Alberto Aziz Nassif
Nuestra vida política está plagada de rasgos que nos recuerdan al viejo régimen autoritario que hemos tratado de enterrar durante años, pero que emerge de forma cotidiana todos los días. En estos días la salida de Carmen Aristegui de MVS es una buena razón para volver a tocar un tema muy tratado que no ha cambiado: la situación de los medios de comunicación en México, en el contexto de un grave debilitamiento del Estado. Este es el problema de fondo y Carmen Aristegui lo explicó en su conferencia de prensa el pasado 9 de febrero.
La salida de MVS fue aparentemente por un comentario editorial sobre una nota, por una pregunta que hizo la periodista: “¿Tiene o no problemas de alcoholismo el presidente de la república?”. No hubo injuria, rumor o falsedad, no se transgredió la ética, simplemente se formuló una pregunta y la respuesta fue el cese. Por supuesto, el escrutinio público del poder es una condición básica de cualquier democracia, pero la nuestra todavía mira hacia el viejo régimen. Se penaliza a una periodista por preguntar. Tampoco se trata de un escrutinio que vulnere la frontera entre lo público y lo privado, y los ejemplos que seleccionó Carmen son muy adecuados: Clinton y el vestido azul, la salud de Dilma Rousseff, los abusos de Berlusconi, que ahora son motivo de repudio popular en Italia. Este no debería ser el problema.
Pero este tema se ubica en otro problema mayor: el tipo de sistema político que posibilita que un empresario de los medios tenga que tomar decisiones humillantes para quedar bien con el presidente. Porque al final de cuentas, la Presidencia es la que decide si las concesiones van o no van, si se retrasan o simplemente se niegan, si se refrendan y cuándo, en fin, se trata de un espacio de poder, que, como otros, está sometido a la discrecionalidad del poder. Nuestra democracia tiene un importante déficit en esta materia. Sin embargo, ya no estamos frente al presidente mexicano todopoderoso que decidía en la soledad de su oficina los destinos del país; ahora hay fuerzas, intereses y poderes que presionan, modulan y establecen sus condiciones de forma mucho más directa que en el viejo régimen. Se trata de poderes fácticos que ordenan y definen su mejor interés, y la clase política simplemente dobla las manitas. Este es el mundo del duopolio televisivo que por supuesto no quiere a nuevos jugadores en las pantallas del país. Este es el fondo del caso Aristegui. Decisiones postergadas y parálisis de las reformas que necesita el país en materia de medios, así como en otros ámbitos de la vida pública.
La complicada relación entre el gobierno y los medios apunta a una dimensión más preocupante y Carmen lo enunció: el progresivo debilitamiento del Estado, la supeditación de las instituciones y los poderes constitucionales a intereses facticos. Hay una línea de captura del Estado que va de la Presidencia al Congreso, pasa por el poder judicial y llega a los órganos reguladores. Poderes fácticos que no sólo tienen a sus representantes en el Congreso, sino ya construyeron una candidatura a la presidencia.
Desde la Asociación Mexicana de Derecho a la Información (Amedi), a la cual pertenezco, se ha planteado una reconsideración a las partes en conflicto, una salida digna para recuperar un espacio muy valioso. Porque hay razones de peso para reconsiderar decisiones equivocadas. Sin duda, este sería el mejor escenario. Si la decisión permanece habrá muchas perdidas y sólo ganaría la polarización; ganarían los poderes y los intereses que se visibilizan en el espacio de Carmen. La gravedad de la crisis del país necesita abrir los espacios porque nuestra democracia está en un momento crítico, por la violencia, por la tragedia de miles y miles que han perdido la vida, por la inseguridad cotidiana que nos amenaza diariamente. Si seguimos por esta ruta, será una muestra más de que no hay más ley que la de los intereses poderosos.
No porque se recupere un espacio radiofónico van a cambiar las cosas, pero desde estos espacios cotidianos se puede continuar con la tarea fatigosa de la crítica, el escrutinio de lo público y el análisis del poder. Porque los espacios de la crítica en los medios son un contrapeso indispensable para resistir el pesado tránsito por este momento trágico de nuestro país. En la pluralidad de voces se construye la democracia. Los poderes fácticos han cerrado espacios, porque la irresponsabilidad de la clase política ha llegado muy lejos y la complicidad ha deteriorado los espacios públicos.
Desde este espacio pedimos que Carmen Aristegui tenga de nuevo su micrófono, porque eso sería un signo de que, a pesar de que vivimos hoy bajo las reglas del viejo régimen en materia de radio y televisión, se pueden tener opciones. Ojalá que no ganen los de siempre. Ya veremos…
Investigador del CIESAS
La salida de MVS fue aparentemente por un comentario editorial sobre una nota, por una pregunta que hizo la periodista: “¿Tiene o no problemas de alcoholismo el presidente de la república?”. No hubo injuria, rumor o falsedad, no se transgredió la ética, simplemente se formuló una pregunta y la respuesta fue el cese. Por supuesto, el escrutinio público del poder es una condición básica de cualquier democracia, pero la nuestra todavía mira hacia el viejo régimen. Se penaliza a una periodista por preguntar. Tampoco se trata de un escrutinio que vulnere la frontera entre lo público y lo privado, y los ejemplos que seleccionó Carmen son muy adecuados: Clinton y el vestido azul, la salud de Dilma Rousseff, los abusos de Berlusconi, que ahora son motivo de repudio popular en Italia. Este no debería ser el problema.
Pero este tema se ubica en otro problema mayor: el tipo de sistema político que posibilita que un empresario de los medios tenga que tomar decisiones humillantes para quedar bien con el presidente. Porque al final de cuentas, la Presidencia es la que decide si las concesiones van o no van, si se retrasan o simplemente se niegan, si se refrendan y cuándo, en fin, se trata de un espacio de poder, que, como otros, está sometido a la discrecionalidad del poder. Nuestra democracia tiene un importante déficit en esta materia. Sin embargo, ya no estamos frente al presidente mexicano todopoderoso que decidía en la soledad de su oficina los destinos del país; ahora hay fuerzas, intereses y poderes que presionan, modulan y establecen sus condiciones de forma mucho más directa que en el viejo régimen. Se trata de poderes fácticos que ordenan y definen su mejor interés, y la clase política simplemente dobla las manitas. Este es el mundo del duopolio televisivo que por supuesto no quiere a nuevos jugadores en las pantallas del país. Este es el fondo del caso Aristegui. Decisiones postergadas y parálisis de las reformas que necesita el país en materia de medios, así como en otros ámbitos de la vida pública.
La complicada relación entre el gobierno y los medios apunta a una dimensión más preocupante y Carmen lo enunció: el progresivo debilitamiento del Estado, la supeditación de las instituciones y los poderes constitucionales a intereses facticos. Hay una línea de captura del Estado que va de la Presidencia al Congreso, pasa por el poder judicial y llega a los órganos reguladores. Poderes fácticos que no sólo tienen a sus representantes en el Congreso, sino ya construyeron una candidatura a la presidencia.
Desde la Asociación Mexicana de Derecho a la Información (Amedi), a la cual pertenezco, se ha planteado una reconsideración a las partes en conflicto, una salida digna para recuperar un espacio muy valioso. Porque hay razones de peso para reconsiderar decisiones equivocadas. Sin duda, este sería el mejor escenario. Si la decisión permanece habrá muchas perdidas y sólo ganaría la polarización; ganarían los poderes y los intereses que se visibilizan en el espacio de Carmen. La gravedad de la crisis del país necesita abrir los espacios porque nuestra democracia está en un momento crítico, por la violencia, por la tragedia de miles y miles que han perdido la vida, por la inseguridad cotidiana que nos amenaza diariamente. Si seguimos por esta ruta, será una muestra más de que no hay más ley que la de los intereses poderosos.
No porque se recupere un espacio radiofónico van a cambiar las cosas, pero desde estos espacios cotidianos se puede continuar con la tarea fatigosa de la crítica, el escrutinio de lo público y el análisis del poder. Porque los espacios de la crítica en los medios son un contrapeso indispensable para resistir el pesado tránsito por este momento trágico de nuestro país. En la pluralidad de voces se construye la democracia. Los poderes fácticos han cerrado espacios, porque la irresponsabilidad de la clase política ha llegado muy lejos y la complicidad ha deteriorado los espacios públicos.
Desde este espacio pedimos que Carmen Aristegui tenga de nuevo su micrófono, porque eso sería un signo de que, a pesar de que vivimos hoy bajo las reglas del viejo régimen en materia de radio y televisión, se pueden tener opciones. Ojalá que no ganen los de siempre. Ya veremos…
Investigador del CIESAS
El cese de la periodista Carmen Aristegui de la empresa MVS me suscita las siguientes reflexiones:
1) Siempre he pensado que los asuntos y vida privada de los políticos deben mantenerse en ese ámbito, pero también creo que se vuelven asunto público si tienen repercusiones colectivas, siendo motivo de atención en diversas democracias donde —recordó Carmen con razón— se piden requisitos de salud a quienes ocupen cargos de alta responsabilidad. Y es que la salud del primer mandatario se erige como un asunto de seguridad nacional, y no es la primera vez que se debate (y sería bueno tener una ley al respecto). Muchos opinan que el de Carmen es mal periodismo, que su solicitud a Los Pinos era dolosa y provocadora (“hasta la pregunta ofende”, dirían muchos), pero la mayoría considera que eso no era motivo de silenciamiento. Si la pregunta de Carmen fue dolosa, o una afrentosa provocación, entonces Los Pinos no debió atenderla en absoluto, pero respondió, legitimando así la solicitud como relevante (y dejado a MVS “colgado de la brocha”, al descalificar en los hechos su argumento para el cese de Aristegui).
2) Resulta poco creíble que haya sido la radiodifusora quien decidió cortar a Carmen sin presión gubernamental de por medio. ¿Por qué MVS habría de terminar con su mejor oferta, la más rentable, y encima presentarse como censor? No es racional que alguien se dé ese tiro en el pie sin que nadie lo exija. ¿Le preocupa a MVS a ese grado la ética o las concesiones a renovar y adquirir siguen siendo una palanca de presión y alineamiento político, como ocurría en los mejores tiempos del PRI? Los Pinos dice que no tuvo injerencia, Aristegui, que sí. Nueva cuestión de fe. Pero Los Pinos sí dijo que MVS le avisó del cese, en cuyo caso pudo haberle dicho: “Mejor no me ayudes, compadre”, pues claramente le cargarían el muerto al gobierno. El equipo de Los Pinos tenía que haber evaluado los costos para su jefe, pero eso exige experiencia y pericia (no mucha, por cierto). Así pues, suponiendo que no haya habido pecado por acción, lo hubo por omisión.
3) Y es que el saldo para el gobierno será negativo, y el costo, enorme. De haber ignorado todo el asunto, la noticia sobre la afrentosa manta de Gerardo Fernández Noroña no hubiera pasado del viernes. En cambio, con el despido de Aristegui la nota cobró fuerza y atención, además de que un asunto de salud basado en rumores se transformó en otra censura oficial (directa o indirecta). El precedente quedará registrado, y así como (guardadas las distancias) al hablar de libertad de expresión bajo el gobierno de Luis Echeverría aflora siempre el asalto a Excélsior, cuando se revise el tema durante el sexenio de Calderón se citará el cese de Aristegui como ejemplo de censura. Ante una situación semejante (su presunto uso de Prozac), Vicente Fox mostró más prudencia (que ya es decir).
4) Hasta el lunes, el costo principal de la manta de marras había recaído sobre los propios diputados del PT y Andrés Manuel López Obrador, pues los provocadores son cercanos suyos. A partir del cese de Carmen, el pequeño costo al obradorismo quedó diluido frente al enorme costo que tendrá ahora para el gobierno.
5) Todos salen perdiendo; la empresa queda como censora (a menos que aclare que fue puesta entre la espada de las concesiones y la pared del respeto editorial) y el gobierno aparece como torpe y autoritario. Gana si acaso el PRI, que tendrá nuevas municiones para señalar que los gobiernos del PAN fueron manejados por bisoños, además de no distinguirse demasiado de los priístas en materia democrática.
Eso se refleja en la defensa que en el Congreso hizo Beatriz Paredes a Carmen, no por ser ella sino por representar un símbolo a la libertad de expresión, según dijo la dirigente priísta. Gana también, probablemente, el propio Fernández Noroña, que como provocador profesional (inmune a la crítica personal) logró lo que buscaba: tender un anzuelo al gobierno, el cual picó. Una estratagema burda, como las que acostumbra el agitador; pero para burdo, burdo y medio. En lo que hay prácticamente consenso —sea que se le crea a Aristegui o al gobierno, sea que se considere que Carmen actuó legítimamente o que lo hizo con dolo— es en la ineptitud del gobierno y la inexperiencia de su equipo, que jamás ha entendido el terreno de la comunicación política sobre el cual se mueve.
cres5501@hotmail.com
Investigador del CIDE
1) Siempre he pensado que los asuntos y vida privada de los políticos deben mantenerse en ese ámbito, pero también creo que se vuelven asunto público si tienen repercusiones colectivas, siendo motivo de atención en diversas democracias donde —recordó Carmen con razón— se piden requisitos de salud a quienes ocupen cargos de alta responsabilidad. Y es que la salud del primer mandatario se erige como un asunto de seguridad nacional, y no es la primera vez que se debate (y sería bueno tener una ley al respecto). Muchos opinan que el de Carmen es mal periodismo, que su solicitud a Los Pinos era dolosa y provocadora (“hasta la pregunta ofende”, dirían muchos), pero la mayoría considera que eso no era motivo de silenciamiento. Si la pregunta de Carmen fue dolosa, o una afrentosa provocación, entonces Los Pinos no debió atenderla en absoluto, pero respondió, legitimando así la solicitud como relevante (y dejado a MVS “colgado de la brocha”, al descalificar en los hechos su argumento para el cese de Aristegui).
2) Resulta poco creíble que haya sido la radiodifusora quien decidió cortar a Carmen sin presión gubernamental de por medio. ¿Por qué MVS habría de terminar con su mejor oferta, la más rentable, y encima presentarse como censor? No es racional que alguien se dé ese tiro en el pie sin que nadie lo exija. ¿Le preocupa a MVS a ese grado la ética o las concesiones a renovar y adquirir siguen siendo una palanca de presión y alineamiento político, como ocurría en los mejores tiempos del PRI? Los Pinos dice que no tuvo injerencia, Aristegui, que sí. Nueva cuestión de fe. Pero Los Pinos sí dijo que MVS le avisó del cese, en cuyo caso pudo haberle dicho: “Mejor no me ayudes, compadre”, pues claramente le cargarían el muerto al gobierno. El equipo de Los Pinos tenía que haber evaluado los costos para su jefe, pero eso exige experiencia y pericia (no mucha, por cierto). Así pues, suponiendo que no haya habido pecado por acción, lo hubo por omisión.
3) Y es que el saldo para el gobierno será negativo, y el costo, enorme. De haber ignorado todo el asunto, la noticia sobre la afrentosa manta de Gerardo Fernández Noroña no hubiera pasado del viernes. En cambio, con el despido de Aristegui la nota cobró fuerza y atención, además de que un asunto de salud basado en rumores se transformó en otra censura oficial (directa o indirecta). El precedente quedará registrado, y así como (guardadas las distancias) al hablar de libertad de expresión bajo el gobierno de Luis Echeverría aflora siempre el asalto a Excélsior, cuando se revise el tema durante el sexenio de Calderón se citará el cese de Aristegui como ejemplo de censura. Ante una situación semejante (su presunto uso de Prozac), Vicente Fox mostró más prudencia (que ya es decir).
4) Hasta el lunes, el costo principal de la manta de marras había recaído sobre los propios diputados del PT y Andrés Manuel López Obrador, pues los provocadores son cercanos suyos. A partir del cese de Carmen, el pequeño costo al obradorismo quedó diluido frente al enorme costo que tendrá ahora para el gobierno.
5) Todos salen perdiendo; la empresa queda como censora (a menos que aclare que fue puesta entre la espada de las concesiones y la pared del respeto editorial) y el gobierno aparece como torpe y autoritario. Gana si acaso el PRI, que tendrá nuevas municiones para señalar que los gobiernos del PAN fueron manejados por bisoños, además de no distinguirse demasiado de los priístas en materia democrática.
Eso se refleja en la defensa que en el Congreso hizo Beatriz Paredes a Carmen, no por ser ella sino por representar un símbolo a la libertad de expresión, según dijo la dirigente priísta. Gana también, probablemente, el propio Fernández Noroña, que como provocador profesional (inmune a la crítica personal) logró lo que buscaba: tender un anzuelo al gobierno, el cual picó. Una estratagema burda, como las que acostumbra el agitador; pero para burdo, burdo y medio. En lo que hay prácticamente consenso —sea que se le crea a Aristegui o al gobierno, sea que se considere que Carmen actuó legítimamente o que lo hizo con dolo— es en la ineptitud del gobierno y la inexperiencia de su equipo, que jamás ha entendido el terreno de la comunicación política sobre el cual se mueve.
cres5501@hotmail.com
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