Lo más lógico es que el mando real, el operativo, quede en manos de militares, quienes serán su principal componente.
Formalmente los batallones de la Policía Militar y los de la Policía Naval, así como los agrupamientos de la Policía Federal y los nuevos reclutas que serán adiestrados por el Ejército, estarán bajo mando civil, el del secretario de Seguridad y Protección Ciudadana (SSyPC), Alfonso Durazo.
Pero si algo han demostrado los 12 años de combate a la delincuencia organizada es que los militares no están dispuestos a quedar bajo las órdenes de los civiles.
Ese fue el motivo por el que no pudo crearse la Gendarmería Nacional en el sexenio pasado, y uno de los que originó la confrontación entre el exsecretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, y el jefe del Ejército, el general ahora retirado Guillermo Galván, durante el gobierno de Felipe Calderón.
Es impensable que el mando operativo de las tropas quede en un civil. Pero también es seguro que los efectivos castrenses seguirán respondiendo al Ejército y a la Marina.
Sobre todo, porque en la SSyPC el control quedó fragmentado en los distintos grupos en los que el presidente Andrés Manuel López Obrador dejó el tema de seguridad.
El secretario Alfonso Durazo quedó en medio de esos grupos. Lo que se perfilaba como una secretaría poderosa, acabó en una institución atomizada.
La sombra más pesada que tiene Durazo es la del general retirado Audomaro Martínez, el militar que acompañó a López Obrador en sus incursiones presidenciales desde 2006, y que ahora está a cargo del Centro Nacional de Inteligencia (CNI).
Pero, sobre todo, este militar de Caballería es a quien el general de la misma arma, Luis Crescencio Sandoval, le debe mucho por haber llegado a la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena). Es decir, el flujo de información será directo entre los militares del CNI y la Sedena, sin que pase necesariamente por las manos del titular de la SSyPC.
El contrapeso que podrían tener los generales es el del secretario general del CNI, José Ángel Ávila, una pieza no de Durazo, sino del secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard.
En el caso de los efectivos de la Policía Federal, que no son pocos entre los miles de efectivos de lo que fueron las divisiones de Fuerzas Federales y Fuerza Regional, el control lo tiene el viejo policía Arturo Jiménez Martínez, hombre cercano al titular de la Fiscalía General de la República, Alejandro Gertz Manero.
Jiménez, conocido como “Apolo”, fue el último jefe de la Policía Federal de Caminos hasta que ésta se integró a la Policía Federal Preventiva (PFP), en el gobierno de Ernesto Zedillo, y luego fue la Policía Federal en el de Calderón.
Jiménez y Gertz Manero trabajaron juntos cuando el ahora fiscal fue el primer titular de la Secretaría de Seguridad Pública federal.
Además del CNI, el otro gran insumo de información para la Gendarmería Nacional tendría que ser la Plataforma México, pero ésta quedó en manos de otro operador de Marcelo Ebrard, Jesús Valencia, el exdelegado de Iztapalapa cuya gestión (2012-2015) quedó marcada por usar camionetas de contratistas de la ahora alcaldía.
Celebrada por la unanimidad con que fue aprobada en el Senado, la Guardia Nacional podría convertirse en la disputa perfecta en el gobierno del gobierno de López Obrador. A menos, claro, que el presidente imponga a los militares sólo para que transite su gobierno. Lo que siga, le tocará a su sucesor, según lo aprobado hasta ahora.