Quinto Poder
Por: Argentina Casanova*
Papá, si matamos a todos los delincuentes, malos y ladrones ¿quedaríamos sólo los buenos?
-No hijo, entonces quedaríamos sólo los asesinos.
Anónimo.
México afronta una grave crisis moral y ética en la que lo mismo nos
vemos envueltas las mujeres que los hombres, los pobres como los ricos,
la gente con educación formal como la que no, es decir involucra un
dilema derivado de la grave crisis de inseguridad y la social agudizada
en los últimos 20 años, y es confundir la venganza con la justicia,
llevando al país a ser un territorio de masacres celebradas en lo ajeno
de los “otros” y en duelo en lo íntimo para los propios.
Difícil de entender cómo llegamos a ese punto, pero lo ocurrido en
Tlahuelilpan y la predisposición a no mirar la tragedia en tanto ésta no
nos toque, en centenares de personas a las que jamás le interesó el
prójimo hasta que la tragedia y la muerte les tocó a un integrante de su
familia, y entonces el odio minó todo lo abarcable en un campo fértil
de egoísmo y falta de empatía y sororidad. Esa es la verdad.
A finales de la década del 2000 México empezó a vivir una crisis de
inseguridad que se derivó de la guerra contra el crimen organizado,
situación que agudizó las violaciones de Derechos Humanos y la comisión
de delitos, esa “violencia horizontal” o entre pares que dejó a la mayor
parte de la sociedad en la indefensión porque no tenía recursos
individuales ni comunitarios para afrontarlos.
Décadas de sistema habían quebrado lo poco de comunidad que había en México.
A qué punto hemos llegado que cuando ocurrió la tragedia de
Tlahuelilpan afloraron los sentimientos y frases que,
desafortunadamente, son las mismas que acompañan a muchas personas que
vivieron la tragedia de perder a un ser querido, indistintamente de las
condiciones en las que ésta se dio, de querer no la justicia sino la
venganza, el odio aflorando en el deseo de que lo mismo le ocurra a
otras personas para que “lo sientan”.
Tristemente las personas en este país están más dispuestas a la
empatía negativa que a la positiva, si es que se puede explicar así. Es
decir, en México tenemos cientos de personas dispuestas a celebrar que
les ocurriera una tragedia a las personas que robaban gasolina porque
“se lo merecían”, y encima de eso convocaban al Estado a no ofrecerles
ni respetarles ningún derecho, reclamaban que no merecían asistencia
médica gratuita del Estado y mucho menos algún tipo de asistencia.
Este fue el mejor ejemplo para identificar ese sentimiento de
venganza que se enmascara en la justicia y que lo mismo hace que un
ciudadano desee que no se le brinde asistencia a una persona que sufrió
quemaduras durante la comisión de un delito, “se merecen que los dejen
morir sin atención médica” -decían- y sonaba igual que aquellas personas
que al clamar justicia lo hacen diciendo que “ojalá les suceda lo mismo
a quienes tienen la justicia en sus manos para que entiendan su dolor”.
Es el mismo sentimiento que abarca los actos de policías que toman la
justicia por propia mano, y bajo el argumento de la obtención de la
verdad, torturan o desaparecen al que presumen delincuente porque “no
habrá justicia”.
Y la conclusión a todas esas situaciones, incluyendo a personas que
bajo el argumento de su dolor por la pérdida de un ser querido se
transforman en personas maledicientes, vengativas y rencorosas, es que
la tragedia no nos transforma, en realidad saca lo que tenemos, lo que
somos. Las condiciones adversas son las que nos muestran nuestra
naturaleza humana.
No significa pedir mansedumbre absoluta, no. Pero no se puede
confundir la justicia con la venganza y nos muestra que como dijo alguna
vez Gandhi: “ojo por ojo y el mundo acabará ciego”, y los linchamientos
populares al amparo del anonimato, la celebración de la violencia
contra el otro a través de las redes sociales, la exhibición de las
escenas violentas, el odio y la venganza, son esa enfermedad que carcome
a la sociedad hasta lo profundo porque ni siquiera nos dimos cuenta
cuándo nos transformamos en una ciudadanía enferma.
La sanidad está en reconocer la diferencia entre la justicia por
encima de todo, para todos y solo así podemos garantizar un sistema de
impartición de justicia, transformando a toda la sociedad y a los
operadores de justicia, para actuar bajo el principio de lo justo para
cada cual y no para sí mismos o para algunos nada más. Aprender a hacer
comunidad y entender la justicia desde lo social y los derechos humanos
es parte del camino.
*Fundadora del Observatorio de Violencia Social y de Género en Campeche
CIMACFoto: César Martínez López
Cimacnoticias | Campeche, Cam
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