Hace unas semanas, Javier Sicilia
nos presentó una interpretación alternativa del mito griego de Narciso.
Por un lado, “la tradición más conocida del mito dice que Narciso era
bello y que muere ahogado cuando, al mirarse por primera vez en el
espejo de una fuente, quiere poseer su imagen.” Por el otro, Sicilia
recuerda una versión menos conocida, según la cual “en realidad Narciso
se odia y se desprecia”. Por eso, “muere en cuanto se ve”.
Para
Sicilia, la élite política de México encarna, de conjunto, a Narciso.
La tarea, por tanto, es relativamente clara: debemos colocar “un espejo
de varias caras donde Narciso pueda por fin ver su fealdad y
suicidarse”. Un espejo de caras múltiples sería el “boicot electoral”:
“la abstención, el voto nulo, el voto en blanco o ir a romper en las
casillas la boleta del voto que nos corresponde”.
Los límites de esta visión pueden apreciarse a través de un chiste ruso que, de acuerdo con Slavoj Žižek, era popular dentro de la disidencia de la extinta URSS y Europa del Este. El chiste ilustraba “la futilidad de sus protestas”:
En el siglo XV –cuenta Žižek–, cuando
Rusia estaba ocupada por los mongoles, un campesino y su esposa iban
caminando por una vía polvorienta. Un soldado mongol a caballo se
detuvo a su lado y le dijo al campesino que ahora procedería a violar a
su esposa; y añadió: “Como hay mucho polvo en el suelo, ¡debes sostener
mis testículos mientras violo a tu esposa para que no se ensucien!” Una
vez que el mongol había hecho su acto y se había ido, el campesino
empezó a reír y saltar de felicidad. La sorprendida esposa preguntó:
“¿Cómo puedes estar saltando de felicidad cuando acabo de ser
brutalmente violada en tu presencia?” El agricultor respondió: “¡Pero
le gané! ¡Sus bolas están cubiertas de polvo!”
¿Qué lección extrae Žižek de esta historia?
Esta triste broma –dice– revela los aprietos de los disidentes: pensaban que le estaban dando graves golpes a la nomenklatura del partido, pero lo que en realidad hacían era simplemente ensuciar los testículos de la nomenklatura mientras la élite gobernante seguía violando al pueblo…”.
No quisiera ser mal interpretado. En estas elecciones en México,
Sicilia tiene razón, no hay por quién votar. Los partidos existentes
han sido autores materiales, cómplices u omisos sobre la continuación
del asalto neoliberal en México. Desde hace más de treinta años no deja
de caer el salario real, reducirse las prestaciones sociales y aumentar
la informalidad. Por si fuera poco, la devastación social gestada a
partir de entonces ha degenerado en la actual barbarie del narco. Como
efecto del TLCAN, se dio el mayor éxodo de mexicanos a Estados Unidos,
producto de la primera oleada de reformas económicas para ricos – las
mismas que parieron al Slim de hoy. A partir de 2006, la cosa empeoró
cuando el régimen optó por desatar la guerra del narco como vía para
lanzar a un lejano segundo plano los cuestionamientos al modelo
económico. Desde entonces el saldo es brutal. ¿Cómo va el marcador?
¿110 mil muertos y 22 mil desaparecidos? El año pasado, el capitalismo
mexicano continuó sus conquistas: el petróleo fue reabierto al popote
privado.
¿Qué partido está dispuesto a jugársela para revertir el caos actual?
Ninguno de los que aparece en las boletas.
Los únicos desafíos serios al caos mexicano no están dentro del
sistema, sino afuera de él, en las calles. ¿Logrará traducirse esto en
un viraje en la conducción del país? No en esta elección, es verdad. Y
ese es un problema que, en efecto, puede y debe quedar manifestado en
el boicot electoral.
Pero Sicilia está equivocado sobre
Narciso. Mis vísceras me permiten pensar en una tercera posibilidad al
mito griego: tal vez Narciso era un pendejo. Pero la élite política de
México no lo es: no se va a suicidar. Ellos saben que son feos pero no
les importa, como bien dijera la hermana de un líder y padrote del PRI:
“Feo pero chingón y bien machote”. Y ahí están frente al espejo, sodomizando jovencitas, al pueblo mexicano, y recibiendo aplausos por ello.
De lo que se trata no es de ensuciarle los huevos al sistema, sino de
cortárselos. El campesino ruso debía darle un cuchillo a su esposa.
Ramón I. Centeno es miembro del Partido Obrero Socialista.
Twitter: @ricenteno
* Columna publicada el 27-feb-2015 en elbarrioantiguo.com
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