Pero a la lista de beneficios también añaden la de costos y
sacrificios: menos descanso y menos tiempo libre para disfrutar del
fruto de su trabajo.Personas consultadas por SEMlac y que trabajan en la
producción y venta de alimentos como dueñas, dueños, empleadas o
empleados, piensan que el agotamiento físico acompaña el incremento de
sus ingresos monetarios, desde que se iniciaron en esos menesteres.
El sondeo consideró las opiniones de 50 trabajadores por cuenta
propia, 55 por ciento mujeres que, en más de la mitad, están contratadas
como dependientas o vendedoras de alimentos o adornos.
Entre otros hallazgos, la exploración constató que varios derechos
laborales, aunque contemplados por la ley, no son disfrutados por
quienes se contratan en esta modalidad laboral, sobre todo en lo
referido a tiempo para descanso y almuerzo, horario de trabajo y
vacaciones.
Aunque no se aprecian diferencias entre mujeres y hombres en cuanto a
la igualdad de derechos laborales en el sector por cuenta propia, a la
larga ellas sí viven desventajas asociadas a que, además, disponen de
menos oportunidades y mayores responsabilidades en el hogar.
El disfrute de los derechos laborales parece variar, también, según el tipo de actividad.
Las asociadas al alquiler de viviendas, la artesanía, la peluquería,
el cuidado de niñas, niños, personas adultas mayores, y servicios
profesionales, parecen transitar mejor, en ese sentido, que las
relativas a la industria, la construcción, el transporte y la
agricultura.
PEORES CONDICIONES
Pero en una situación inferior de condiciones y derechos se ubican las relacionadas con la producción y venta de alimentos.
“Es verdad que se gana más, que este negocio deja mejores ingresos,
pero es un trabajo muy demandante, casi esclavo; a veces siento que no
tengo vida”, comentó a SEMlac una mujer de 45 años, residente en la
capital y dueña de una cafetería.
Oportunidades de empleo, mejores ingresos económicos, nuevas
dinámicas laborales, crecientes opciones de servicios y hasta renovación
en la arquitectura y la imagen de locales y espacios donde se abren
negocios particulares, son algunos de los saldos visibles del trabajo
por cuenta propia en los últimos años.
De una política de pleno empleo estatal, Cuba transitó en 2010 a la
actualización de su modelo económico, que contempla la reducción del
empleo estatal, a la par que acepta y promueve el sector privado como
una forma más de gestión económica, que deberá abarcar al 40 por ciento
de la fuerza laboral este 2016.
De los 504 mil 613 trabajadoras y trabajadores por cuenta propia
reportados en el país hasta mayo de 2015, el 30.6 por ciento eran
mujeres, según un informe del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social
divulgado en junio del año pasado.
Una de estas mujeres, autoempleada primero y contratada después,
relató a SEMlac los avatares que ha vivido como cuentapropista y que la
llevaron, finalmente, a retornar a su puesto inicial como vendedora de
discos, en la puerta de su casa, por el bien de su salud física y
mental.
“Había dejado mi empleo estatal en una entidad donde el salario es de
los mejores, pero a mí no me alcanzaba para mis gastos y los de mi
familia en un mes”, contó la mujer de 51 años, que pidió no revelar su
identidad.
Tras pensarlo mucho, sacó una licencia en 2012 como vendedora de
discos, de régimen simplificado, que le permitía tener un trabajador
contratado y por la cual pagaba 100 pesos cubanos al mes
(aproximadamente 4 dólares estadounidenses), más la seguridad social.
SIN VARIAR, EL TRABAJO EN EL HOGAR
En lo personal, ella notaba aspectos positivos y negativos. Adaptada a
una vida socialmente activa, el nuevo trabajo la limitaba a estar
disponible en casa para llegar a esos resultados.
“Pasaban días en que no veía ni la calle”, recordó. “Sin duda trabajaba más que en el sector estatal”.
También sentía un aumento en el esfuerzo doméstico, en parte porque
trabajaba en su propio hogar. “A veces estaba ocupada con los discos y
sentía que le debía a las actividades domésticas. Otras, cuando lavaba y
limpiaba, me parecía que dejaba de hacer mi trabajo… Tuve que
organizarme e independizar bien los horarios para sentir algún alivio”.
Así y todo, había perdido privacidad y confundía los límites entre lo
público y lo privado. De modo que aceptó un cambio de trabajo cuando le
propusieron irse contratada a administrar un hostal. “Quise probar en
otra dimensión y me lancé a la aventura”, sostuvo a SEMlac.
Al principio le atrajeron el cambio y lo agradable de su nuevo
puesto: practicaba el inglés, perdía el miedo a comunicarse, conocía
personas agradables e interesantes, y establecía muy buenas amistades
que se mantienen hoy día…
“Para este tipo de actividad no constó ningún contrato, sólo acuerdos
verbales con la dueña que yo acepté sin prever las consecuencias”,
reconoció. “Aunque podía regresar a mi casa después de las 6 de la
tarde, el trabajo no me permitía irme a esa hora. Me levantaba muy
temprano y aquello parecía no tener fin”, explicó.
Tras despertar a las 6 de la mañana, empezaba una larga lista de
tareas: supervisar el desayuno, servirlo, ir de compras, reemplazar
todos los insumos, llevar el libro de registro antes de las 12 del día,
atender al turista, buscarle un taxi, explicarle cualquier duda,
orientarlo, esperarlo a que regrese, estar al tanto de cada detalle…
“Un desgaste físico y mental que no era sostenible para mí”, admitió.
“Aguanté aquel trabajo sólo cuatro meses”, dijo y precisó que la
ganancia, aunque mayor, no se correspondía con el esfuerzo.
El salario fijo era de 200 CUC (moneda convertible cubana equivalente
a un dólar estadounidense), que se incrementaban con otras tareas
eventuales. “El ingreso más alto que obtuve, por dos meses, fue de 275
CUC”, precisó.
Finalmente, esta mujer abandonó su condición de administradora
contratada y regresó a su oficio inicial de cuentapropista, en la venta
de discos, donde podía conciliar mejor trabajo, ganancias, salud y
condiciones de trabajo.
La elevada demanda de empleo, por un lado, y la falta de
conocimientos y de mecanismos para exigir y fiscalizar sus derechos, por
otro, inciden en que se repitan situaciones como estas.
DESCONOCIMIENTO DE DERECHOS
El 45 por ciento de las mujeres entrevistadas por SEMlac no conoce,
por ejemplo, el contenido del Código de Trabajo en relación con sus
derechos como cuentapropistas. Sin embargo, como la mayoría procede de
un empleo estatal, prefiere los pagos de acuerdo con las horas.
La mayoría dispone de tiempo para almorzar, pero no puede planificar
sus vacaciones; tampoco saben a quién acudir para solucionar ese
conflicto. En caso de trabajar jornadas laborales extendidas, el 71 por
ciento respondió que no recibe pago para la comida.
Aunque 15 por ciento de las entrevistadas dijo no tener licencia para
trabajar, por lo que no paga la seguridad social, las que lo hacen
reconocen que la pagan para tener una jubilación, y no reciben subsidio
por enfermedad o accidente de trabajo.
Las contratadas, además, no reciben ninguna remuneración si el
establecimiento cierra temporalmente, algo que puede ocurrir por
decisión estatal, si la entidad incumple algún parámetro.
El contrato, documento de garantía para el cumplimiento de los
derechos laborales, en realidad se hace verbalmente en gran parte de los
casos, indicó la mayoría. Sólo las trabajadoras de las cooperativas no
agropecuarias los han realizado por escrito.
A juicio de la economista Teresa Lara, “cumplir con los derechos
laborales necesita, además del marco legal, de una gran voluntad
política”.
En su opinión, se impone restructurar la empresa estatal socialista
desde una mirada de eficiencia productiva positiva y no triunfalista,
pero avanzar también en el adecuado funcionamiento del sector privado.
“En cuanto al emergente trabajo por cuenta propia, queda demostrado
que los comportamientos humanos desbordan las leyes y regulaciones, en
tanto no se establezcan mecanismos que faciliten el control del
cumplimiento de las normativas establecidas de los derechos laborales
para este sector”, aseguró a SEMlac.
Por: Sara Más
Cimacnoticias/SEMlac | La Habana, Cuba.- 19/01/2016
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