En las pasadas tres décadas
México ha destacado en materia económica, pero para mal. Como bien
advierte el presidente Andrés Manuel López Obrador, acumula 30 años con
un crecimiento anual promedio de 2 por ciento,
y si descontamos el incremento poblacional, el resultado es de cero. Somos de los países con menor crecimiento económico en el mundo, y esto no se justifica porque tenemos mucho potencial económico.
En la presentación del Consejo para el Fomento a la Inversión, el
Empleo y el Crecimiento Económico, López Obrador destacó que si hay
crecimiento hay empleo, si con éste hay bienestar, lo que va de la mano
de la paz y la tranquilidad en el país.
Y su gobierno, dijo, piensa
en el progreso con justicia, porque el progreso sin justicia suele ser retroceso; se necesitan los dos pies: el del crecimiento económico y el del bienestar. Si sólo se apuesta al crecimiento y no hay bienestar, es un proceso sin equilibrios, algo no recomendable. Nos queda cojo el propósito de que haya desarrollo y bienestar.
Dentro de ese concepto destaca la urgencia de impulsar el sector
industrial mexicano, el cual ha permanecido en el sótano durante
muchísimo tiempo, con resultados por demás enclenques. Por ejemplo, de
acuerdo con cifras del Inegi, en siete meses de 2018 la actividad
industrial registró caída; en cuatro, crecimiento de entre 0.1 y 0.3 por ciento, y en sólo uno –septiembre– con alza de 1.2, únicamente para caer 1.7 en el mes siguiente.
Por ello, el Instituto para el Desarrollo y el Crecimiento Industrial
–de cuyo análisis se toman los siguientes pasajes– subraya que la
sociedad mexicana enfrenta la consecuencia de no contar con una
estrategia de política industrial activa durante los pasados 30 años.
En ese periodo y por la citada carencia se registra un modesto
crecimiento económico, inequidad, pobreza, baja competitividad y
productividad, que además se presentan en las entidades que tienen el
menor desarrollo industrial en el país.
Al mismo tiempo, los sectores y regiones que instrumentaron una
estrategia exitosa enfrentan nuevos retos que amenazan el beneficio
social y económico generado: inseguridad pública; bloqueos a las vías de
comunicación; fragilidad del estado de derecho; competencia desleal de
algunos países que no respetan el marco legal establecido ante la
Organización Mundial de Comercio y los acuerdos firmados directamente
con México; proteccionismo; falta de financiamiento, y aplicación de
normas que no se exigen a productos importados y encarecimiento de
energéticos. Estos son algunos de los casos más relevantes que afectan
el correcto desempeño de la industria nacional.
La industria mexicana muestra uno de los elementos de la economía que
requiere un nuevo planteamiento que permita mejorar su desempeño, es
decir, una política de desarrollo industrial que abone al crecimiento
del país, así como a la generación de mayor inversión y empleos, y con
ello de bienestar para la sociedad.
En ese sentido, la industria presenta el desafío de generar mayor
crecimiento; el bajo desempeño mostrado en años recientes es señal del
abandono que se tuvo de la política de fomento industrial, lo cual
resulta paradójico para un país exportador de manufacturas.
El resultado se fue deteriorando: en el sexenio de Zedillo el
crecimiento de la industria fue de 3.5; con Fox, 1.4; con Calderón, 0.5,
y con Peña Nieto, 0.7, aun con todas las reformas estructurales y la
ausencia de una crisis económica generalizada en el país.
Urge revertir la historia de magro crecimiento en la industria y
aportar al desarrollo generalizado del país. Por ello, México requiere
una estrategia diferente, una política económica que incremente sus
capacidades productivas y competitivas, que revierta el escaso
crecimiento y con ello impulse el bienestar social.
Las rebanadas del pastel
¿Cómo fue que Petróleos Mexicanos dejó de ser una empresa
altamente rentable y su nivel de inversión se desplomó? La Auditoría
Superior de la Federación lo resume en tres palabras: reforma energética peñanietista.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario