Los maestros de México,
desde el 2013 y con mayor fuerza, en el 2015, no conocen la paz ni la
vida digna; viven en la zozobra y la incertidumbre. Un amplio número,
creo, con vocación de educadores, se les ha convertido el ejercicio
profesional en una angustia cotidiana y eterna. Habrá también,
vividores, aviadores, holgazanes, corruptos, como los hay en todo grupo
humano. Algo que mancha, sí, pero que no califica al gremio.
A todos
ellos, incluidos estos últimos, un saludo de Paz por el inicio de año;
entendida esta, como la define la Carta de la Tierra: «la paz es la
plenitud que resulta de las relaciones correctas con uno mismo, con
otras personas, otras culturas, otras formas de vida, con la Tierra y
con el Todo del cual formamos parte».
Frente a una mal llamada
reforma educativa, que no ha cumplido y al parecer, no cumplirá con la
expectativa del poder, de legitimar al régimen y al partido en turno ni
de y maximizar la política pública de la calidad educativa. No será por
iniciativa de quienes generaron la llamada reforma, quienes modificarán
el rumbo, si no hay un sujeto: niños y jóvenes, padres, maestros, que lo
exijan hasta alcanzar el objetivo.
El referente de La carta de
la Tierra, en general, nos presenta una ruta que se sintetiza en el
concepto de Paz. Es difícil que los hombres y mujeres del poder se
preocupen por lo correcto de las relaciones con sí mismos y los otros;
sean personas, culturas y formas de vida. Ellos van, de inmediato y
pragmáticamente, a lo que primitivamente conciben como poder: el
ejercicio de la fuerza. De este modo para cumplir con el mayor número de
maestros evaluados se cometieron aberraciones de todo tipo: ausencia de
diálogo, amenazas, mentiras, traslados en helicópteros, avionetas,
transporte terrestre; como si se tratara de evacuaciones por desastre,
de damnificados, y no de maestros invitados a cumplir con uno de sus
ejercicios profesionales, que han cumplido por años: ser evaluados.
La
misma lógica de albergues en situación de desastre, tuvo el hospedaje
improvisado en grandes hoteles. Lo anterior podría justificarse en
términos de ofrecer los servicios para facilitar el acceso a las
evaluaciones, siempre y cuando se haya acordado y no impuesto, como
parece sucedió. Pero lo que sí ha sido violatorio, a pesar del pretexto
de garantizar la seguridad de los participantes, es la militarización de
las evaluaciones y el trato que se derivó para los evaluados.
Lo
anterior se sumó a otras violaciones a los derechos laborales, ya
crónicas en los cierres de año, como: los cheques sin fondos, pagos
parciales, retenciones de bonos, omisión de gratificaciones y
festividades. Cosas que nada tienen que ver con la calidad educativa, a
pesar del discurso de que los maestros son el pilar de la educación.
Creo
que la esperanza en un año que inicia, para la educación está en que
los maestros no se rindan a la sumisión del poder, pero que tampoco sean
portadores de violencia, sino que caminemos en la dirección de la paz
propuesta por la Carta de la Tierra: «la paz es la plenitud que resulta
de las relaciones correctas con uno mismo, con otras personas, otras
culturas, otras formas de vida, con la Tierra y con el Todo del cual
formamos parte».
Las relaciones correctas con nuestros
estudiantes, con los padres de familia, con nuestros pares, con nuestras
autoridades educativas y sindicales, sin sumisión y sin violencia; pero
si en la exigibilidad de nuestros derechos y en las denuncias de las
aberraciones del poder, será nuestra paz, aunque en ello se nos vaya la
vida.
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