Carlos Bonfil
▲ Fotograma de la cinta de Alain Gomis
Madre coraje congolesa. Con
toda la atención colocada hoy en la entrega de los óscares
hollywoodenses, suerte de máxima certificación del cine que mejor
aprecia la mayoría de espectadores, resulta un tanto comprensible que
pase inadvertido el estreno de Félicité, una estupenda cinta de producción franco-senegalesa, dirigida por Alain Gomis (L’Afrance, 2001; Aujourd’hui,
2013), y ganadora del Oso de Plata, Gran Premio del Jurado, en la
Berlinale de 2017. Tal vez el estilo artístico muy libre del realizador
francés de origen senegalés, que combina aspectos de realismo muy crudo
con imágenes oníricas, saltos temporales y elipsis audaces, a partir de
una anécdota muy sencilla cuyo desarrollo tiene una duración de poco más
de dos horas, desconcierte a un público acostumbrado a ritmos ágiles y a
estrategias narrativas más convencionales. Posiblemente presentar
también a la actriz congolesa Véro Tshanda Beya, de apariencia ruda y
trato poco amigable, aunque desborda una sensualidad exuberante, en el
papel central de Félicité, la madre que ha roto todo lazo con un marido
machista e irascible para educar sola a su hijo adolescente, no se
ajuste del todo a una estricta y muy rentable corrección política. Si a
eso se añade que en lugar de filmar en un fotogénico Senegal, el
director haya elegido como escenario los suburbios más inhóspitos de
Kinsasa, capital populosa de la República Democrática del Congo,
territorio subsahariano prácticamente olvidado por el cine y mejor
conocido por los estragos de la miseria y las epidemias del ébola y el
sida, resulta temerario atribuir de entrada un atractivo estético y
moral a la historia. Sin embargo, Alain Gomis gana holgadamente su
apuesta artística.
Sin ser una cinta declaradamente feminista, el retrato que elabora de
una mujer independiente, cantante en un bar de mala muerte, capaz de
todo para conseguir el dinero indispensable para la operación de su hijo
víctima de un accidente en motocicleta y amenazado de perder una
extremidad inferior, resulta muy emotivo sin tener que recurrir al
miserabilismo ni al chantaje sentimental. Para lograr su propósito,
Félicité se enfrenta con energía y determinación implacable a un sistema
sanitario burocrático y corrupto que coloca el lucro muy por encima de
toda vocación asistencial verdadera. La madre coraje solicita o exige a
gritos la ayuda que muy pocos le ofrecen y la mayoría le escatima, se
encuentra dispuesta incluso a humillarse frente a hombres ricos que
primero la desprecian y luego le ofrecen, por lástima, migajas de
caridad. También debe recurrir a su ex pareja conyugal, cuyo viejo
resentimiento por haber sido abandonado tiene ahora como equivalente la
triste soberbia de un pobre diablo. Los personajes masculinos semejan
así emblemas de las autoridades tiránicas y prepotentes que ha padecido
el Congo democrático en el pasado, como la del dictador Mobutu Sese
cuando el país llevaba el nombre de Zaire. Entre todos esos hombres
emerge, providencialmente, la figura de Tabu (Papi Mpka), un tosco
bebedor mujeriego capaz de una empatía y solidaridad generosa con los
infortunios de Félicité, la mujer inasible y libre. La reunión
accidentada de estos dos personajes resume toda la fuerza y gracia de
esta película.
Una mención especial merece la banda sonora, la yuxtaposición de
ritmos populares y música clásica que incluye un coro de aficionados
como vaivén original entre la sensualidad de la carne y el recogimiento
del espíritu en un insalubre territorio urbano donde la violencia aflora
en cada esquina. De las barriadas polvorientas de Kinsasa surge ese
pequeño relato intimista que pronto se convierte en crónica social de
las injusticias de género y las mezquindades administrativas en una de
las regiones más abandonadas del mundo. Es difícil imaginar, en tal
contexto, una personalidad menos compleja y una indignación menos tenaz
que la de la Félicité, madre de todas las batallas y dueña insumisa de
sus goces corporales, tan portentosamente interpretada por una Véro
Tshanda Beya de inmediato reconocida en festivales como Mamá
África.
Se exhibe en la sala 7 de la Cineteca Nacional las 14:15 y 21 horas.
Twitter: Carlos.Bonfil1
No hay comentarios.:
Publicar un comentario