Los jefes militares de entonces perdieron y como presidente electo
descabezó a los mandos del Ejército. Con la designación del general de
división Luis Cresencio Sandoval González en la Secretaría de la Defensa
Nacional (Sedena) acabó con aquellos que acompañaron al general, ahora
retirado, Salvador Cienfuegos, en la secretaría y en la pugna.
No fue un asunto de antigüedad en el servicio, sino de su pertenencia
a los gobiernos del PRI y el PAN. Varios de esos jefes militares aún
están activos, pero excluidos del poder que el presidente está
construyendo con el Ejército.
Con la Marina, el presidente no pudo ir en contra de la tradición de
designar al de mayor antigüedad y ascendencia, el almirante José Rafael
Ojeda Durán. Pero la marginó, y así como al grupo de generales que
rechazó su candidatura, lo tiene fuera de los planes políticos y
económicos que tiene con los nuevos mandos del Ejército.
Lejos de crear un balance en las Fuerzas Armadas, ha fortalecido a la
Sedena con las nuevas tareas y cuantiosos recursos que le ha
garantizado, como la construcción y administración del nuevo aeropuerto
internacional que se hará en la base aérea del Ejército en Santa Lucía,
en el estado de México.
También le ha garantizado millonarios ingresos con la venta de
terrenos propiedad de la nación, ocupados por Sedena, además de otras
ganancias con la subasta de naves aéreas del desaparecido Estado Mayor
Presidencial en beneficio de su Guardia Nacional.
Divisivo, el nuevo cuerpo armado acabará controvertido en instancias
internacionales, pero en lo que se resuelve la impugnación, operará sin
mayor contrapeso durante buena parte del gobierno de López Obrador,
después de soslayar la crítica de expertos y académicos en una
simulación de parlamento abierto.
La idea de un Estado Mayor Conjunto está tan lejos como en los años
del régimen del PRI, fundado hace un siglo, precisamente, por el
Ejército. La Marina solo está considerada en los planes de la Guardia
Nacional con la incorporación de la Policía Naval. Pero en ese esquema,
los marinos estarán bajo el mando del Ejército.
Las capacidades de la Marina fortalecidas durante los gobiernos de
Felipe Calderón y de Enrique Peña parecen no entrar en los planes del
gobierno, toda vez que el presidente ha anunciado que la captura de
jefes del narcotráfico no será su estrategia.
Las principales capturas o asesinatos de capos en los dos sexenios pasados, como la doble detención de Joaquín El Chapo
Guzmán, estuvieron al mando de la Marina. Aunque la segunda y
definitiva la concretó la Policía Federal en una persecución iniciada
por los infantes de Marina, en Los Mochis, Sinaloa, en enero de 2016.
Ese protagonismo de la Marina también devino en que esa fuerza
cometiera graves violaciones a los derechos humanos, como la
desaparición forzada de docenas de personas en Tamaulipas, documentada
por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.
La Marina no actuó sola. Lo hizo de la mano del gobierno de Estados
Unidos. Desde la administración Obama, Washington optó por trabajar y
fortalecer a esa fuerza en su estrategia de guerra al narcotráfico
debido a la desconfianza hacia el Ejército, originada por los conocidos
casos del involucramiento de jefes del Ejército con el narcotráfico.
Ese enlace de Marina con Washington quedó en duda desde que López
Obrador se opuso a la adquisición de misiles por parte de la Armada,
aprobada por el Departamento de Estado hace un año.
La conformación del nuevo grupo castrense en torno a López Obrador ha
cambiado los escenarios construidos en las prospectivas militares. El
futuro, por lo menos en este sexenio, es gobernar junto con el
presidente.
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