2/24/2019

La canción del inmigrante/II

Jazz

Más allá de su genio artístico, de ese inusual poder en la guitarra que con tanta facilidad enlaza las raíces con las rutas del porvenir, o de la vena poética de su voz y sus decires, Todd Clouser mantiene un sorprendente, asombroso, ritmo de trabajo, ya en solitario, ya con A Love Electric, gracias a esa capacidad de organización y logística, que tanto contrasta con su relajada personalidad.
Hace nueve años, cuando recientemente presentaba el disco A Love Electric (todavía vivía en Misuri y no existía el grupo A Love Electric), Todd viene a México. “El título del disco fue un poco inspirado por A Love Supreme, de Coltrane; en esa época estaba escuchando mucho su música… y también era una época de muchos cambios personales, necesitaba sentir y comunicar algo optimista, y me gustó esa frase para comunicar y sentir esa época de nueva vida personal. Fueron varios cambios: me quedé a vivir en México, dejé de tomar, la fiesta y esas cosas.”
Un año después forma el grupo A Love Electric, con Aarón Cruz en el bajo, Hernán Hecht en la batería y Mark Aanderud al piano, pero después del primer disco, Mark se va a vivir a Barcelona y el trío continúa, hasta la fecha, recorriendo el mundo entero con su propuesta de rock jazz.
Le preguntamos a Todd por qué decidió radicar en México: “Por muchas cosas. Para mí fue muy obvio realmente cuando conocí a Hernán y a Aarón… de hecho, cuando vino a tocar con nosotros, Steve Bernstein me dijo: ‘Ahí está tu banda, esa es una banda con identidad.’ Esto es lo que siempre busqué. Fue por la relación con Hernán y Aarón a nivel musical y personal. Tuve esta gran oportunidad y necesitaba explorarla. Y Aarón sabía de un departamento en el mismo edificio donde él vive y me dijo que podía rentarlo. Vine a Ciudad de México, empecé a tocar con otros músicos; tuve la fortuna de girar un poco por Chiapas, por Oaxaca, fui a Tijuana… y me enamoré de México y con los músicos de aquí.”
Del nuevo disco que acaba de lanzar en enero pasado, Permanent Inmigrant, nos dice: “Es otra colección de canciones, es un disco… no sé si más pesado, pero un poco con referencias a King Crimson; saldrá una canción cada mes durante el año, y más adelante lanzamos la producción completa con una presentación en el Teatro de la Ciudad.”
Entre la pléyade de músicos que decidieron quedarse a vivir entre nosotros, Gabriel Puentes nos llama particularmente la atención, pues no sólo se trata de un auténtico virtuoso de la batería (y mira que esto del virtuosismo no es fácil de endosar, pues va mucho más allá de la mera técnica instrumental), es también una de las personas que mejor entiende y atiende los conceptos en la historia de la música toda y del jazz en particular.
Gabriel vino de Chile hace 19 años y desde entonces es uno de los músicos más buscados y respetados del medio. “Yo llegué para quedarme unos meses a chambear en algo específico –nos comenta el maestro cuando le preguntamos los porqués–, y una vez en México empecé a conocer a algunos de los músicos que alimentaban la escena, y me di cuenta de que había algunos de un muy alto nivel, tocando un jazz increíble, haciendo música interesante de todas partes, y por eso como que me fui quedando, no fue que decidiera ‘ah, me voy a quedar’, sino que me así fue y aquí estoy.”
El año pasado Gabriel presentó No somos dos, un segundo disco como líder de proyecto, a dúo con el pianista argentino Leo Genovese (con quien también grabó Simple en 2010). “Es un disco muy personal, muy transparente. El ingeniero le apretó ‘grabar’, y… hasta que no le hicimos la señal de parar. Lo que hay es una improvisación de 50 minutos, en la cual los sonidos nos va llevando a diferentes ambientes y paisajes musicales que incluyen también un par de temas: una balada de Wayne Shorter y un tema de folclor sudamericano, y al final hay una balada de Eubie Blake. Pero realmente no nos pusimos de acuerdo en nada, simplemente fue ‘toquemos’”.
Este segundo disco es prácticamente una extensión de lo que íbamos platicando en el carro camino al estudio –nos agarró un tráfico de dos horas, y por eso en vez de dos horas y media para grabar, tuvimos una. Pero llegamos y simplemente, sin decir nada, nos pusimos a tocar. No hubo tiempo de nada, sólo nos pusimos a tocar.
El Simple era un poco más premeditado, pero… de simple no tiene nada, empieza con Blues Connotation de Ornette y termina con Blues Connotation de Ornette, en otra versión; tiene improvisaciones un poquito dirigidas y otras que son completamente libres; también hay piezas de Monk, Shorter, Sam Rivers y algo dedicado a Nicanor Parra, héroes que uno tiene.

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