OPINIÓN
Por Teresa Mollá*
España, 6 sep 11 (CIMAC).- Cuando era estudiante de la segunda parte de la antigua EGB (mediados de los años 70) tuve la enorme suerte de tener a un maestro librepensador, demócrata y convencido de que los cambios debían producirse desde el sistema escolar.
Lucho, que así se llama aquel estupendo maestro, nos explicó la importancia de la democracia como sistema político puesto que obligaba a los diferentes agentes sociales y políticos de todo el espectro ideológico a ponerse de acuerdo en los grandes asuntos, no sólo de la transición.
Nos explicó también el verdadero significado de la palabra democracia y que constantemente nos insistía en aquello de “Democracia proviene del griego y traduce como: demos es igual a pueblo y cracia igual a poder. Por tanto el término DEMOCRACIA significa literalmente EL PODER DEL PUEBLO”.
Mucho ha llovido desde aquellas enseñanzas de Lucho a un alumnado de unos 10 u 11 años.
Y hoy me pregunto si es que aquella traducción que aprendimos con él ha cambiado en los últimos años, o el mundo ha dado una vuelta y yo no me he enterado. Me explico.
La modificación exprés de la Constitución que han aprobado esta semana los dos partidos mayoritarios es de todo menos democrática.
El que no hayan permitido una consulta popular, el que hayan decidido tocar sólo una parte de la Carta Magna y no abrirla del todo en temas como la sucesión de la Corona, el derecho de los pueblos a su autodeterminación, la reforma electoral o la mención en la misma de la República, incluso a través de las enmiendas que presentaron algunos partidos políticos, nos lleva a pensar que la prisa por entregar la política a los mercados era tal que han obviado aquello de EL PODER DEL PUEBLO como transcripción de la DEMOCRACIA en su sentido más amplio.
Pero eso sí, amparándose en esas mayorías que tanto el PP como el PSOE han sido incapaces de alcanzar en los últimos años en temas de carácter social, como lo han sido los propuestos pactos por la educación, por la justicia y otros, así como los desacuerdos para sustituir miembros en altos órganos judiciales.
Y ahora nos sorprenden con un pacto blindado que, sin tener en cuenta la voz de la ciudadanía, les permite entregar el gobierno del Estado a los mercados, así, de un plumazo. Y todo ello en vísperas de unas elecciones generales.
¡¡¡Que no se les ocurra pedirme el voto a ninguno de los dos partidos mayoritarios!!!
Pero aparte del tema político que en sí mismo ya es grave, esta reforma encierra muchas trampas y perversiones.
Encierra el desmantelamiento de los servicios públicos como sistema de reparto de la riqueza entre aquellas personas más desfavorecidas o en riesgo de exclusión social, puesto que se va a meter mano (de hecho ya se ha comenzado) a los servicios sociales, a la sanidad pública, a la educación pública, etcétera.
Pero además ya han comenzado a despedir a muchas personas interinas que trabajan para que el sistema del bienestar funcione y este factor repercutirá en un aumento del paro que a su vez conllevará un aumento del número de personas que puedan necesitar más de estos servicios sociales o sanitarios, etcétera.
Pero este tema, el de las necesidades de las personas parece no importarles nada a quienes han puesto el gobierno en manos de los mercados que, como todo el mundo sabe, únicamente entiende de beneficios.
Y si ya es un hecho que la crisis que vivimos ha afectado mayoritariamente a las mujeres, con lo recién aprobado por las diputadas y diputados del PP y del PSOE, esto va ir a peor. Y me explico.
Si ya vamos viendo que el poco empleo estable que se está generando va a ir a parar mayoritariamente a manos de los hombres, de nuevo vamos a ser las mujeres las que tenemos que regresar a casa a realizar las tareas domésticas y, además, las de cuidados de personas mayores, menores y dependientes de nuestro entorno familiar.
Vamos a estar realizando un enorme trabajo que debería estar haciendo el Estado pero que de nuevo recae sobre nuestras espaldas y sin ninguna retribución.
Y este es sólo un ejemplo. Otro ejemplo: Si a la hora de la conciliación de la vida personal, familiar y laboral se optaba por que las criaturas realizaran actividades extraescolares puesto que ambos progenitores estaban trabajando, ahora se optará por el ahorro y quienes cuidarán de esas criaturas serán tías, abuelas, abuelos, etcétera, en el mejor de los casos.
Si alguien ha de optar por dejar el trabajo por ser imposible la conciliación, seguramente volverán a dejarlo las mujeres.
Así, el tan machista salario familiar, volverá a poner el acento en que quien ha de salir a buscar el sustento para la familia es el pater familias, mientras las madres y esposas realizan las tareas de cuidado y mantenimiento del bienestar del grupo.
En definitiva, que esta reforma constitucional no sólo se ha cargado la esencia misma de la democracia y la ha entregado a los mercados, sino que también se ha cargado los logros y derechos de millones de ciudadanas y ciudadanos que se han conseguido tras muchos, muchos años de luchas y muchas vidas sesgadas por quienes creían que eran posibles.
Quizás sea un momento histórico en el que quienes han aprobado semejante reforma se planteen qué herencia van a dejar a quienes vienen detrás. Y no sólo me refiero a una herencia de mayor o menor bienestar, sino también de credibilidad política en el llamado mejor de los sistemas políticos: la democracia. Una democracia ahora convertida en mercadocracia.
tmolla@teremolla.net
*Corresponsal, España. Periodista de Ontinyent.
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