CIUDAD
DE MÉXICO (apro).- Durante muchos años, para ser más preciso a partir
de 1994, el futuro de México se empeñó en la integración del acuerdo
comercial con Estados Unidos y Canadá. El gobierno dijo que entraríamos
al primer mundo y el beneficio para todos sería alcanzar una vida de
mayor bienestar. Ese sueño nunca se cumplió y hoy se enfrenta a un muro
que Donald Trump piensa levantar y que augura la agudización de una
crisis de profundas consecuencias sociales.
Las versiones de que
el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, habría dejado sólo a
México en una renegociación del Tratado de Libre Comercio con México,
deja literalmente colgado de un precipicio al gobierno de Enrique Peña
Nieto, sin mayores márgenes de transacción que la aceptación o rechazo
de la construcción del muro en la frontera.
En algún momento de su
campaña, Trump aseguró que México pagaría la edificación de ese muro y
que eso sería parte de las renegociaciones de la continuidad del Tratado
de Libre Comercio. Si este argumento se mantiene en las pláticas que
habrán de iniciar los secretarios de Relaciones Exteriores, Luis
Videgaray, y de Economía, Idelfonso Guajardo, con el gobierno
estadounidense el final de este acuerdo comercial ya está cantado.
La
posibilidad de que se cancele este acuerdo ha cimbrado a la mayor parte
de la sociedad mexicana que mira cómo al mismo tiempo que se derrumban
los planes de un mercado sin barreras, se comienza a levantar un muro de
la ignominia que nos lleva a los viejos tiempos en los cuales los
imperios se protegían de sus enemigos con muros gigantescos.
México
llega así a la mesa de renegociaciones en Washington con un gobierno
débil, sin apoyo de las mayorías, sin un plan de contingencia y atado de
manos.
Las cuentas que darán Videgaray y Guajardo del encuentro
con el gobierno de Trump no serán nada halagüeñas para la sociedad
mexicana en general y para los exportadores e importadores en
particular.
La terminación del acuerdo comercial con Canadá y
Estados, así como el anuncio de Trump de empezar la construcción del
muro en la frontera y aplicar una ley migratoria de expulsión de los
mexicanos radicados en suelo norteamericano tendrán un impacto
económico, financiero, comercial y social para todo el país.
Esto
repercutirá directamente en una disminución de las remesas que envían
los mexicanos que trabajan en Estados Unidos que en noviembre pasado se
estimaron en dos mil 362.9 millones de dólares, monto superior en
24.67% respecto al registrado en 2015.
También en las
exportaciones mexicanas, que el año pasado aumentaron al pasar de un
14.0% en el primer semestre del 2015 a 14.6% en el mismo periodo del
2016. México y Estados Unidos comercian un millón de dólares por minuto.
Estados
Unidos es el primer mercado para las exportaciones mexicanas con una
participación de 77.6% y es el primer proveedor de México con un total
de 49.9%. México, por su parte, ocupa el tercer lugar en el comercio de
Estados Unidos con un total de 12.9%, detrás de Canadá y China.
Ese
mundo del intercambio comercial se verá trastocado con el fin del
Tratado de Libre Comercio y ante este escenario, el gobierno de Enrique
Peña Nieto no tiene un plan de contingencia y, mucho menos, una
estrategia de reparación de daños.
El único camino que queda y
que ninguno de los últimos cinco gobiernos ha hecho, incluyendo el
peñista, es impulsar y fortalecer el mercado interno, recuperar la
credibilidad en las instituciones y concretar la transición a la
democracia que no se logró en el año 2000. Sólo así se podrá amortiguar
un poco el impacto de la llegada de los aires imperialistas de Donald
Trump.
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