9/06/2011

Wikileaks, el contragolpe

La nueva estrategia de Julián Assange Foto: AP
La nueva estrategia de Julián Assange
Foto: AP

MÉXICO, D.F. (apro).- Julián Assange, cabeza del equipo de Wikileaks, decidió poner fin a la alianza que sostuvo con los grandes medios impresos de Europa y Estados Unidos –The Guardian, The New York Times, Der Spiegel, Le Monde y El País– para liberar, a partir del 1 de septiembre, un total de 35 mil cables diplomáticos sobre Libia, Cuba, Siria, China, Israel, México y otros países, generando así una segunda fase del famoso Cablegate, que se convirtió en un tsunami informativo para buena parte del mundo occidental.

Assange declaró a La Jornada –periódico mexicano que se incorporó a esta alianza– que “no se puede confiar en que la prensa corporativa anglo-europea informe acerca de los intereses de América Latina”.

El artífice de esta red que ha divulgado cables secretos del Pentágono y del Departamento de Estado confía en que sean los propios usuarios de redes sociales y lectores quienes ingresen al contenido mismo. Lo llamó “una campaña masiva de periodistas ciudadanos”, a través de su cuenta de Twitter https://twitter.com/#!/wikileaks.

La reacción de los aliados anteriores ha ido desde la furia y el desprecio hasta la indiferencia pública. Aunque es claro que para estas grandes empresas de la información se pierde un filón de oro con las posibles revelaciones que esconden cada uno de los 35 mil cables.

El Departamento de Estado de EU sigue en la cacería, acusando a Wikileaks de que esta nueva estrategia pone en riesgo a decenas y miles de fuentes privilegiadas, a quienes ya no se les protegió. En otras palabras, se ponen al descubierto las propias fuentes informativas de Estados Unidos en el mundo, y quizá buena parte de las organizaciones de derechos humanos, analistas y políticos que presumen de su condición antiestadunidense saldrán mal librados.

El golpeteo contra Wikileaks y contra Assange tratará de frenar esta nueva ola informativa que quizá tarde semanas y meses en ser digeridas y contrastadas para que se conviertan en información completa.

Por lo pronto, The Guardian, el primer periódico con el que Assange sostuvo una confrontación pública, reprodujo el testimonio de un exempleado de Wikileaks que no deja muy bien parada a la organización.

James Ball, en el texto “Por qué abandoné Wikileaks”, acusa a Assange de realizar un manejo poco escrupuloso de los fondos y el financiamiento que ha recibido el portal informativo y prácticamente lo acusa de ser una especie de “agente” del gobernante de Bielorrusia, el excomunista y ahora férreo dictador Alexander Lukashenko, con una intención supuestamente antisemita o antisraelí.
Ball señala en una de las partes medulares de su testimonio:

“Mi consternación se intensificó con la aparición de Israel Shamir, un autodenominado ‘activista de la paz’ ruso con un largo historial de escritos antisemitas. A los miembros del equipo nos presentaron a Shamir con el seudónimo de Adam, y sólo varias semanas después de que se fuera –con un inmenso tesoro de cables sin editar– empezamos a descubrir quién era.

“Empezaron a llegar preguntas de periodistas. Un poco de investigación reveló su desagradable historia, pero me dijeron que Julian no quería que Wikileaks publicara nada que resultase crítico contra Shamir. En su lugar, para nuestra vergüenza, hicimos pública una declaración en la que nos limitábamos a distanciarnos de él.

“Luego hubo acusaciones aún más graves. Había visto a Shamir saliendo del Ministerio del Interior de Bielorrusia, el país dictatorial del este de Europa. Al día siguiente, el dictador que gobierna el país, Alexander Lukashenko, presumió que iba a crear un Wikileaks bielorruso para demostrar que Estados Unidos estaba dando dinero a sus rivales políticos”.

Ball afirma que los grupos de derechos humanos de Bielorrusia exigieron una respuesta, ante el temor fundado de que el gobierno hubiera tenido acceso al contenido de los cables donde varios de sus integrantes aparecían como informantes del Departamento de Estado estadunidense.

“Nadie contestó. Julian no quiso estudiar el asunto. Para ser una organización supuestamente dedicada a los derechos humanos, la aparente falta de preocupación ante una acusación tan grave fue apabullante”.

El testimonio del desertor de Wikileaks se suma a la serie de críticas y denuncias por supuesto abuso sexual en contra de Assange, y de fracturas al interior de una organización que, en buena medida, depende de la figura del activista y exhacker que se mantiene en libertad condicional desde el pasado diciembre en Londres.

El contragolpe será muy fuerte. Assange seguirá en el centro de un torbellino por una razón fundamental: la filtración masiva de cables no sólo desnuda la red de informantes del Departamento de Estado de EU sino la gestión informativa que las grandes empresas periodísticas realizan de manera tradicional.

Un nuevo periodo inicia con Wikileaks y las redes sociales.

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