Sergio Aguayo Quezada
saguayo@colmex.mx
Cuando aumenta la corrupción también lo hacen la evasión y el cinismo que rozan ya la excelsitud. Los casinos de Monterrey hacen inevitable referirse al panismo, pero los otros partidos son cómplices conscientes del colapso ético. Los indicadores son contundentes. Cada año Transparencia Internacional publica el Índice de Percepción de la Corrupción. Según este documento, de 1998 a 2010 retrocedimos 43 lugares en el ranking mundial (pasamos del lugar 55 al 98) y nuestra calificación descendió dos décimas (de 3.3 a 3.1). Otras encuestas confirman que en la última década creció la tolerancia social hacia la corrupción. Esto quiere decir que la alternancia fue incapaz de controlar el añejo cáncer. En lugar de reformar, el PAN se refugió en la evasión y el cinismo.
Los casinos de Monterrey son paradigmáticos. Las trapacerías y excusas de los hermanos Larrazabal moverían a risa si no fuera porque encarnan la degradación de lo que alguna vez fue el partido de la decencia, mientras el alcalde decide si pide licencia. El comportamiento de los hermanitos fue troquelado en un proceso iniciado en el sexenio de Fox, cuando se dio un debate en torno a la instalación y legalización de casinos. Los autorizaron argumentando que era una forma de meterlos a la institucionalidad y hacerlos pagar impuestos. Quienes nos opusimos públicamente hicimos pronósticos que ahora se cumplen a cabalidad: incapacidad gubernamental para supervisarlos, focos de corrupción pública y privada, nidos para la delincuencia organizada.
Pese a la evidencia acumulada y difundida, el presidente Calderón no le exige cuentas al alcalde de Monterrey. Está congelado, paralizado, pasmado; se ve incapaz de desprenderse de la pareja de hermanos, tal vez porque son engranes de su grupo y puntales de Ernesto Cordero y porque, en el último de los casos, no son la excepción sino la norma en muchas ciudades gobernadas por ese partido. Las evasivas son particularmente llamativas en el Informe presentado por Calderón el 1o. de septiembre en medio del escándalo por los casinos regios.
Calderón tuvo una oportunidad ideal para posicionarse en el último año de su mandato sobre un tema que preocupa a la sociedad. En el texto de 758 páginas menciona sólo 17 veces la palabra "corrupción", pero lo hace desde el ángulo burocrático-administrativo: "se emitieron 671 vistas para el inicio del procedimiento para determinar irregularidades", "se iniciaron 142 procedimientos de remoción", etcétera.
Estamos ante un patrón. Hay pocos asuntos tan emblemáticos de la corrupción estructural como la cálida relación de Vicente Fox y Calderón con Elba Esther Gordillo. Ha sido y es el recordatorio diario del naufragio ético del panismo. El 29 de junio pasado la maestra andaba como siempre de estreno. Las finas telas y los costosos accesorios se legitimaban con la firma de las casas más exclusivas. Al día siguiente, Reforma publicó una foto de ella con la cual evaluó el costo de la bolsa de piel y los zapatos Hermès, de los collares de perlas Chanel, de un traje atribuido a St. John, etcétera, el atuendo de ese día le costó 112 mil pesos. ¿De dónde sacó el dinero si su salario de maestra es de 23 mil 900 pesos mensuales? El 5 de septiembre Calderón respondió preguntas por internet. Las críticas a la maestra fueron tan reiterativas como las excusas del Presidente que la defendía o se refugiaba en invocaciones a la legalidad: "no es que me guste, es lo que nos ordena la ley" (Reforma, 6 de septiembre). La forma de razonar de ambos se aprecia en la ceremonia por el primer día de clases. El 22 de agosto pasado coincidieron en una primaria de Cuajimalpa el Presidente y la maestra, quienes dijeron unas palabras a los indefensos niños.
Según las versiones estenográficas, Elba Esther recordó a los niños que viven en una era "donde los valores son cada vez más efímeros y hay que poder fortalecerlos". Tuvo el cuidado de no asumir ninguna responsabilidad. El presidente Calderón fue más claro: "a los papás y a las mamás les toca cuidar a los hijos, formarlos en valores", porque en su perspectiva "la tarea de un presidente consiste, sobre todo, en decidir". Luego añade que "no siempre se pueden decidir cosas buenas".
Tiene razón. Es comprensible que Calderón se relacione con la lideresa de un poderoso sindicato; son inaceptables sus decisiones y las de Fox de darle cargos con tanto presupuesto a Elba Esther; por ello es el personaje político más poderoso. Eso es complicidad con un personaje con olor a corrupción. El PAN no está solo. La crisis es estructural porque la mayor parte de la clase política respeta los usos y costumbres de una corrupción antiquísima. De cuando en cuando la permisividad explota como en los casinos de Monterrey. En las presidenciales de 2012, ¿incorporará alguno de los aspirantes el combate a la corrupción en el discurso y en la práctica?
Colaboró Rodrigo Peña González
www.sergioaguayo.org
saguayo@colmex.mx
Cuando aumenta la corrupción también lo hacen la evasión y el cinismo que rozan ya la excelsitud. Los casinos de Monterrey hacen inevitable referirse al panismo, pero los otros partidos son cómplices conscientes del colapso ético. Los indicadores son contundentes. Cada año Transparencia Internacional publica el Índice de Percepción de la Corrupción. Según este documento, de 1998 a 2010 retrocedimos 43 lugares en el ranking mundial (pasamos del lugar 55 al 98) y nuestra calificación descendió dos décimas (de 3.3 a 3.1). Otras encuestas confirman que en la última década creció la tolerancia social hacia la corrupción. Esto quiere decir que la alternancia fue incapaz de controlar el añejo cáncer. En lugar de reformar, el PAN se refugió en la evasión y el cinismo.
Los casinos de Monterrey son paradigmáticos. Las trapacerías y excusas de los hermanos Larrazabal moverían a risa si no fuera porque encarnan la degradación de lo que alguna vez fue el partido de la decencia, mientras el alcalde decide si pide licencia. El comportamiento de los hermanitos fue troquelado en un proceso iniciado en el sexenio de Fox, cuando se dio un debate en torno a la instalación y legalización de casinos. Los autorizaron argumentando que era una forma de meterlos a la institucionalidad y hacerlos pagar impuestos. Quienes nos opusimos públicamente hicimos pronósticos que ahora se cumplen a cabalidad: incapacidad gubernamental para supervisarlos, focos de corrupción pública y privada, nidos para la delincuencia organizada.
Pese a la evidencia acumulada y difundida, el presidente Calderón no le exige cuentas al alcalde de Monterrey. Está congelado, paralizado, pasmado; se ve incapaz de desprenderse de la pareja de hermanos, tal vez porque son engranes de su grupo y puntales de Ernesto Cordero y porque, en el último de los casos, no son la excepción sino la norma en muchas ciudades gobernadas por ese partido. Las evasivas son particularmente llamativas en el Informe presentado por Calderón el 1o. de septiembre en medio del escándalo por los casinos regios.
Calderón tuvo una oportunidad ideal para posicionarse en el último año de su mandato sobre un tema que preocupa a la sociedad. En el texto de 758 páginas menciona sólo 17 veces la palabra "corrupción", pero lo hace desde el ángulo burocrático-administrativo: "se emitieron 671 vistas para el inicio del procedimiento para determinar irregularidades", "se iniciaron 142 procedimientos de remoción", etcétera.
Estamos ante un patrón. Hay pocos asuntos tan emblemáticos de la corrupción estructural como la cálida relación de Vicente Fox y Calderón con Elba Esther Gordillo. Ha sido y es el recordatorio diario del naufragio ético del panismo. El 29 de junio pasado la maestra andaba como siempre de estreno. Las finas telas y los costosos accesorios se legitimaban con la firma de las casas más exclusivas. Al día siguiente, Reforma publicó una foto de ella con la cual evaluó el costo de la bolsa de piel y los zapatos Hermès, de los collares de perlas Chanel, de un traje atribuido a St. John, etcétera, el atuendo de ese día le costó 112 mil pesos. ¿De dónde sacó el dinero si su salario de maestra es de 23 mil 900 pesos mensuales? El 5 de septiembre Calderón respondió preguntas por internet. Las críticas a la maestra fueron tan reiterativas como las excusas del Presidente que la defendía o se refugiaba en invocaciones a la legalidad: "no es que me guste, es lo que nos ordena la ley" (Reforma, 6 de septiembre). La forma de razonar de ambos se aprecia en la ceremonia por el primer día de clases. El 22 de agosto pasado coincidieron en una primaria de Cuajimalpa el Presidente y la maestra, quienes dijeron unas palabras a los indefensos niños.
Según las versiones estenográficas, Elba Esther recordó a los niños que viven en una era "donde los valores son cada vez más efímeros y hay que poder fortalecerlos". Tuvo el cuidado de no asumir ninguna responsabilidad. El presidente Calderón fue más claro: "a los papás y a las mamás les toca cuidar a los hijos, formarlos en valores", porque en su perspectiva "la tarea de un presidente consiste, sobre todo, en decidir". Luego añade que "no siempre se pueden decidir cosas buenas".
Tiene razón. Es comprensible que Calderón se relacione con la lideresa de un poderoso sindicato; son inaceptables sus decisiones y las de Fox de darle cargos con tanto presupuesto a Elba Esther; por ello es el personaje político más poderoso. Eso es complicidad con un personaje con olor a corrupción. El PAN no está solo. La crisis es estructural porque la mayor parte de la clase política respeta los usos y costumbres de una corrupción antiquísima. De cuando en cuando la permisividad explota como en los casinos de Monterrey. En las presidenciales de 2012, ¿incorporará alguno de los aspirantes el combate a la corrupción en el discurso y en la práctica?
Colaboró Rodrigo Peña González
www.sergioaguayo.org
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