Ricardo Raphael
Sólo imaginarse la escena produce hilaridad. De un lado de la mesa estarían Joaquín El Chapo Guzmán, Juan José Esparragoza, El Mayo Zambada, Vicente Carrillo Fuentes y, ¿por qué no?, los hermanos Beltrán Leyva que aún quedan vivos. Del otro, Felipe Calderón, su secretario de Gobernación, Francisco Blake, y el secretario de Defensa, Guillermo Galván. Todos reunidos para firmar un mismo documento donde las partes se comprometerían a sostener una tregua indefinida e impulsar ante el Congreso de la Unión una ley de amnistía que al fin detenga la guerra.
En su discurso inicial, el jefe del Estado mexicano habría de afirmar que está dispuesto a otorgar su perdón por todos los delitos de estos narcotraficantes. Poco importa que 30 mil de las 40 mil muertes sean responsabilidad directa de estos y otros pocos sujetos. A la violencia que ellos impusieron sobre el país habría de responderse, a partir de ahora, con un sincero toque pacifista. Como conclusión del encuentro entre ambos quedaría también establecido un compromiso para legalizar cuanto antes las drogas y también para emprender una agresiva política de exportación hacia Estados Unidos de estupefacientes.
¿Así o más absurdo?
El ex presidente de México, Vicente Fox, es el ideólogo de una propuesta sorprendente. Dice estar convencido de que para remover el obstáculo del narcotráfico en México sería bueno declarar el cese unilateral al fuego, proponerle una tregua a las organizaciones delictivas, dictar una ley de amnistía y despenalizar en tierras mexicanas la producción, el comercio y el consumo de las drogas que hoy están prohibidas. Y añade: “Si California también la aprueba, (se puede convertir) en un buen mercado de exportación para México”.
No habrían de menospreciarse muy rápido los argumentos del ex presidente. Apurarse a descalificarlos, como producto de una mente extraviada en Foxilandia, podría hacer que se desvaneciera lo fundamental de su responsabilidad.
Dice el guanajuatense que en su mandato los índices de homicidio y criminalidad decrecieron. Tiene razón. Ya lo advirtió antes el investigador del Colmex Fernando Escalante: los indicadores de violencia disminuyeron en el país durante tres lustros seguidos. Pero Fox sólo se benefició de una tendencia que ya venía andando mucho antes de que él fuera presidente. También asegura que en su mandato se contuvo el consumo de drogas. Absolutamente falso. Todas las mediciones advierten que la demanda por enervantes en México no ha dejado de crecer en los últimos 30 años.
Luego continúa con la afirmación de que los grupos de la criminalidad organizada fueron controlados en su gobierno. Contra este argumento resulta indispensable recordar algunos episodios. Por ejemplo, la fuga de Joaquín El Chapo Guzmán el día 19 de enero de 2001, cuando, escondido en un carrito utilizado para transportar ropa sucia, huyó del penal de Puente Grande. La enorme red de complicidades que hubo de tejerse para que este hecho ocurriera no permite librar de culpa a los mandos más altos de la administración foxista.
Tendría poca importancia el asunto si El Chapo no se hubiera convertido, precisamente durante el gobierno anterior, en el principal líder del narcotráfico mexicano. A partir de aquel episodio, conocido popularmente como La fuga del siglo, comenzó a ubicarse al líder de la Federación del Pacífico como el criminal consentido del panismo.
En los años siguientes Jorge Hank Rhon obtuvo la alcaldía de Tijuana y esa ciudad fronteriza se convirtió en un polvorín. Coincidió también con los primeros barruntos violentos en Ciudad Juárez y fue cuando el cártel del Golfo y sus ex socios Los Zetas ampliaron su radio de acción hacia el Pacífico. No tiene capacidad autocrítica el ex mandatario: fue bajo su libérrimo gobierno que las organizaciones antes citadas incrementaron monumentalmente su poder. Al final de su sexenio La Familia puso en jaque al gobierno de Michoacán y comenzaron a aparecer cuerpos mutilados y cabezas a la vera de las carreteras.
Felipe Calderón pudo haberse equivocado en la forma de ejecutar su estrategia. La crítica hacia él es extensa y buena parte de ella justificada. Sin embargo, afirmar que la actual crisis de inseguridad es sólo responsabilidad del sucesor de Vicente Fox resulta falsísimo. Peor aun, llama a la sospecha. ¿Qué tipo de control (o negociación) sostuvo realmente Vicente Fox con las mafias criminales durante su gobierno?
Llegó ya el momento para que Fox responda.
@ricardomraphaelAnalista político
Sólo imaginarse la escena produce hilaridad. De un lado de la mesa estarían Joaquín El Chapo Guzmán, Juan José Esparragoza, El Mayo Zambada, Vicente Carrillo Fuentes y, ¿por qué no?, los hermanos Beltrán Leyva que aún quedan vivos. Del otro, Felipe Calderón, su secretario de Gobernación, Francisco Blake, y el secretario de Defensa, Guillermo Galván. Todos reunidos para firmar un mismo documento donde las partes se comprometerían a sostener una tregua indefinida e impulsar ante el Congreso de la Unión una ley de amnistía que al fin detenga la guerra.
En su discurso inicial, el jefe del Estado mexicano habría de afirmar que está dispuesto a otorgar su perdón por todos los delitos de estos narcotraficantes. Poco importa que 30 mil de las 40 mil muertes sean responsabilidad directa de estos y otros pocos sujetos. A la violencia que ellos impusieron sobre el país habría de responderse, a partir de ahora, con un sincero toque pacifista. Como conclusión del encuentro entre ambos quedaría también establecido un compromiso para legalizar cuanto antes las drogas y también para emprender una agresiva política de exportación hacia Estados Unidos de estupefacientes.
¿Así o más absurdo?
El ex presidente de México, Vicente Fox, es el ideólogo de una propuesta sorprendente. Dice estar convencido de que para remover el obstáculo del narcotráfico en México sería bueno declarar el cese unilateral al fuego, proponerle una tregua a las organizaciones delictivas, dictar una ley de amnistía y despenalizar en tierras mexicanas la producción, el comercio y el consumo de las drogas que hoy están prohibidas. Y añade: “Si California también la aprueba, (se puede convertir) en un buen mercado de exportación para México”.
No habrían de menospreciarse muy rápido los argumentos del ex presidente. Apurarse a descalificarlos, como producto de una mente extraviada en Foxilandia, podría hacer que se desvaneciera lo fundamental de su responsabilidad.
Dice el guanajuatense que en su mandato los índices de homicidio y criminalidad decrecieron. Tiene razón. Ya lo advirtió antes el investigador del Colmex Fernando Escalante: los indicadores de violencia disminuyeron en el país durante tres lustros seguidos. Pero Fox sólo se benefició de una tendencia que ya venía andando mucho antes de que él fuera presidente. También asegura que en su mandato se contuvo el consumo de drogas. Absolutamente falso. Todas las mediciones advierten que la demanda por enervantes en México no ha dejado de crecer en los últimos 30 años.
Luego continúa con la afirmación de que los grupos de la criminalidad organizada fueron controlados en su gobierno. Contra este argumento resulta indispensable recordar algunos episodios. Por ejemplo, la fuga de Joaquín El Chapo Guzmán el día 19 de enero de 2001, cuando, escondido en un carrito utilizado para transportar ropa sucia, huyó del penal de Puente Grande. La enorme red de complicidades que hubo de tejerse para que este hecho ocurriera no permite librar de culpa a los mandos más altos de la administración foxista.
Tendría poca importancia el asunto si El Chapo no se hubiera convertido, precisamente durante el gobierno anterior, en el principal líder del narcotráfico mexicano. A partir de aquel episodio, conocido popularmente como La fuga del siglo, comenzó a ubicarse al líder de la Federación del Pacífico como el criminal consentido del panismo.
En los años siguientes Jorge Hank Rhon obtuvo la alcaldía de Tijuana y esa ciudad fronteriza se convirtió en un polvorín. Coincidió también con los primeros barruntos violentos en Ciudad Juárez y fue cuando el cártel del Golfo y sus ex socios Los Zetas ampliaron su radio de acción hacia el Pacífico. No tiene capacidad autocrítica el ex mandatario: fue bajo su libérrimo gobierno que las organizaciones antes citadas incrementaron monumentalmente su poder. Al final de su sexenio La Familia puso en jaque al gobierno de Michoacán y comenzaron a aparecer cuerpos mutilados y cabezas a la vera de las carreteras.
Felipe Calderón pudo haberse equivocado en la forma de ejecutar su estrategia. La crítica hacia él es extensa y buena parte de ella justificada. Sin embargo, afirmar que la actual crisis de inseguridad es sólo responsabilidad del sucesor de Vicente Fox resulta falsísimo. Peor aun, llama a la sospecha. ¿Qué tipo de control (o negociación) sostuvo realmente Vicente Fox con las mafias criminales durante su gobierno?
Llegó ya el momento para que Fox responda.
@ricardomraphaelAnalista político
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