2/24/2019

Félicité



Foto
▲ Fotograma de la cinta de Alain Gomis
Madre coraje congolesa. Con toda la atención colocada hoy en la entrega de los óscares hollywoodenses, suerte de máxima certificación del cine que mejor aprecia la mayoría de espectadores, resulta un tanto comprensible que pase inadvertido el estreno de Félicité, una estupenda cinta de producción franco-senegalesa, dirigida por Alain Gomis (L’Afrance, 2001; Aujourd’hui, 2013), y ganadora del Oso de Plata, Gran Premio del Jurado, en la Berlinale de 2017. Tal vez el estilo artístico muy libre del realizador francés de origen senegalés, que combina aspectos de realismo muy crudo con imágenes oníricas, saltos temporales y elipsis audaces, a partir de una anécdota muy sencilla cuyo desarrollo tiene una duración de poco más de dos horas, desconcierte a un público acostumbrado a ritmos ágiles y a estrategias narrativas más convencionales. Posiblemente presentar también a la actriz congolesa Véro Tshanda Beya, de apariencia ruda y trato poco amigable, aunque desborda una sensualidad exuberante, en el papel central de Félicité, la madre que ha roto todo lazo con un marido machista e irascible para educar sola a su hijo adolescente, no se ajuste del todo a una estricta y muy rentable corrección política. Si a eso se añade que en lugar de filmar en un fotogénico Senegal, el director haya elegido como escenario los suburbios más inhóspitos de Kinsasa, capital populosa de la República Democrática del Congo, territorio subsahariano prácticamente olvidado por el cine y mejor conocido por los estragos de la miseria y las epidemias del ébola y el sida, resulta temerario atribuir de entrada un atractivo estético y moral a la historia. Sin embargo, Alain Gomis gana holgadamente su apuesta artística.
Sin ser una cinta declaradamente feminista, el retrato que elabora de una mujer independiente, cantante en un bar de mala muerte, capaz de todo para conseguir el dinero indispensable para la operación de su hijo víctima de un accidente en motocicleta y amenazado de perder una extremidad inferior, resulta muy emotivo sin tener que recurrir al miserabilismo ni al chantaje sentimental. Para lograr su propósito, Félicité se enfrenta con energía y determinación implacable a un sistema sanitario burocrático y corrupto que coloca el lucro muy por encima de toda vocación asistencial verdadera. La madre coraje solicita o exige a gritos la ayuda que muy pocos le ofrecen y la mayoría le escatima, se encuentra dispuesta incluso a humillarse frente a hombres ricos que primero la desprecian y luego le ofrecen, por lástima, migajas de caridad. También debe recurrir a su ex pareja conyugal, cuyo viejo resentimiento por haber sido abandonado tiene ahora como equivalente la triste soberbia de un pobre diablo. Los personajes masculinos semejan así emblemas de las autoridades tiránicas y prepotentes que ha padecido el Congo democrático en el pasado, como la del dictador Mobutu Sese cuando el país llevaba el nombre de Zaire. Entre todos esos hombres emerge, providencialmente, la figura de Tabu (Papi Mpka), un tosco bebedor mujeriego capaz de una empatía y solidaridad generosa con los infortunios de Félicité, la mujer inasible y libre. La reunión accidentada de estos dos personajes resume toda la fuerza y gracia de esta película.
Una mención especial merece la banda sonora, la yuxtaposición de ritmos populares y música clásica que incluye un coro de aficionados como vaivén original entre la sensualidad de la carne y el recogimiento del espíritu en un insalubre territorio urbano donde la violencia aflora en cada esquina. De las barriadas polvorientas de Kinsasa surge ese pequeño relato intimista que pronto se convierte en crónica social de las injusticias de género y las mezquindades administrativas en una de las regiones más abandonadas del mundo. Es difícil imaginar, en tal contexto, una personalidad menos compleja y una indignación menos tenaz que la de la Félicité, madre de todas las batallas y dueña insumisa de sus goces corporales, tan portentosamente interpretada por una Véro Tshanda Beya de inmediato reconocida en festivales como Mamá
África.
Se exhibe en la sala 7 de la Cineteca Nacional las 14:15 y 21 horas.
Twitter: Carlos.Bonfil1

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