2/21/2010


Sara Sefchovich

Hacer propuestas

Semana a semana hay lectores que se enojan conmigo, con Monsiváis, con Denise Maerker y con otros articulistas porque criticamos. Nos dicen de todo, desde que somos ideólogos de lo que a ellos no les gusta hasta que no merecemos el espacio para escribir. Pero últimamente ha surgido una nueva especie: los que dicen que no se vale criticar si no se proponen soluciones.

Esto me parece interesante ya que reproduce el modo de ser de nuestra cultura política en dos aspectos: el primero, porque los lectores suponen que cualquiera puede proponer una solución a un problema. Y eso no es cierto. Si yo lo hiciera, sería igual a los políticos que critico, que se creen sabelotodos.

Lo que me he propuesto es observar lo que pasa, detectar los problemas y hacerlos saber, y criticar cuando no se hace nada o cuando lo que se hace resulta inadecuado o insuficiente. Esto lo hago con el fin de que quienes tienen poder y toman las decisiones conozcan lo que pensamos los ciudadanos.

Pero no puedo hacer propuestas por la simple razón de que éstas, para que realmente sirvan, requieren de conocimientos, experiencia y capacidad de ver el problema en toda su magnitud. Es el caso de la inseguridad y la violencia, el petróleo, la reforma política, la salud, la promulgación de leyes, la educación, y un largo etcétera de asuntos muy complejos en los que no cualquiera se puede meter. Ojalá nuestros legisladores y funcionarios lo entendieran y no pretendieran que saben, pues las metidas de pata que han dado han sido brutales.

El segundo aspecto, porque los lectores están apelando a la vieja costumbre de que un todopoderoso, llámese presidente, obispo, médico o profesor, diga cómo, a qué horas y por dónde.

Pero por lo que a mí se refiere, lo he dicho claramente desde que empecé a escribir en EL UNIVERSAL: yo no tiro línea. Lo que hago, lo que me interesa es recoger la voz de los ciudadanos, decir lo que ellos dicen, obviamente no de todos pues eso es imposible, pero tratando de escuchar muchas voces. Es la diferencia de mi quehacer con el de los colegas que recogen el discurso de los políticos, empresarios, Iglesia, organizaciones civiles o del exterior. Cada quien elige cuál es la vía por la cual va a desempeñar su trabajo y a mi juicio todas son válidas porque todas son necesarias.

Por supuesto, también se expresa mi punto de vista porque la objetividad ni es posible ni me parece deseable. Y no pretendo que todo el mundo esté de acuerdo conmigo, eso tampoco es posible ni me parece deseable. Lo único que espero es el respeto.

Sin embargo, entiendo, porque yo misma lo siento así, la desesperación de quienes escriben conminándome a dejar de poner sobre el papel los problemas y a lo mejor proponer las soluciones. Los ciudadanos vemos que las cosas empeoran y quisiéramos tener de qué agarrarnos aunque fuera solamente para tener esperanza.

Esta es la razón por la cual nos encanta encontrar a quien echarle la culpa de todo lo malo, como se hace en ciertas culturas en las que le cuenta uno sus penas a un árbol para que él se seque y nosotros quedemos limpios.

En México, la culpa de nuestros males se la atribuimos siempre al que está arriba, al jefe, director o mejor aún, al mandatario. El linchamiento verbal al Presidente y al secretario de Gobernación cuando fueron recientemente a Juárez es tan absurdo como la respuesta prepotente del gobernador de Chihuahua, que se dijo responsable de la tragedia.

En efecto, nuestros gobernantes deberían gobernar mejor, de eso no nos cabe duda. Son responsables de no saber enfrentar adecuadamente los problemas y, sobre todo, de no actuar para evitarlos y prevenirlos. Pero de allí a considerarlos culpables de todo, es un brinco que resulta de la impotencia y la necesidad de echarle a alguien el fardo del dolor.
Ésta es mi respuesta a los lectores. Tomo en cuenta lo que me dicen pero a la vez les digo: no podemos poner toda nuestra esperanza en alguien, ni el presidente en turno puede resolver todos los problemas ni el articulista en turno puede darle gusto a todos los lectores.

sarasef@prodigy.net.mx
Escritora e investigadora en la UNAM

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