Suspendimos la ceremonia del “día del presidente” cada 1 de septiembre, cuando la Ciudad de México se paralizaba, el Congreso demostraba su subordinación al titular del Ejecutivo y algunos ciudadanos estaban pendientes por si se anunciaba una devaluación, se nacionalizaba o privatizaba la banca, o alguien le gritaba “¡mentiroso!” al primer mandatario y los chiflidos de ese gran teatro de carpa política se transformaba en algún anecdotario.
Ahora los informes presidenciales son insulsos, incluso, prescindibles, como lo dio a entender el propio Felipe Calderón el pasado viernes 2 de septiembre cuando repitió por enésima vez su mismo discurso justificatorio de “no hay más ruta que la violencia” en el Museo Nacional de Antropología. Ese evento no le importó a nadie. Sólo a Martí Batres que se ofendió por el saludo entre Marcelo Ebrard y Calderón y que le costó ya el cargo en la Secretaría de Desarrollo Social del Distrito Federal. Secuelas inesperadas de viejos rituales desgastados.
Sin embargo, muerto el “día del presidente” han proliferado los “informes ciudadanos” de los gobernadores, de los coordinadores parlamentarios, de los senadores, de los alcaldes con ganas de trascender su provincianismo. Felices los productores de espectáculos, se ha creado una especie de OCESA para el narcisismo de los políticos: música, videos, auditorios, decorados, encuestas, spots y hasta teleseries.
Desde Enrique Peña Nieto que en su VI Informe de Gobierno demostró por qué es el “presidente virtual” de la República del Copete que se anticipa al 2012, hasta la gobernadora yucateca Ivonne Ortega Pacheco que se disfraza de jaranera para despilfarrar el erario público en Dzibichaltún, o el perredista Carlos Navarrete que se autorganiza celebraciones con confeti e iluminación de pasarela de los Arieles en Polifórum Siqueiros.
Nadie se escapa a esta nueva fase superior de la decadencia del sistema que es el neonarcisismo telegénico de los políticos. Algunos como Manlio Fabio Beltrones presumen modernidad informando a través de redes sociales y gastando en espectaculares en el Metro o planas en los periódicos que él sí será austero. Otros confunden los actos republicanos con eventos de la revista Quién o Caras.
“¿Ya viste que sí asistió Elba Esther Gordillo con un nuevo modelito extraído de las cuotas sindicales?”, “¡Qué bien se le ve a Diego Fernández de Cevallos departiendo entre peñistas y calderonistas!”, “¿Vieron cómo cuchicheaban Humberto Moreira y Francisco Rojas?”, “Juan Gabriel, el más popular entre Carlos Salinas de Gortari y Kukulcán”, “la nueva novia de Marcelo Ebrard acapara la atención”, etc, etc..
La hoguera de las vanidades no respeta ni inundaciones en Cuautitlán, ni tragedias en el Casino Royale, ni persecusiones twitteras en Veracruz, ni porrismo inducido en pleno Paseo de Montejo. Como en el fin de régimen porfirista el boato de los poderosos, de los gobernadores transformados en faraones, de los legisladores que utilizan sus licencias y permisos como actos anticipados de campaña contrasta con la furia ciudadana, la indiferencia hacia los políticos o el morbo por el vestuario de La Gaviota y no por las mentiras de Peña Nieto.
El neonarcisismo de los políticos no tiene límite. Y los mercadólogos, productores de Televisa o de compañías patito están de Jauja. Mientras les dure el gusto de exprimir la vanidad a costa del presupuesto, los informes se convierten en la deformación más grave de una República que no existe.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario