Estados Unidos es uno
de los países que tiene un mayor número de movimientos feministas en el
mundo occidental. En realidad, EEUU suele presentarse como el país donde
nació el movimiento feminista, cuya influencia a nivel mundial ha sido
considerable. La organización NOW (National Organization for Women)
mueve a millones de mujeres, siendo una de las organizaciones que goza
de mayor reconocimiento en aquella sociedad. Y es probable que la
Presidencia del país recaiga sobre los hombros de una mujer en las
próximas elecciones en EEUU. Parecería, pues, que en EEUU se es
consciente de la importancia de que la liberación de la mujer sea un
componente clave en una sociedad que se presenta como la gran defensora
de la libertad.
Y, sin embargo, los datos muestran que aquella
sociedad es de las más insensibles a la liberación de la mujer. La
Comisión de las Naciones Unidas que analiza la situación de la mujer en
los países miembros de aquella organización mundial acaba de publicar un
informe devastador sobre la situación de la mujer en EEUU, mostrando
que ésta está a la cola en la categoría “derechos de la mujer”. Según
tal informe, EEUU es el único país del mundo (junto con Papúa Nueva
Guinea) que no provee un mandato estatal para proveer y garantizar el
permiso de maternidad. Como consecuencia de la no existencia de este
derecho, los permisos de maternidad son muy reducidos (unas diez semanas
como promedio), cuando no inexistentes (el 33% de mujeres que han
tenido un hijo se incorporan al trabajo inmediatamente después del
parto). En la Unión Europea, el promedio son 18 semanas remuneradas. En
EEUU, 10 semanas sin remunerar. El informe detalla también la enorme
pobreza de la infraestructura de apoyo a las mujeres y a las familias en
el cuidado de niños o infantes. La infraestructura de escuelas de
infancia, por ejemplo, es dramáticamente insuficiente, estando poco
financiado el desarrollo de estos servicios (el personal de los mismo,
por cierto, está también entre los peor pagados del país).
Los derechos de las mujeres varían según la clase social a la que pertenecen
Un
punto muy importante que el informe subraya es que esta insensibilidad
hacia los derechos de la mujer va acompañada también de una
discriminación, no solo de género, sino también de clase social. La
enorme pobreza y limitación de los derechos sociales de la mujer alcanza
su máximo exponente en las mujeres de las clases populares donde tales
carencias aparecen con toda crudeza. Las mujeres de clase trabajadora no
cualificada, afroamericanas (entre las que el paro y la precariedad
están muy extendidos), tienen más probabilidad (cuatro veces superior)
de morir en el momento del parto que el promedio de EEUU. En realidad,
el informe muestra claramente que la disponibilidad y acceso a los
servicios de atención a las familias (y cuando decimos familias queremos
decir mujeres) depende primordialmente de la clase social a la que la
mujer estadounidense pertenezca. Así, el permiso de maternidad está
mucho más extendido (cinco veces mayor) entre las mujeres del decil
superior de renta del país que entre las del decil inferior. El informe
señala con toda claridad que EEUU no es una sociedad sin clases (como
asume la narrativa que considera a EEUU como el país de las
oportunidades, en el que supuestamente la mayoría de la población
pertenece a la clase media), sino que es un país en el que la clase
social es clave para entender la distribución de oportunidades y de
beneficios sociales.
Todo ello refleja que la mayoría de las
mujeres en EEUU, que pertenecen a las clases populares (clase
trabajadora y las clases medias de renta media y baja) tienen escasísimo
poder político. En realidad, el informe sitúa EEUU en el número 72 en
cuanto al número de mujeres elegidas en las instituciones
representativas, la mayoría de las cuales, por cierto, pertenecen a las
clases de rentas altas o medianas altas, siendo una de ellas la que
probablemente pase a ser elegida Presidenta de los EEUU en las próximas
elecciones legislativas. El informe muestra que EEUU discrimina
claramente a la mujer, pero dentro de esta discriminación hay un claro
gradiente de clase social. La mujer más discriminada es la mujer de las
clases populares, al ser mujer y pertenecer a las clases populares. Y
esta situación tiene enormes consecuencias en cuanto a la estrategia del
movimiento de liberación de la mujer (y del hombre).
Debates sobre la estrategia del movimiento feminista estadounidense
Esta
situación ha generado una discusión, indicando que los movimientos
feministas deberían centrarse en la liberación de la mayoría de mujeres,
que pertenecen a las clases populares. Los datos muestran que los
países donde la mayoría de mujeres (que pertenecen a las clases
populares) tienen mayores derechos y las desigualdades de género son
menores han sido los situados en el Norte de Europa (Suecia y Noruega),
en los que las clases populares han sido representadas por instrumentos
políticos de sensibilidad socialista, claramente comprometidos con la
igualdad social (incluyendo de género), alcanzando cuotas de igualdad
entre hombres y mujeres mayores que las de aquellos países gobernados
por partidos liberales y conservadores (como EEUU), que no han tenido
entre sus objetivos alcanzar la igualdad social (incluyendo la de
género).
Hacer esta observación no es sostener (como
maliciosamente sé que se me querrá interpretar) la relatividad del valor
del movimiento feminista que se centra en la igualdad de género,
objetivo que es enormemente importante en nuestras sociedades. Lo que
estoy subrayando es que hay clases sociales entre las mujeres como las
hay entre los hombres. Y ello debe incorporarse en el análisis y en la
estrategia del movimiento de liberación de la mujer, considerándose que
la mayoría de las mujeres pertenecen a las clases populares, lo cual
debiera convertirse en el centro de atención de tales movimientos.
Ni
que decir tiene que esta observación atañe también a los hombres, que
pertenecen a distintas clases sociales con intereses diferentes, cuando
no opuestos. De ahí que la representatividad conseguida en las
instituciones, tanto en las Cortes Españolas como en el Congreso de los
EEUU, quede viciada al ser, la mayoría de representantes hombres con
educación universitaria, cuando solo el 19% de la población tiene tal
nivel de estudios, como es el caso de España. Esta limitada
representatividad perjudica tanto a la mayoría de hombres como de
mujeres, que pertenecen a las clases populares.
* Vincenç Navarro
es catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad
Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. Johns Hopkins University
No hay comentarios.:
Publicar un comentario