficiales) a 75 mil personas el pasado 8 de marzo por el Día Internacional de la Mujer, varias jóvenes coincidieron en que la razón para unirse a la protesta feminista era exigir una vida libre de violencia, desde el acoso sexual callejero, la violencia sexual hasta el feminicidio. El fin último, es justicia para las víctimas y garantía de que sus hijas, sobrinas y hermanas, no vivirán algo similar.
Entre las jóvenes que llevaban cartulinas con frases que representan su lucha como “No me cuida la policía, me cuidan mis amigas”, estaba Jana, una adolescente de 16 años de edad. Jana se sumó por primera vez a la protesta feminista para demandar justicia por todas las mujeres que ya no están. Desde su punto de vista, las instituciones no han mostrado escucha para sus demandas.
Mariana, otra joven de 16 años, relató que descubrió la lucha de las mujeres la ocasión que denunció que un hombre la tocó sin su consentimiento pero nadie le creyó. Para ella, las mujeres que se manifiestan están enviando el mensaje al gobierno de que la situación ya no puede seguir así.
Una demanda central de las mexicanas es que las instituciones volteen a ver a las mujeres organizadas y se den cuenta de que hay un problema, ya que particularmente este gobierno ha sido omiso a las demandas feministas. Así lo observó Rebeca, una manifestante de 21 años de edad, para quien el pañuelo verde que representa la defensa del derecho a decidir y el pañuelo morado, que simboliza la lucha feminista, son parte del atuendo cotidiano.
Para Sara, otra de las participantes, el propósito de la protesta en las calles es hacer visible el movimiento feminista porque entre la población aún no existe plena conciencia sobre los derechos de las mujeres. Como en la década de los años 70, hoy una de las demandas centrales es la despenalización del aborto, los techos de cristal, el acoso en las calles y en general la violencia. A decir de Sara, si bien el feminismo sí ha buscado interpelar al gobierno, éste sigue sin responder.
“Nuestras necesidades nunca han sido escuchadas, nunca ha sido tomado en cuenta (…) desde que nacemos estamos vulnerables al sistema, al machismo, porque desde que naces a una niña la puedes violentar, nosotras crecemos con todas esos miedos, con todas esas inseguridades (…) creo que los funcionarios nos escuchan pero no es de su interés, tal vez tienen intereses propios más importantes que escucharnos a nosotras como sociedad, como mujeres, pero aquí vamos a seguir hasta que nos escuchen”, dijo Karen, otra de las manifestantes.
Ana confiaba en el gobierno del actual presidente, Andrés Manuel López Obrador, porque pensó que sería un gobierno justo pero lamenta que en realidad está haciendo a un lado la situación de violencia contra las mujeres.
“¿De qué forma tenemos que hacernos notar para que ya no exista la violencia contra las niñas y adolescentes? que es uno de los motivos por los que estoy aquí. Tengo 56 años y esto antes no se veía. Ahora estoy aquí por las futuras generaciones”, afirmó.
“Es una gran parte el derecho de que tú puedas decidir qué hacer con tu cuerpo, porque todavía no tenemos esa posibilidad, estamos dependiendo de alguien más que nos permita o no hacer con algo con nosotras mismas, con nuestras carreras, con nuestras vidas, con nuestro futuro, porque no es solo en cuestión sexual, romántica, laboral, académica, tenemos muchas menos oportunidades y es lo que estamos buscando: tener las mismas oportunidades que los demás”, declaró Laura, de 31 años de edad, quien se sumó a la marcha para exigir que ella y sus sobrinas tengan el derecho a decidir y a vivir tranquilas, sin que eso sea un privilegio solamente de algunas personas.
Para Laura, las instituciones sí escuchan a las mujeres en sus demandas pero deciden ignorarlas y agregó: “pero no será por mucho tiempo (…) porque estamos luchando. Tarde o temprano lograremos lo que queremos. Tal vez no lo vea yo, pero en un futuro sí se hará”.
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