2/28/2019

Valentín Campa

Abraham Nuncio

Es extraño que en un país donde los trabajadores somos mayoría no encontremos el correlato de nuestro ser social en símbolos donde veamos sintetizadas nuestras aspiraciones, luchas y conquistas en tanto que generadores de la riqueza social.
Ahora, en el nuevo clima político, el diputado perredista Iván García Solís presentó la iniciativa de inscribir con letras de oro en el Muro de Honor del Palacio Legislativo de San Lázaro el nombre de un trabajador cuya biografía condensa la defensa de las causas más extendidas y de mayor calidad humana en nuestro país: Valentín Campa.
El propio Valentín –como lo llamamos sus compañeros– tal vez se habría opuesto a la iniciativa. Es válida, sin embargo. Precisamente para recordar que si hubo un liderato congruente con los actos de la clase obrera de la que fue guía ejemplar, ese fue el de Valentín Campa Salazar. Y éste, por lo que significa desde una dimensión histórica y moral, debe ser motivo de reconocimiento.
A veces no queda sino juzgar por el contraste. En Monterrey existe una avenida de intensa vialidad con el nombre de Fidel Velázquez, y en un punto de la misma se erige la estatua del hombre que por muchos años dirigió, en términos de cacique, la Confederación de Trabajadores de México (CTM). Bajo el título de pacto histórico con el Estado, el líder absoluto de esta central fue entregando los contratos colectivos, y por tanto los intereses de los trabajadores, a los patrones en todo el país. Cuando el gobierno de Alfonso Martínez Domínguez procedía a erigir esa estatua, Bernardo Garza Sada, el presidente de Alfa, dijo algo que no dejaba lugar a duda: Don Fidel merece no una sino muchas estatuas. Se cumplía el principio del refrán: Dime quién te aplaude y te diré a quién sirves. Finalmente, la CTM se convirtió en una mafia de empresarios que se ostentan como sus dirigentes. Esa investigación valdría la pena hacerla: analizar con detenimiento la condición de los dirigentes cetemistas en cada uno de los estados. Lo más probable es que se confirmaran las bases por las cuales la CTM, al igual que la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC), fue expulsada de la Confederación Sindical Internacional. Es decir, el haber atropellado los principios y derechos de los trabajadores y de sus organizaciones laborales convertidas ya en sindicatos blancos o decididamente apatronados.
Protagonista del movimiento obrero desde su juventud, Campa fue uno de los principales promotores del sindicalismo en México. Con este carácter participó en varias organizaciones sindicales previas a la constitución de la CTM con un sentido de unidad, pero también de autonomía en relación con el Estado. De aquí su ruptura con el grupo de los llamados Cinco Lobitos, uno de ellos Fidel Velázquez, que al cabo se hicieron de la dirección de la naciente central. La causa no fue otra que su tendencia a plegarse al Estado bajo el gobierno de Lázaro Cárdenas.
Más tarde y por razones similares rompió con el Partido Comunista, del que era miembro destacado. Stalin, como jefe del Partido Comunista de la Unión Soviética (el famoso PCUS) y jefe también del Estado socialista de la URSS, había establecido la línea de la unidad a toda costa con el gobierno cardenista, por medio del Partido Comunista de Estados Unidos, liderado por Earl Browder.
Esas dos cuestiones son las que Valentín Campa rechazó: la ausencia de autonomía sindical y partidaria y la unidad prácticamente forzosa con un gobierno reformador, pero capitalista. Son cuestiones que no se han comprendido y menos practicado. México ha tenido gobiernos revolucionarios, pero capitalistas y reformadores. No por otra razón sino porque representan, en lo fundamental, al Estado capitalista. Y el Estado capitalista, en sus logros de mayor igualdad y democratización, siempre tenderá a la desigualdad y a la mayor concentración de la riqueza; por tanto, a reprimir las expresiones políticas que puedan poner en peligro esta tendencia.
Sin autonomía y el respeto a su ejercicio, los sectores y clases con menor capacidad de ingreso resultarán, ineluctablemente, lesionados en su economía y en su capacidad de incidencia política frente al Estado capitalista. No por nada López Obrador ha señalado la enorme pérdida de capacidad adquisitiva del salario y su intento de remediarla. Esta pérdida la ha atribuido al periodo neoliberal. Pero lo ha hecho desde la dimensión de un gobierno antineoliberal, pero capitalista.
Por ello es indispensable tener presente la memoria de hombres como Valentín Campa.

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