Carlos Pascual es cubano-estadunidense egresado de Harvard
“Cuando el caos prevalece el narcotráfico florece”, escribió en 2004
De la Redacción, La Jornada.
Nacido en Cuba y emigrado a Estados Unidos a la edad de tres años, Carlos Pascual, quien se perfila como embajador del gobierno de Barack Obama en México, es especialista en “Estados fallidos”, ha abogado por “cambiar el tejido social de las naciones”, a fin de crear estados “democráticos y orientados hacia el mercado” y, según su propia biografía, “ayudó a desmantelar la Unión Soviética”.
Pascual fue embajador estadunidense en Ucrania y encabeza hasta ahora la Oficina para la Coordinación de Reconstrucción y Estabilización del Departamento de Estado estadunidense, refiere el portal de Internet Source Watch.
De 48 años de edad, Pascual es vicepresidente de la Institución Brookings, organismo público sin fines de lucro que reúne a expertos en las áreas de economía nacional e internacional, gobierno y política exterior, y presidente de esta última sección.
En abril de 2005, tras la creación de la Oficina para la Coordinación de Reconstrucción y Estabilización del Departamento de Estado, la periodista y activista Naomi Klein escribió sobre Pascual: “Acorde con un gobierno que se dedica perpetuamente a la deconstrucción preventiva, ahora tenemos una oficina permanente para la reconstrucción preventiva. Lejos están los días en que esperábamos a que las guerras estallaran y luego detallábamos un plan ad hoc para ir a recoger lo que quedara.
“En estrecha cooperación con el Consejo Nacional de Inteligencia, la oficina encabezada por Pascual mantiene una lista de ‘países de alto riesgo’ y prepara equipos de respuesta rápida que están listos para ejecutar cualquier plan preguerra y ‘movilizarse y desplegarse velozmente’, cuando el conflicto termine. Dichos equipos están a cargo de compañías privadas, organizaciones no gubernamentales y miembros de think tanks (grupos de asesores).”
Klein agregó que los planes de Pascual dentro de ésta aún hoy poco conocida dependencia eran “cambiar el tejido social de las naciones”, según declaraciones del mismo funcionario. “No se trata de reconstruir cualquier viejo Estado, sino de crear estados democráticos y orientados hacia el mercado”, opina Klein, también articulista de La Jornada.
En la revista Foreing Affairs de julio-agosto de 2004, Pascual, junto con Stephen Krasner, publicó un artículo sobre los “estados fallidos”, en el que afirmó: “En un mundo interrelacionado los Estados débiles y fallidos representan un riesgo para Estados Unidos y la seguridad global. Además, representan uno de los retos más importantes para la política exterior en la era contemporánea. Cuando el caos prevalece, el terrorismo, el narcotráfico, la proliferación de armas y otras formas de crimen organizado florecen.
El virtual embajador">Foto Ap
“Dejados en la calamidad, sujetos a la depredación, y negado el acceso a los servicios básicos, la gente llega a ser suceptible a exhortaciones de demagogos y traficantes de odio. Afganistán, uno de los países más pobres del mundo, estaba en esas circunstancias en 2001; éste se convirtió en la base para el ataque más mortífero contra Estados Unidos, ilustrando trágica y gráficamente que los problemas de otros países no solamente los afectan a ellos”, señaló Pascual al justificar la invasión lanzada por el gobierno de George W. Bush a la nación asiática en represalia por el refugio brindado a Osama Bin Laden, responsable de los ataques del 11 de septiembre.
La página de la Institución Brookings, a la que Pascual ingresó sin dejar su empleo en la Coordinación de Reconstrucción y Estabilización, lo presenta como “uno de los más logrados diplomáticos de carrera de su generación, quien durante más de dos décadas ha sido un innovador que ha señalado algunos de los más importantes retos que afrontan Estados Unidos y la comunidad internacional. Su carrera incluye trabajo en África, América Latina, Europa y el ex bloque comunista. Ha tenido tanto experiencia de campo como en altos niveles de las ramas ejecutivas en la labor de impulsar reformas políticas y económicas en países en desarrollo y en transición, en el combate al terrorismo, la proliferación de armas y lidiando con fuentes de inestabilidad”.
Según la biografía que publica Brookings, Pascual trabajó de 1995 a 2000 en el Comité de Seguridad Interna de la Casa Blanca y terminó siendo director en jefe de Asuntos para Rusia, Ucrania y Eurasia, donde “ayudó a desmantelar la Unión Soviética y a facilitar el surgimiento de la democracia en Rusia, así como asegurar su arsenal y material nuclear.
Estaba bien preparado para esta tarea, ya que fue un miembro clave del equipo estadunidense que llevó a Sudáfrica y Mozambique a sus propias transformaciones”.
Pascual fue embajador en Ucrania de 2000 a 2003, donde, según el instituto, “fundó iniciativas que ayudaron a construir un fuerte sector privado y trabajó con el gobierno de Ucrania en la lucha contra el terrorismo y, posteriormente, garantizando su participación en la guerra contra Irak”. Pascual se graduó de las universidades de Stanford y Harvard.
“Cuando el caos prevalece el narcotráfico florece”, escribió en 2004
De la Redacción, La Jornada.
Nacido en Cuba y emigrado a Estados Unidos a la edad de tres años, Carlos Pascual, quien se perfila como embajador del gobierno de Barack Obama en México, es especialista en “Estados fallidos”, ha abogado por “cambiar el tejido social de las naciones”, a fin de crear estados “democráticos y orientados hacia el mercado” y, según su propia biografía, “ayudó a desmantelar la Unión Soviética”.
Pascual fue embajador estadunidense en Ucrania y encabeza hasta ahora la Oficina para la Coordinación de Reconstrucción y Estabilización del Departamento de Estado estadunidense, refiere el portal de Internet Source Watch.
De 48 años de edad, Pascual es vicepresidente de la Institución Brookings, organismo público sin fines de lucro que reúne a expertos en las áreas de economía nacional e internacional, gobierno y política exterior, y presidente de esta última sección.
En abril de 2005, tras la creación de la Oficina para la Coordinación de Reconstrucción y Estabilización del Departamento de Estado, la periodista y activista Naomi Klein escribió sobre Pascual: “Acorde con un gobierno que se dedica perpetuamente a la deconstrucción preventiva, ahora tenemos una oficina permanente para la reconstrucción preventiva. Lejos están los días en que esperábamos a que las guerras estallaran y luego detallábamos un plan ad hoc para ir a recoger lo que quedara.
“En estrecha cooperación con el Consejo Nacional de Inteligencia, la oficina encabezada por Pascual mantiene una lista de ‘países de alto riesgo’ y prepara equipos de respuesta rápida que están listos para ejecutar cualquier plan preguerra y ‘movilizarse y desplegarse velozmente’, cuando el conflicto termine. Dichos equipos están a cargo de compañías privadas, organizaciones no gubernamentales y miembros de think tanks (grupos de asesores).”
Klein agregó que los planes de Pascual dentro de ésta aún hoy poco conocida dependencia eran “cambiar el tejido social de las naciones”, según declaraciones del mismo funcionario. “No se trata de reconstruir cualquier viejo Estado, sino de crear estados democráticos y orientados hacia el mercado”, opina Klein, también articulista de La Jornada.
En la revista Foreing Affairs de julio-agosto de 2004, Pascual, junto con Stephen Krasner, publicó un artículo sobre los “estados fallidos”, en el que afirmó: “En un mundo interrelacionado los Estados débiles y fallidos representan un riesgo para Estados Unidos y la seguridad global. Además, representan uno de los retos más importantes para la política exterior en la era contemporánea. Cuando el caos prevalece, el terrorismo, el narcotráfico, la proliferación de armas y otras formas de crimen organizado florecen.
El virtual embajador">Foto Ap
“Dejados en la calamidad, sujetos a la depredación, y negado el acceso a los servicios básicos, la gente llega a ser suceptible a exhortaciones de demagogos y traficantes de odio. Afganistán, uno de los países más pobres del mundo, estaba en esas circunstancias en 2001; éste se convirtió en la base para el ataque más mortífero contra Estados Unidos, ilustrando trágica y gráficamente que los problemas de otros países no solamente los afectan a ellos”, señaló Pascual al justificar la invasión lanzada por el gobierno de George W. Bush a la nación asiática en represalia por el refugio brindado a Osama Bin Laden, responsable de los ataques del 11 de septiembre.
La página de la Institución Brookings, a la que Pascual ingresó sin dejar su empleo en la Coordinación de Reconstrucción y Estabilización, lo presenta como “uno de los más logrados diplomáticos de carrera de su generación, quien durante más de dos décadas ha sido un innovador que ha señalado algunos de los más importantes retos que afrontan Estados Unidos y la comunidad internacional. Su carrera incluye trabajo en África, América Latina, Europa y el ex bloque comunista. Ha tenido tanto experiencia de campo como en altos niveles de las ramas ejecutivas en la labor de impulsar reformas políticas y económicas en países en desarrollo y en transición, en el combate al terrorismo, la proliferación de armas y lidiando con fuentes de inestabilidad”.
Según la biografía que publica Brookings, Pascual trabajó de 1995 a 2000 en el Comité de Seguridad Interna de la Casa Blanca y terminó siendo director en jefe de Asuntos para Rusia, Ucrania y Eurasia, donde “ayudó a desmantelar la Unión Soviética y a facilitar el surgimiento de la democracia en Rusia, así como asegurar su arsenal y material nuclear.
Estaba bien preparado para esta tarea, ya que fue un miembro clave del equipo estadunidense que llevó a Sudáfrica y Mozambique a sus propias transformaciones”.
Pascual fue embajador en Ucrania de 2000 a 2003, donde, según el instituto, “fundó iniciativas que ayudaron a construir un fuerte sector privado y trabajó con el gobierno de Ucrania en la lucha contra el terrorismo y, posteriormente, garantizando su participación en la guerra contra Irak”. Pascual se graduó de las universidades de Stanford y Harvard.
La delación
Luis Javier Garrido
El proyecto de Washington de controlar de manera cada vez más abierta el territorio mexicano ha dado un paso adelante tras la visita de la secretaria de Estado Hillary Clinton (25-26 de marzo), y el anuncio de la apertura en México de una oficina mixta de agentes estadunidenses y mexicanos en el marco de la supuesta “guerra contra el narco”.
1. La Constitución mexicana no autoriza al Ejecutivo federal, aun sea de facto, a ceder facultades del gobierno federal a los particulares, ni mucho menos a gobiernos extranjeros, y eso es precisamente lo que Felipe Calderón está haciendo desde la silla presidencial en la que se encumbró ilegalmente: entregar facultades del gobierno mexicano al de Estados Unidos, al aceptar que Washington investigue, ahora ya de manera abierta, los delitos cometidos por mexicanos en territorio mexicano, y no sólo eso, sino que aplique la supuesta legalidad estadunidense.
2. La situación escandalosa que está viviendo el país con un gobierno fallido, que se halla en un absoluto plan entreguista con tal de sobrevivir, y que para ello ha aceptado crear artificialmente un escenario de violencia generalizada para justificar la intervención extranjera, a cambio de que Washington lo mantenga en el poder, ha suscitado un repudio de los más diversos sectores que señalan lo burdo de la estratagema, harto conocida en América Latina. El escritor uruguayo Eduardo Galeano, de visita en Jalapa, recordaba antier cómo la lucha contra los enervantes ha sido un ardid histórico de Washington para someter y controlar países (La Jornada, 26 de marzo).
3. El actual gobierno de Estados Unidos tiene el mismo doble discurso de siempre, pues mientras la señora Clinton prodigó durante dos días sonrisas a México, desde las diversas instancias del poder estadunidense se siguió descalificando a Calderón buscando someterlo cada vez más. La última partida de casi 13 millones de dólares a las fuerzas armadas mexicanas fue, según el Departamento de Defensa, a fin de mejorar su capacidad para “liberar territorios” (El Universal del 25 de marzo), ya que el narco mexicano no sólo amenaza la seguridad de Estados Unidos sino que “pone en riesgo” al propio gobierno de Calderón, como advirtió Janet Napolitano (secretaria de Seguridad Interior) al Congreso de su país (La Jornada, 26 de marzo). Y para subrayar la inseguridad de México se prohibió a funcionarios estadunidenses viajar ayer a una reunión en Tamaulipas.
4. La realidad de las cosas es que el gobierno de Barack Obama no tiene interés alguno en combatir al narcotráfico, como no lo tenían tampoco sus predecesores, pues mientras en México con el pretexto de combatir a los cárteles del transporte se ha instaurado en muchas regiones un escenario de violencia y de terror que ahonda la crisis nacional, en Estados Unidos el escenario es muy distinto: los cárteles estadunidenses continúan siendo intocables, las estructuras financieras del narco no han sido ni siquiera cuestionadas, los negocios de la familia Bush siguen florecientes y, como muchos lo han señalado, Washington sigue auspiciando la siembra de enervantes en el territorio de Afganistán –que los talibanes habían prohibido– y en otras regiones del planeta bajo su control.
5. La escalada entreguista de Felipe Calderón ha ido a trompicones y se ha centrado en un intento de dotar al gobierno de facto que él pretende encabezar de instrumentos jurídicos cada vez más despóticos, como se lo exigen. Y así, tras buscar la posibilidad de allanamientos de domicilio sin mandamiento judicial, ahora quiere legalizar la entrega de reos mexicanos a Estados Unidos y dar al gobierno federal la facultad de confiscar arbitrariamente los bienes de los particulares sospechosos de ser malhabidos con la aberrante Ley de Extinción de Dominio, que está discutiendo el Legislativo, pretendiendo culminar estas políticas de abandono de la defensa de los intereses de la nación y de complicidad con una potencia extranjera al instalar una oficina compartida con agentes estadunidenses que fortalece la intervención.
6. La semana de entreguismo se había iniciado con el ofrecimiento de “hasta 30 millones” (de pesos devaluados), hecho el lunes 23 por el gobierno espurio, para quienes delaten a los líderes del narco, el cual supone de entrada que el gobierno panista es incapaz de cumplir con la función constitucional que tiene de investigar los delitos federales, y pretende que ésta la lleva a cabo la sociedad y se la comunique por la vía de la delación.
7. La invitación a la delación, cualesquiera que sean sus razones, es no sólo en el plano político una evidencia de la ineptitud de las autoridades para cumplir con sus responsabilidades, sino que desde el punto de vista ético constituye una invitación a cometer uno de los actos más bajos que se pueda imaginar, por lo que el gobierno corrupto de Calderón al estar pidiendo a los mexicanos que se envilezcan denunciándose los unos a los otros, recurre a una práctica indigna –y ajena a nuestro sistema jurídico–, la que además ya ha fracasado en el pasado por la sencilla razón de que los posibles delatores de estos hechos ilícitos, por mucha protección que les ofrezca el gobierno, saben que podrían terminar también por ser ejecutados en represalia por su felonía.
8. El fracaso histórico en México de esta medida existente en el sistema estadunidense se debe no sólo a su carácter inmoral, descrito admirablemente en la novela de Liam O’Flaherty El Delator, llevada al cine por John Ford, con Victor McLaglen, en 1935, sino a su inviabilidad en el contexto de violencia generalizada impuesto por la absurda guerra gubernamental.
9. El actual desastre nacional se agrava sin embargo por un hecho. La venalidad del gobierno panista al ir entregando facultades que no ha sabido ejercer a poderes extranacionales, en una política de abierta traición a México, está siendo posible por la complicidad de la llamada “clase política” en su conjunto, y en particular de los integrantes del Senado de la República, que tiene la misión superior de fungir como un contrapeso al Ejecutivo en materia de política exterior, y que no está cumpliendo sus funciones.
10. Las políticas entreguistas actuales están en todo caso destinadas al fracaso, pero el daño que se ha hecho a la nación es ya irreparable.
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