OPINIÓN
Por Aimeé Vega Montiel *
México, DF, 16 feb 11 (CIMAC).- En los últimos meses, dos producciones encabezadas por Argos han atraído la atención de las audiencias y de algunos representantes de la opinión pública, identificados con el sector crítico de la programación televisiva.
Se trata de “Las Aparicio” y “El sexo débil”, dos programas definidos por la propia productora como pertenecientes al género de la teleserie en el que podemos identificar una combinación de recursos provenientes de otros géneros –como la telenovela, la serie, la comedia de situación (sitcom) y hasta del reality show–.
La campaña montada para el lanzamiento de estos dos productos expresa en sí misma su intención: la de anunciarlos como creaciones originales, a las que algunos atribuyen la cualidad de “no ser refritos ni importaciones” (Cueva, 2010).
Otra de las estrategias ha consistido en promoverlas como visiones ¿feministas? de la subjetividad de mujeres y hombres, y de sus relaciones.
Pero nada más alejado de la realidad. Vayamos por partes.
Cuando se les anuncia como un nuevo producto, lo que tal vez se nos está queriendo decir es que su novedad radica en la amalgama –eso sí, con muy buena calidad, como es característico de Argos– de diálogos, imágenes y escenarios típicos de películas y series estadounidenses que han probado el éxito de varias herramientas.
Basta por ejemplo ver la cortinilla de “Las Aparicio” sobre las “Reglas para ser una perfecta esposa”, la cual podemos encontrar en la parte final de la película La sonrisa de Monalisa.
O la voz en off que tanto en “Las Aparicio” como en “El sexo débil” profundiza en la subjetividad de los personajes, y que constituye un sello de identidad de series como Desperate Housewives y Sex and the City.
Como es característico del género de la sitcom, hay un fuerte apoyo en los diálogos, algunos de los cuales –en el caso de “Las Aparicio”–, se ha acusado, son copia de los desarrollados en películas como El efecto mariposa o Bajo el sol de Toscana (Mata, 2010).
Así también, la presentación de estas dos historias como independientes pero que se entrecruzan, es herencia de filmes como Short Cuts, de Robert Altman (1993). Entendemos que, en el contexto de la globalización, los géneros y formatos mediáticos también se globalizan, por lo cual es deseable que a estas dos teleseries no se les atribuyera más el adjetivo de innovadoras.
Por otro lado, a ambos programas se les ha asociado con el feminismo. Mucho se ha dicho en torno a éstos, a los que incluso en circuitos académicos y políticos se les mira como el paradigma de la liberación femenina.
Así, encontramos artículos alusivos con títulos como “Machismo contra Feminismo: ganan las mujeres”, o foros en Facebook sobre “Las frases de Las Aparicio más feministas”, y hasta reconocimientos públicos, como la Medalla Omecíhuatl que fue otorgada por el Inmujeres DF en 2010 a las protagonistas, guionista y productor de esta teleserie.
Pero esta asociación motiva nuestra suspicacia. ¿Es realmente feminista? El feminismo es una teoría y una filosofía política de Derechos Humanos, y no una práctica cultural como el machismo, que se sostiene en la discriminación y la violencia contra las mujeres.
El feminismo y las feministas pugnan por un mundo en el que los Derechos Humanos de todas las personas sean realizados, por lo tanto, su apuesta por la igualdad no tiene que ver, para nada, con oprimir a los hombres ni con expulsarlos de este planeta.
Con esta base, si nos detenemos un poco y analizamos las representaciones de género que nos proponen ambos programas, corroboraremos que estamos ante los mismos estereotipos sexistas de la televisión tradicional, sólo que disfrazados de igualdad.
En primer lugar, podemos advertir la prevalencia, en las dos teleseries de una visión heteronormativa de los personajes –son blancos, de clase media y apegados al patrón de belleza prevaleciente en Occidente–, y de sus relaciones y estilos de vida –que no corresponden con aquellos con los que se identifica la mayor parte de la población de nuestro país–.
A los personajes masculinos se les asocia a la racionalidad, la fuerza y el egoísmo y, en oposición, a las mujeres se les atribuye el ser emocionales, sumisas y siempre al pendiente de las necesidades de los otros (de hijas/hijos/parejas/empresas/hogares), colocando al amor en el centro de su identidad.
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