R. Aída Hernández Castillo*
El 21 de enero pasado
fuimos testigos de una de las movilizaciones más grandes en la historia
reciente de Estados Unidos. Más de medio millón de personas marcharon
por las calles de Washington para recordar al presidente Donald Trump
que sus políticas racistas, misóginas y xenófobas no van a ser aceptadas
pasivamente. Respondiendo al llamado de una heterogénea coalición de
organizaciones feministas y de mujeres de color, cientos de miles de
mujeres y hombres de distintas regiones del país del norte viajaron a la
capital de Estados Unidos a manifestar su rechazo al nuevo gobierno;
paralelamente hubo manifestaciones en 670 ciudades a todo lo largo y
ancho del país. El llamado cruzó fronteras, realizándose actos paralelos
en otras 70 ciudades del mundo, desde la Ciudad de México hasta Tel
Aviv.
A diferencia de las marchas feministas de las décadas de los 60 y 70
del siglo XX, que estuvieron hegemonizadas por una agenda liberal de
derechos y encabezadas por feministas blancas de clase media, estas
movilizaciones se caracterizaron por ampliar los llamados
asuntos de las mujeres. Los principios de unidad que circularon por las redes sociales en la Declaración de la Marcha de Mujeres de Washington partían de tres demandas fundamentales: justicia de género, justicia racial y justicia económica (ver). La senadora afroindiaestadunidnese Kamala Harris criticó en su discurso las perspectivas limitadas de los
asuntos de las mujeres, desglosando cómo la economía, la seguridad nacional, la salud y la educación son todos
asuntos de las mujeres, que están en peligro con las perspectivas empresariales, privatizadoras y militaristas de la nueva administración.
La misoginia que caracterizó la campaña electoral de Donald Trump,
incluyendo el ofensivo video en que literalmente hablaba de cómo
agarraba la vagina(grab the pussy) de las mujeres con las que trabajaba, no tiene precedente en ningún otro proceso electoral, ni en las peores épocas del conservadurismo estadunidense. Paralelamente, el ahora presidente anunció sus intenciones de criminalizar el aborto e incluso encarcelar a las mujeres que interrumpan voluntariamente su embarazo. A estas violencias se añaden los peligros de nuevas violencias estructurales contra las mujeres que pondrán en peligro los logros alcanzados en las últimas décadas.
Desde esta perspectiva, el racismo institucional que ha posibilitado
la violencia policial hacia la comunidad afroestadunidense y latina es
una preocupación feminista. La presencia de las madres del movimiento
Black Lives Matter en la vanguardia de la marcha así nos lo recordó. Las
mujeres de los barrios pobres de Estados Unidos sufren la violencia
policial que asesina a sus hijos y las criminaliza. La Declaración de la Marcha denuncia
un aumento de 700 por ciento en las mujeres encarceladas de 1980 a la
fecha. Donald Trump ha anunciado que aumentará la presencia policial en
los barrios pobres y no permitirá
abusos contra la policía
La explotación económica y violencia contra los migrantes indocumentados también es una preocupación feminista.
Ningún ser humano es ilegal, coreaban las participantes en la marcha. La niña Sofía Cruz, hija de padres indocumentados mexicanos, tomó la palabra con un discurso conmovedor en el que llamó a luchar por lo que es justo.
Las mujeres son el muro y Trump va a pagar, se leía en algunas pancartas de la marcha, anunciando que las mujeres están dispuestas a ser un muro de contención contra la xenofobia de Trump, quien ha anunciado que deportará a más 3 millones de indocumentados.
La académica y activista afroestadunidense Angela Davis nos recordó
que el colonialismo, el militarismo y la expansión del complejo
industrial penitenciario son también preocupaciones feministas. La
participación de empresarios de la industria de hidrocarburos en el
gabinete de Trump anuncia nuevos retos para los pueblos nativoamericanos
cuyas tierras continúan colonizadas por las trasnacionales petroleras,
como es el caso de la nación Hunkpapa Lakota, en Standing Rock.
La destrucción de la naturaleza y el calentamiento global son también
preocupaciones feministas. Miles de mujeres se han visto desplazadas
por los desastres naturales provocados por el cambio climático o tienen
que caminar kilómetros para encontrar agua a causa de las sequías. Al
respecto, la declaración de la marcha señala:
Creemos que el medio ambiente y el clima deben de ser protegidos, y que la tierra y los recursos naturales no deben ser explotados por la codicia y los intereses corporativos, especialmente poniendo en riesgo la seguridad y la salud.
Esta agenda feminista, que reconoce la intersección de múltiples
exclusiones que marcan la vida de las mujeres en Estados Unidos y en el
mundo entero, ha convocado a múltiples movimientos sociales, así como a
ciudadanos y ciudadanas que no reconocen la legitimidad del nuevo
presidente. Han sido las mujeres afroestadunidenses, musulmanas,
chicanas, lesbianas, transgénero, indocumentadas, discapacitadas, ex
militares, obreras, indígenas, universitarias, activistas, las que se
han convertido en la conciencia estadunidense. Sus voces anuncian que
Donald Trump no podrá cumplir tan fácilmente sus amenazas de dar marcha
atrás a los logros alcanzados por el movimiento feminista y las acciones
por los derechos civiles.
* Investigadora del Ciesas.
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