Por Tanya O’Carroll, Asesora en Tecnologia y Derechos Humanos (@TanyaOCarroll) / Amnistía Internacional
Es un
día soleado de invierno y estamos sentados frente a una mesa de
plástico en una cafetería del centro de Ciudad de México, el lugar
elegido por Alberto. Se inclina hacia su ordenador portátil mientras sin
pausa me resume la historia de lo que él llama la “tecnocensura” en
México. Es difícil seguirle el ritmo a Alberto mientras pasa rápidamente
de un sitio web a otro. Los tiene todos bien clasificados en su mente:
“Ya lo ves, soy bastante obsesivo, Tanya”.
Lo
que él llama obsesión podría también denominarse tendencia al detalle y
mucha paciencia. Ambas características son prerrequisitos cuando tu
línea de trabajo consiste en documentar miles de tuits ofensivos que al
juntarse conforman la actividad diaria de las redes orquestadas de trols
en México.
“Es
un problema enorme en México”, me cuenta Alberto. “Un día cualquiera
veo dos o tres trending topics generados por trols. Puede haber entre
1.000 y 3.000 tuits al día. Muchos operan en ‘bandas de trols’
organizadas, que cobran por hacer que un tema se vuelva viral o por
lanzar campañas de difamación o de ataques contra periodistas.”
La
tecnocensura de la que Alberto es testigo en Internet es sencillamente
el frente de una guerra oculta cuyo objetivo es acallar a periodistas y a
las personas que denuncian.
Alberto
sabe de lo que habla. Desde que se convirtió en una piedra en el zapato
de los trols, ha sido objeto de un hostigamiento cada vez mayor y ha
recibido amenazas de muerte.
Por
ejemplo, en septiembre del año pasado, los trols lanzaron una brutal
avalancha de amenazas de muerte contra periodistas y grupos de derechos
humanos en el segundo aniversario de Ayotzinapa, la fecha en la que 43
estudiantes fueron víctimas de desaparición forzada en México.
Con
la frase “el patrón ya dio la orden”, las cuentas de trols publicaron
tuits amenazantes, como éste, enviado al Centro Prodh, una destacada
organización mexicana de derechos humanos. Advertían al personal del
Centro Prodh de que no acudieran a las manifestaciones de Ayotzinapa si
no querían que “su sangre [fuera] derramada”.
Alberto
documentó los ataques e informó a Twitter sobre las cuentas que estaban
detrás de estos. Al cerrarse la cuenta @TercoDJesus, aparecieron otras.
Esta vez, Alberto pasó a ser su objetivo.
Amnistía
Internacional descargó y analizó todos los tuits que usaron “El patrón
ya dio la orden” y halló 2.377 cuentas que tuiteaban con esa etiqueta.
En tan solo dos días, al menos 10 periodistas, personalidades públicas y
grupos de derechos humanos recibieron amenazas de muerte con esas
mismas características.
La toma del control de Twitter en México por trols
Lo que está sucediendo en Internet no es más que un reflejo de lo que sucede fuera de la red en México.
“Desde
que comenzó la guerra contra el narcotráfico en 2006, vivimos el peor
periodo para la libertad de expresión”, dice Alberto.
Según el Comité para la Protección de los Periodistas,
México es uno de los países más peligrosos del mundo para las personas
que ejercen esa profesión. También es un país inmerso en una situación
de crisis para los derechos humanos, manchado por la desaparición de más de 30.000 hombres, mujeres, niños y niñas durante el pasado decenio; la mayoría de estas desapariciones han tenido lugar después de la toma de posesión del actual presidente Peña Nieto en 2012.
La
violencia — y la impunidad que la rodea — ha servido de acicate a una
nueva generación de activistas mexicanos conocedores del mundo digital
que quieren que se rindan cuentas por los abusos contra los derechos
humanos.
Alberto es
uno de ellos. En 2012, comenzó su actividad en el movimiento estudiantil
#YoSoy132, cuyo objetivo era protestar contra las élites políticas de
México durante la campaña presidencial de ese año. Empleando un
seudónimo en Internet, Alberto convocó algunas de esas manifestaciones y
pronto se convirtió en un experto en analizar datos de las redes
sociales a fin de mejorar la eficacia de las labores de organización. Fue en ese momento cuando comenzó a notar una nueva presencia oscura en las redes sociales:
“Al principio, sus tácticas eran poco sofisticadas. Básicamente empleaban robots de spam que inundaban Twitter con miles de tuits automáticos. Eran un fastidio, secuestraban las etiquetas que estábamos usando para organizar protestas y las llenaban de spam y de información falsa”.
A
Twitter le resultó relativamente fácil bloquear los robots de spam.
Ajustando su algoritmo, podía detectar el momento en el que, en una
fracción de segundo, se publicaban cientos de tuits con un contenido
idéntico, y los marcaba automáticamente como “spam”.
Pero
las tácticas empleadas pronto evolucionaron. Los robots automáticos
fueron sustituidos por personas reales que comenzaron a operar las
cuentas, lo que hacía más difícil que Twitter pudiera distinguir entre
robots de spam y verdaderos usuarios.
Y
donde hay demanda hay mercado. Alberto cree que actualmente existe todo
un sector comercial que sustenta a los trols, en el que se paga a
personas para que difundan información errónea e insultos en Internet.
“En realidad, no tienen una agenda política. Se pueden movilizar por cualquier causa por la que les paguen. Les he visto organizarse para promover el nuevo proyecto de reforma energética y presionar contra la propuesta de gravar el azúcar. Al día siguiente, pueden estar trabajando juntos para que una amenaza de muerte se vuelva viral.”
No
es fácil demostrarlo. Uno de los rasgos característicos de los trols es
lo opaco y complicado que resulta averiguar quiénes son. Como un
agujero negro, podemos ver la actividad que los rodea pero en el centro
sigue habiendo un gran punto de interrogación. ¿Cuántas personas hay
detrás de las cuentas? ¿Cómo se organizan?
Lo
poco que sabe Alberto se lo contó una operadora trol arrepentida que,
empujada por un sentimiento de culpa, le contactó en 2014. Confesó haber
cobrado 50.000 pesos la hora (casi 2.500 dólares estadounidenses) por
gestionar 150 cuentas contra las protestas #YaMeCanse en México, que
barrieron el país tras la desaparición de los 43 estudiantes de
Ayotzinapa.
Incluso
Twitter admite enfrentarse a un problema particularmente grave en
México. El equipo de política de la empresa lo describe como una
competición sin fin por llevar tecnológicamente siempre la delantera.
Los trols reajustan sus tácticas y el equipo anti spam de Twitter las
suyas. No obstante, Twitter se muestra reacia a bloquear cuentas que
podrían pertenecer a personas que expresan sus verdaderos puntos de
vista.
Además, un
problema más grave parece ser la dotación de recursos del equipo anti
spam de Twitter. Su respuesta en lo relativo al control de los abusos en
español es, en el mejor de los casos, incompleta. A veces bloquea
rápidamente a los trols, otras tarda días en hacerlo y hay que andar
tras ellos. Otras veces, Alberto simplemente recibe un mensaje que dice
que no se considera que la cuenta haya vulnerado las reglas de Twitter
(en casos en los que los tuits son muy claramente ofensivos).
Posteriormente, pueden decidir suspender o bloquear la cuenta de todas
formas. Al preguntar Twitter sobre por qué y cómo se toman las
decisiones, no hay respuestas. Mientras tanto, sin acciones efectivas
por parte de la empresa, las redes de trols siguen proliferando.
Por
esa razón Alberto se pasa horas al día documentando la actividad de los
trols. Espera poder reunir pruebas suficientes para persuadir a Twitter
de que investigue adecuadamente la toma de control por parte de los
trols de su plataforma en México y diseñe estrategias más efectivas para
combatir los abusos.
De
momento, es como jugar inútilmente a darle al topo. Cada vez que
Alberto denuncia con éxito una cuenta y Twitter la bloquea, aparece
inmediatamente otra con un nombre distinto. Alberto no puede mantener el
ritmo.
Desde amenazas de muerte hasta campañas de difamación
Alberto
repasa una lista de etiquetas de Twitter para mostrarme otro ejemplo.
Elige un trending topic de hace dos semanas: #LosSecretosdeAristegui.
Carmen
Aristegui es una de las periodistas de investigación de mayor renombre,
algo por lo que ha pagado un alto precio. La despidieron dos veces de
la radio nacional y ahora se enfrenta a una demanda civil en la que se
la acusa de difamación por una investigación que llevó a cabo a finales
de 2014 sobre la compra de la vivienda del presidente Peña Nieto. Más
recientemente, el 13 de noviembre de 2016, irrumpieron en su oficina y
se llevaron un ordenador portátil.
Además
de sufrir esas tácticas de represión tradicionales, durante los últimos
años se ha visto expuesta a un nuevo tipo de amenaza: ataques coordinados y masivos de trols que se centran en intimidarla y desacreditarla.
#LosSecretosdeAristegui
se lanzó el 16 de noviembre, después de la publicación de un video en
Facebook en el que se acusaba a la periodista de aceptar dinero del
magnate mexicano de las telecomunicaciones Carlos Slim. El video
fue publicado por una cuenta llamada ElPueblo Informa, que al parecer
se abrió con ese único propósito (no había publicado ningún otro
contenido cuando la comprobamos). Después, las redes de trols lanzaron
una ofensiva en Twitter y en poco tiempo la etiqueta se convirtió en
trending topic.
“No se limitan a Twitter, dependen de todo un ecosistema de falsos sitios web y blogs en México”, me cuenta Alberto. “Así es como generan historias falsas y crean trending topics a partir de ellas.”
Sentado
en la cafetería, Alberto descarga 5.109 de los tuits asociados a la
etiqueta #LosSecretosdeAristegui y utiliza un programa llamado Gephi
para analizar patrones. Gephi identifica grupos estrechamente
coordinados dentro de la red (normalmente porque se retuitean o
mencionan los unos a los otros). Los trols son reconocibles porque
generalmente son parte de una estrecha red de seguidores (todos se
siguen entre ellos) y a menudo siguen a menos cuentas que los usuarios
reales. Cuando Alberto identifica una red, analiza algunas cuentas y
tuits individuales para confirmar que se trate de trols.
Captura
de pantalla del ordenador portátil de Alberto con
#LosSecretosdeAristegui vistos en Gephi: hay cuatro redes activas para
esta etiqueta. Los seguidores de Aristegui aparecen en verde. El grupo
negro corresponde a la misma red de trols que profirió amenazas de
muerte contra activistas y periodistas con la etiqueta
#ElPatronYaDiolaOrden.
Entre
los diversos patrones visibles en la etiqueta, Alberto reconoce a un
grupo de trols autodenominado Legión Holk (el grupo negro supra). La
Legión Holk se jacta de lanzar etiquetas ofensivas en México, y ha
atacado a Aristegui en el pasado. Una cuenta que dice ser administradora
de la Legión Holk — @LeHolker2 — pidió ayuda para convertir
#LosSecretosdeAristegui en trending topic (el tuit original ya se ha
eliminado, pero las respuestas siguen estando visibles).
Se
unieron otras cuentas y vertieron contra Carmen Aristegui amenazas de
muerte similares a las de la oleada de ataques de El Patrón Ya Dio La
Orden.
Desde
su despido de una emisora nacional de radio, Carmen Aristegui ha
dirigido un portal informativo independiente en Internet. Hablé con su
equipo, que estimó que cada gran ataque orquestado de los trols
disminuía su capacidad de trabajo entre un 20 y un 50%, porque que el
personal tenía que ocuparse de responder al ataque. En sus propias
palabras:
“Cuando somos equipos pequeños, el hecho de que una mano se dedique a esto, distraída por lidiar con los ataques, hace que la producción de contenido pierda calidad, y al final acaba afectando a la producción de las noticias, de la información y de las investigaciones sobre las que estamos trabajando; es un impacto indirecto pero real, finalmente muy real.”
No
se trata sólo de Aristegui. Los trols se han organizado una y otra vez
contra destacadas voces críticas en México. Este tipo de campañas de
difamación pueden parecer más suaves que las amenazas de muerte, pero
pasan factura a activistas y periodistas. Al crear una cadena de
escándalos, estas tácticas socavan su credibilidad y desvían la atención
de los problemas que denuncian con su trabajo.
Entonces, ¿qué se puede hacer?
Está
claro que este problema no va a desaparecer. Los trols siguen
evolucionando y sorteando con facilidad las trabas del equipo anti spam
de Twitter. Alberto está preocupado por el papel que desempeñarán
durante las elecciones de México en 2018.
Si
Amnistía Internacional es capaz de identificar las redes de trols, es
evidente que Twitter también puede hacerlo. Y Twitter tiene acceso a
muchos más datos para identificar patrones en sus actividades. Esta
empresa puede y debe hacer más. No sólo es cuestión de invertir más
recursos, también debe localizar sus estrategias. Al ser una empresa
estadounidense, con una gran proporción de sus ingresos y usuarios en
mercados de habla inglesa, descuida su plataforma de habla española. El
resultado es la toma del control por parte de los trols.
Si
Twitter no actúa, personas como Alberto se verán obligadas a llevar a
cabo la labor de documentar y denunciar a los trols. Y ese trabajo le
sitúa en una situación de riesgo.
Alberto
concluye la entrevista. Tiene que ir corriendo a otra reunión, esta vez
con el Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos
Humanos y Periodistas, del gobierno. Le acaban de informar que el Estado
ha renovado las “medidas de protección” dictadas en su favor por todas
las amenazas de muerte que recibe.
“Se necesita albergar una profunda esperanza y puede que tener un cierto grado de locura para seguir trabajando sobre este tema en México y esperar que algo cambie. Todos mis amigos que siguen publicando dicen lo mismo. Nos arriesgamos porque estamos lo suficientemente locos como para creer que esto va a cambiar.”
Justo antes de cerrar su ordenador portátil, me muestra una última cosa.
“Mira, los trols se han puesto manos a la obra. Puedes verlos en tiempo real”.
En
la pantalla de su ordenador, pequeñas líneas parpadeantes se expanden y
se conectan, se extienden en segundos hasta que una amenazadora nube
gris ondulante llena la pantalla y va mutando mientras aparece una nueva
ola de tuits.
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