Madrid, 16 feb. 11. AmecoPress. Las jornadas sobre feminicidio en Iberoamérica que se desarrollan en la Casa de América han continuado esta mañana con una mesa redonda acerca de la sentencia de ‘Campo Algodonero’, un caso ejemplar en el que se cita por primera vez el término feminicidio y que, entre las medidas de reparación, incluyen la responsabilidad del estado a la hora de cambiar la situación de discriminación de las mujeres.
Si Hollywood construyera una historia en la que ocho hombres jóvenes de New York son brutalmente torturados y asesinados, otros dos hombres son acusados de los crímenes injustamente, su abogado es asesinado, las madres de las víctimas son asesinadas, funcionarios, policías y gobierno invierten esfuerzos ilimitados en no investigar el asunto, probablemente las salas de los cines europeos hablarían de taquillazo. Morbo, lágrimas, emoción y empatía por doquier. Hablaríamos del asunto durante meses.
Qué diferente es todo cuando los cuerpos que aparecen son de mujeres y en Ciudad Juárez, a la vista de todo el mundo. Cuánta indiferencia encuentra la realidad. Con el propósito de hacer más visible la situación de las mujeres en Iberoamérica, la mesa redonda de esta mañana ha tratado la sentencia de ‘Campo Algodonero’, nombre que comparte con el lugar en el que aparecieron los ocho cuerpos de mujeres (más bien niñas) de entre 14 y 21 años. Todas ellas presentes en esa larga e inexistente lista de desaparecidas.
“La sentencia de ‘Campo Algodonero’ es un paso muy importante en la defensa de los derechos humanos en general y es necesario que se divulgue”, reclamaba en la mesa el abogado Héctor Faúndes. En la misma línea, Santiago Cantón, secretario de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, señalaba la importancia de que los gobiernos europeos y sus poblaciones sean conscientes de la terrible situación: “Es importante que el sistema europeo se involucre, los derechos humanos son universales”. Quiso añadir que, a pesar de que en España existen menos casos de violencia “siempre son demasiados”.
“Para las mujeres, luchar contra la violencia es toda una muestra de valentía porque se juegan la vida. Lo único que les queda es la solidaridad internacional para presionar al gobierno”, clamaba Rosa Iselda Pérez, periodista de Ciudad Juárez que siguió el caso y que vive exiliada en España como consecuencia de las amenazas y presiones recibidas. Esta premiada profesional puso la cara humana al caso con una desgarrada intervención que dejó en un absoluto silencio al anfiteatro: “Me da gusto que se organicen estos eventos pero también me da tristeza tener que recordar todo ese horror”. Así empezaba su intervención y el anuncio se quedó corto.
Emilio Ginés, abogado miembro del Subcomité de Prevención Contra la Tortura de Naciones Unidas, fue el encargado de romper el hielo y hacer un repaso por el caso. Emocionado en ocasiones, dio buena cuenta de los acontecimientos vividos: “Uno de los momentos que más me han llenado de compromiso y emoción fue el momento en que una madre dijo “es la primera vez que un tribunal me escucha”. Ahí es donde empieza la reparación”.
Los culpables no han sido detenidos. La única medida de reparación llevada a cabo ha sido la indemnización. Con todo, la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos supone un paso de gigante por diversos motivos. Por primera vez se reconoce el término feminicidio, a pesar de nos ser una categoría judicial, como el asesinato de mujeres por motivos de género. Además, hace alusión en diversas ocasiones a los estereotipos de género como causa y consecuencia de la violencia contra las mujeres. Y, muy importante, la reparación no es entendida como la vuelta a la situación anterior ya que dicha situación es de discriminación. La reparación es entendida como algo más que un pago o un monumento, debe ir más allá, ser transformadora. Debe cambiar las cosas.
Fotografías AmecoPress
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