México
D.F., 16 sep. 15. AmecoPress.- Hace muchos años mi maestra Adelina
Zendejas me contaba cómo las mujeres mexicanas habían comenzado a
identificar sus derechos, entre ellos, los políticos. Fue ella quien
durante muchos años sostuvo que las primeras en demandar su
participación fueron mujeres de Zacatecas, entre 1825 y 1826. Algunas
historiadoras siguen dudando.
Encontramos
entre las publicaciones de mujeres editadas en Zacatecas en el siglo
XIX, una revista llamada el Abanico en 1826, en efecto, eso parece
confirmar que ahí había mujeres levantadas por sus derechos
específicos. Ahora tenemos el dato exacto.
Pero más allá
de las exactitudes, porque cada quien inventa o difunde errores, en
todo caso esa fecha nos sirve para saber que las mexicanas no se han
mantenido inertes. Pero lo más importante es qué cosa incluyeron en sus
demandas, movilizaciones, congresos y organizaciones. Las mujeres
mexicanas no solamente pelearon por el voto y la participación
política, ellas, a lo largo de la historia han sido críticas de su
momento histórico.
Como dice
Elias Canetti, el gran pensador y escritor alemán, es imposible separar
la ansiedad por el poder, estar en el poder, de las condiciones
socioeconómicas de cada época. El Premio Nobel retó a los y las
pensadoras a mostrar siempre una actitud crítica, de sabueso de cada
tiempo, para que las generaciones posteriores comprendan el contexto
donde suceden las cosas o los avances históricos.
Todo esto
viene a colación porque podríamos festejar que en 2015 las mujeres por
primera vez, por ley y con un lente gigante de observaciones, fuimos a
las elecciones en listas de candidaturas paritarias. Aplausos.
La pregunta es
cómo esa demanda, organizada y plural, desde muy diversas iniciativas e
intervenciones, puede existir a tal distancia de la realidad de las
mujeres de carne y hueso y obviar el contexto de la pobreza y la
desigualdad; del día a día de indígenas, trabajadoras sin derechos,
campesinas sin cultivos, maestras confundidas, trabajadoras de cuello
blanco con salarios críticos y miles y miles de mujeres en riesgo
cotidiano frente a la violencia machista, receptoras de la
discriminación.
Si otra fuera
la historia este 13 de septiembre todas hubiéramos festejado con
altavoces y marchas festivas, el ascenso de la séptima gobernadora en
la historia de México, Claudia Pavlovich en Sonora; ella hubiera
hablado de las mujeres, cosa que no hizo, no obstante ser la mitad de
la población, la mitad de las pobres y marginadas y la mitad de las
mujeres de negocios, la mitad de la fuerza laboral y la mitad de
quienes deambulan en Sonora como migrantes.
Pero no. Los
aplausos no pueden ocultar la realidad. Mientras que las mujeres en la
política no vean a las mujeres y las activistas aplaudidoras tampoco,
el hecho, que podría ser histórico, resulta irrelevante, sin conexión,
porque mientras un inmenso estadio con más de 10 mil almas aplaudía el
perfil “firme” de la nueva gobernadora que anuncia que con la fuerza
del Estado perseguirá a Guillermo Padrés y a su grupo de cómplices, no
pudo exculparse porque en Sonora sigue sin justicia la muerte de las
niñas y niños en la Guardería ABC, porque no nombró con claridad el
tráfico de infantes ni se comprometió a parar la infausta y tremenda
violencia contra las mujeres.
En Sonora, 333
mil 560 mujeres mayores de 15 años trabajan con bajos salarios; en
Sonora el 8.2 por ciento de las mujeres sufre ataques sexuales; 15 de
cada 100 ha vivido violencia emocional y 14.9 por ciento de esas
mayores de 15 años afirmaron que reciben violencia física y que 492 mil
casadas han sufrido en pareja algún tipo de violencia.
¿No era el
momento para que una gobernadora que reconoce que las mujeres abrieron
el camino, entre ellas su propia madre, dijera algo al respecto? Doña
Alicia Arellano, su madre, fue una de las dos primeras senadoras de la
República, junto con María Lavalle Urbina. Doña Alicia podría ser su
faro. En Sonora en agosto de 2015, según las últimas cifras de INEGI,
11 mil mujeres andan en busca de empleo.
Las políticas
o algunas de ellas, porque no todas, son insensibles a la condición
social de las mujeres. En Sonora se tipificó el feminicidio en 2014,
pero eso no tiene sentido si esa tipificación ha servido para disminuir
cifras, porque mientras los grupos civiles hablan de 36 asesinadas en
el primer semestre de este año, la autoridad sólo reconoce 11, alegando
la camisa de fuerza de la tipificación. En 2004 en Sonora fue claro que
el 80 por ciento de las mujeres que fueron asesinadas, habían recurrido
a la autoridad, sin ser escuchadas. No era el Partido Acción Nacional
quien gobernaba.
Eso sucede
porque la autoridad no tiene lentes violeta. No reconoce el problema.
La gobernadora que emociona a las mujeres que quieren que muchas más
mujeres lleguen a posiciones de poder, fue hostigada y ofendida por ser
mujer, pero no se ha dado cuenta de ello. No tiene la piel sensible, ni
un programa, ni un anuncio.
Recuerdo que
cuando Rosario Robles, ahora representante del presidente de la
República en la multitudinaria, apabullante ceremonia donde pronunció
su primer mensaje Claudia Pavlovich, digo, cuando ella fue ungida como
Jefa de Gobierno, anunció en su primer mensaje medidas para la
igualdad, claramente con un tinte comprometido, feminista.
Después creó
una red de promotoras de la salud y resolvió el mecanismo para acceder
al aborto legal, el que en esos momentos se permitía en la ley, por
violación, peligro de vida de la madre, por imprudencia de la mujer
–así se llamaba- y alguna otra causal. Se llamó Ley Robles y eso es
historia, ni quien la dispute. Estaba comprometida, era evidente.
Nadie sabe
ahora qué significan para la vida real de las mujeres, que más y más
diputadas vayan a empezar a cobrar este 30 de septiembre; los partidos
hicieron caso omiso de realmente capacitarlas en género. Ahí se trabaja
para llegar al poder, no importa el sexo. Ahí se han generado acciones
tremendas de violencia política.
Algunas
luchadoras por la paridad, que aplauden, caminan en la ruta del poder
de los hombres, con una distancia de las mujeres, que al menos ofende y
ofende porque ellas si están enteradas del significado de la
desigualdad y la discriminación, pero no se cimbran. Ojalá y me
equivocara, pero escucho un discurso similar al de muchas mujeres que
han llegado muy alto y no han visto a las mujeres. No hay mujeres como
Griselda Álvarez pionera de los centros de atención a la violencia de
género, que bien comprendía qué significaba la doble jornada. Hizo lo
que le tocó en su tiempo, hablaba con la “A”, como ella muy pocas. Así
que decirle a las sonorenses que la revolución vino del norte y del
sur, que esperen. Y entre ellas reconocer las que hay maravillosas, de
María Félix a Susana Vidales, Patricia Mercado, Elena Tapia y Cecilia
Soto, Patricia Patiño y mucha más.
Esa es otra historia.
Foto:: Archivo AmecoPress.
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